domingo, 29 de octubre de 2023

La Santa Compaña. (Parte 2)

 


 
 
Primera parte (De tres)

 

Segunda parte de "El Mensajero"


En poco más de cuatro días, tía Aldara había pasado de ser una mujer salvaje y vital a ser un esqueleto postrado en cama que, aun así, miraba por la ventana llorando y temiendo a la noche.


Mi incertidumbre crecía, y quizás por ello, decidió al fin compartir conmigo aquel secreto, que tan bien había custodiado durante toda mi existencia. Me reveló el misterio de aquella noche de la que todos hablaban a escondidas. La noche, en la que, según ella, la muerte la visitó. 

En su voz había resignación al narrar un suceso insólito que pensé eran delirios propios de la agonía. Compartió conmigo el hecho de que el mismo día que madre descubrió que yo crecía en su interior, en una noche de luna clara, ambas hermanas sufrieron una visión terrorífica. Se encontraron frente a frente con una extraña procesión de ánimas errantes que firmaban sentencias de muerte.

Me contó de forma entrecortada, cómo madre y ella enfrentaron aquel instante. Madre se llamaba Aine, que significa «resplandor». Y según tía Aldara, así era ella: un sol de la mañana que traía alegría y luz a todos cuantos la rodeaban.

Tía Aldara me confesó que ella jamás creyó demasiado en esos cuentos para no dormir... hasta aquella noche en la que ambas cruzaban por el bosque para llegar a la aldea. Madre se había enterado de su embarazo y deseaba compartirlo cuanto antes con mi padre, que también, según tía Aldara, era un vago, un rufián y un hombre sin oficio ni beneficio.

Ambas se internaron en lo más profundo del bosque, en la noche mágica de todos los Santos, acelerando el paso asustadas, por algún que ohttp://pergaminodesuenos.blogspot.com/2023/10/la-santa-compana-parte-3-y-ultima.htmltro sonido extraño de tierra que cruje y hojas que se agitan sin explicación.

Primero fue el viento que aullaba inquieto. Después, ese intenso olor envolviéndolas en la noche, y al fin, lo que ninguna esperaba. De frente y en silencio, una escalofriante comitiva cruzaba el bosque, portando luces que podían apreciarse desde la lejanía, unidas a un arrastrar de pies y lamentos perdidos.

Ambas hermanas no podían dar crédito a lo que sus ojos le mostraban. El pánico casi las paraliza, hasta que tía Aldara recordara al fin qué hacer. Con premura, dibujó un círculo en el suelo, introduciendo los dedos en la tierra; se tumbó dentro de él, apoyando la cabeza en la tierra y empujando a madre a hacerlo también.

Los temblores propios de enfrentar la muerte, mezclados con el fuerte olor de la cera y el tintineo de grilletes, hicieron que tía pegase la frente al suelo y cerrase los ojos con fuerza. Pero madre, siempre curiosa y escéptica, se levantó del suelo, incapaz de apartar la mirada de aquella macabra procesión.

Por ello, tía decía que yo no era responsable de su muerte, sino una víctima más de aquel desgraciado encuentro, con la conocida por todos como la temida Santa Compaña.

Meses después de esa noche mi madre moría, al dar a luz. Tía Aldara juró que el dolor que sentía era tan fuerte por la pérdida de su única hermana, que no permitiría que la sangre de su sangre no lograra sobrevivir. La tradición decía que, a lo sumo, un año de vida era lo que la Santa Compaña permitía a aquellos que habían sido testigos de su presencia. Y yo, aunque en el interior del vientre materno, lo había sido.

Temerosa de ello, rogó al sacerdote que me ungiera de inmediato con el sagrado sacramento del bautismo; no fuera a ser que, en aquella noche de amargura, llanto y pérdida, algún ser del otro mundo me reclamase.

De esta forma, el sacerdote, hombre septuagenario, delicado de salud, nariz siempre roja por el vino consagrado y sin consagrar que le calentaba en las noches de invierno, temerario de las leyendas y supersticiones de nuestra tierra… utilizó el mismo aceite con el que ungiera el cuerpo sin vida de madre para bendecirme como hijo de Dios, en un acto privado que solo quedó entre él, y tía Aldara.

Mi querido Anxo, te ungió con aceite de difuntos. ¿Cómo iba yo a saber entonces que ello te ayudaría a que pudieses verlos mejor? Guárdate de la Santa Compaña… — eso fue lo último que tía acertó a decirme antes de entregarme, a su vez, un pequeño crucifijo plateado que me hizo jurar que colocaría sobre mi piel.

Solo un día más vivió después de aquella revelación, sorprendiéndome que, a pesar del cansancio y su estado tan avanzado en la enfermedad, hubiese hojas en el suelo y barro con la huella de su pisada. ¿Acaso tía había salido en la noche? Eso era del todo imposible teniendo en cuenta su debilidad.

Más no pude preguntar sobre ello, pues al llegar el alba, lo que quedaba de la hermosura que tía había representado, ahora un mero esqueleto con algo de piel, me miraba a través de esas grandes cuencas que ahora eran sus ojos, para suplicarme un último favor….

Guárdate de la Santa Compaña…

Jamás supe si aquella visión aterradora de tía hablando en aquel estado, fue real, o un producto de mi febril imaginación.

Tras el sepelio de tía Aldara, la obsesión me llenó por completo e investigué todo lo relacionado con esa extraña procesión que pude hallar. Testimonios, superstición, leyenda… Lo cierto es que, para mí, no era más que una fantasía.

