Nací con dos dientes en una boca que debía estar vacía. Eran alargados y puntiagudos, brillantes y de color azul cielo. Alrededor de mis ojos se apreciaban pequeñas escamas plateadas cual lentejuelas brillantes. En mi pecho brillaba una estrella y en mi conciencia latía un segundo corazón.
Al crecer, mi cuerpo se hizo fuerte como un junco y flexible como el bambú. Mi mente despertó de lo que parecía un sueño y percibió la realidad. Sentí angustia y vértigo, necesité respirar y entonces, el gran Chamán me hizo probar la bebida helada del fuego. La fantasía me fue asignada como único manjar, hasta que un día, mis colmillos se achicaron y las escamas se hicieron de piel. Los dos corazones de mi conciencia latieron al unísono. La Fantasía y yo nos hicimos uno y pasamos a ser Realidad.
Aún busco en mi piel algún signo que me de esperanzas de volver atrás.