La frescura de tu mirada se transforma en cielo, todo un firmamento de estrellas que miran con celo el mundo. Formas sinuosas que juegan a ser importantes, árboles estilizados que se rizan queriendo tocar la luna. Y ocultos, en pequeñas casitas que parecen evocar los cuentos, tú y yo escondidos del resto.
Noche estrellada... noche de promesas que surgiran de tu boca y regarán la mía. Si esto es un sueño, no quiero despertar, cual Bella durmiente que anhela el roce de tu aliento. Más si esto es real, si de veras amor aquí estás, entonces... entonces no importa que el mundo sea una espiral de sucesos, pues tú y yo detendremos el mundo sujeto por el momento.
Esta pintura es la obra maestra del pintor postimpresionista Vincent Van Gogh. Fue realizado en el santuario de Saint-Rémy-de-Provence, donde se recluyó hasta el fin de su vida.
La danza de tonos azules, amarillos, blancos y verdes, emulando esa noche estrellada, le da a este lienzo realizado en el año 1889, un aspecto, al menos para mí, evocador y de ensueño. Esas pinceladas tan características de este pintor, esos rizos y formas redondeadas que tan bien le identifican. Parece ser que el pintor asoció la idea de la muerte a esta pintura, pero yo veo una cálida noche de verano.