Aun así, porté el crucifijo sobre mi pecho.

E investigué, sintiendo por momentos que esa fantasía se cubría de realidad. Descubrí que ese círculo del que tía me habló había de ser trazado con una rama de olivo. También descubrí que, si había un cruceiro cercano, este podía salvarte la vida. Así como que no podías aceptar ningún objeto que te ofrecieran los espectros. Y, quizás, lo más importante. Al frente de esa comitiva, siempre iría una persona viva. Alguien que no recordaría nada a la mañana siguiente y cuya vida se consumiría con lentitud, apagándose como una vela extinta.

Tía Aldara había sido esa víctima. Y por ello, me había regalado la cruz. Para que, en caso necesario, pudiese mostrarla al condenado y decirle que yo ya portaba la mía propia. De esta forma tan sencilla, me dejarían en paz. De esta forma tan sencilla, salvaría la vida. Era fácil.

Quizás, demasiado fácil.

A pesar del dolor y la tragedia, la luz llegó a mí a través del amor. Es asombroso cómo el amor puede derribar las barreras más gruesas. En mi caso, llegó a través de la mirada suave de una mujer: Mariña.

Mariña era una joven de amplia sonrisa y fuertes convicciones. Una chica que gustaba de leer a Poe y también a Dickens. Alguien que entendía la mente atormentada de un poeta inmerso en el anonimato, pero poeta, al fin y al cabo.

Las risas empezaron a tintinear en mi vida y también la frescura de una fragancia femenina que inundaba mis sentidos y me hacía sentir fuerte.

Mariña era todo. Era mi ilusión y mi objetivo. Mi luz, mi camino, mi salvación.

Jamás había estado yo con mujer alguna en el sentido amoroso y Mariña fue la primera. Un amor que me desbordó con tal intensidad que dediqué cada minuto de mi pobre existencia a engalanarla con la mejor de las ofrendas. A amarla.

Tardes de rosas y vino. Noches de satén. Así quedó un poco oculto el recuerdo de tía Aldara, y la pesadilla que aquella noche compartió conmigo.

Solo podía pensar en vivir. En resurgir. Junto a Mariña descubrí que estar vivo era algo más que respirar. Descubrí que no solo se trataba de pasar un día tras otro. Los segundos contaban y la piel ardía. Los fantasmas callaban al fin.

Y yo me sentí hombre por primera vez en mi vida. Hombre libre.

Qué lejos de la realidad aquella afirmación…

Y que cercana la pesadilla.

No tardó mi amor, mi vida, mi luz, mi fuerza… no tardó mi Mariña, en decirme una mañana, así, sin más, que no se encontraba bien.


Ya solo falta el desenlace...

Leer el desenlace. La Santa Compaña, parte 3

22 comentarios:

  1. Muy buen relato Margarita, cuantas historias, mitos y leyendas en torno a esa noche de primeros de noviembre.
    Un Abrazo.

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    1. Hola José Antonio, pues sí, jaja. Este relato lo escribí para una antología que publicó una editorial gallega, así que dije... La Santa Compaña. Besos :D

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  2. Um belo conto. Grato pela partilha. Acompanhando. Venha daí o desenlace
    .
    Feliz domingo. Saudações cordiais.
    .
    Poema: “ Depois … saindo de mão dadas “
    .

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  3. QUE BUENA HISTORIA Y FELICITACIONES POR LA NARRACIÓN PERFECTA Y MISTERIOSA QUE NOS VA LLEVANDO A ESPERAR CÓMO SIGUE Y ROGANDO QUE MARIÑA SE SALVE...

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    1. Hola cariño, pues mañana mismo descubrirás si eso es posible o no... Muchos besos :D

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  4. ¡Nos dejas totalmente en ascuas! ...pero disfrutando.
    Un abrazo.

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    1. ¡Muchísimas gracias Noelia! Mañana, desenlace. Besos :D

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  5. Me encanta como estas contando la historia por entregas. Deseando estoy de leer el desenlace. Un besote

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    1. Muchísimas gracias Joaquín, me pareció muy largo para compartirlo del tirón, y digo, ea... por entregas, jaja. Besos :D

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  6. Amiga Margarita,
    Sabes contar una buena historia.
    Aprecio tu forma de manejar las palabras.
    Un beso.

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  7. Me gusto mucho tu historia. Te mando un beso.

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  8. Engancha tu manera de narrar. Deseando saber del desenlace.
    Un abrazo.

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  9. Qué venga el desenlace, querida Margarita. Qué pasó con Mariña? Estoy improvisando algunas posibilidades, y hay una que me gusta especialmente, aunque no sé si es un desenlace muy fácil. Te lo diré...

    Delicioso leerte, amiga mía!!! Delicioso...

    Un abrazo enorme, querida amiga!!!

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    1. Hola amigo mio, ¡muchísimas gracias! En un ratito conoceréis el desenlace de Mariña. Besos :D

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  10. Esperando el desenlace, me devoré la historia, los mitos, leyendas en nuestros mundos son fantásticos, tu historia me encanta, escribís hermoso Margarita, un abrazo, buen comienzo de semana.
    PATRICIA F.

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    1. Muchísimas gracias Patricia, qué alegría me das. En un ratito conoceréis el desenlace. Besos :D

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  11. Efectivamente son leyendas gallegas que aterrorizaban a los mas pequeños, el relato después de tantas angustias tiene un final bello.

    Un abrazo y mi gratitud.

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  12. Madre mía, esto cada vez está más interesante! Voy corriendo al desenlace!

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