Dicen que el tiempo es relativo. Igual pasa como un suspiro que se transforma en una losa que no permite que el reloj mueva sus manillas.
Cuando te veía mal, cuando te sabía mal, cuando tus ojos hablaban más que tus labios... el tiempo era una daga afilada. Pero ahora, ahora que no estás... ahora el tiempo es un reloj de arena en cuyas esferas todo se ha detenido.
Sin que ya respires, lo haces a cada instante junto a mí. Me acompañas en cada amanecer hermoso, cada helado, cada noche fresca de verano, cada sabroso dulce con azúcar. En cada canción, cada paseo, en cada sueño de visitar los lugares que ese mismo tiempo nos robó.
Y te sueño entre amapolas y trigos, libre y respirando espacios abiertos y libertad.
Y te recuerdo. Y no porque sea 1 de julio. Siempre me decías que las fechas eran pequeñas anotaciones en un todo. Te recuerdo porque fuiste abrazo cálido en los gélidos momentos y risa fresca a cada instante. Siempre tenías la palabra adecuada, el gesto adecuado, la broma adecuada, la fuerza necesaria.
Dos años ya... y cada día te siento más, te añoro más, y a la vez, te encuentro más. Cada día lates más fuerte en mi propio pecho.