Tan solo era una niña, la niña perfecta, aunque ella no decidió serlo.
Para que lo fuese, quién más debía amarla, fue quién más le
arrebató.
Para ser querida, aceptó. Fue privada de libertad,
sueños, y estima.
A cambio, le hicieron un regalo.
Un espejo.
Un espejo en el que cada día podría observar lo
perfecta que era.
Un espejo en el que cada día se encontraba más a sí
misma.
Un día el espejo le mostró una imagen IMPERFECTA de
su persona.
Y a ella, esa imperfección, le pareció PERFECTA.