viernes, 25 de marzo de 2016

Imaginación

Beatriz se tumbó lentamente en el sofá de casa, ansiando una merecida siesta. Tantos exámenes no podían ser buenos, pensó. Uf, la Universidad la estaba dejando agotada con tantas horas de estudio. Suerte que era una muchacha llena de aficiones, leer, pasear, hacer deporte, el cine, pero lo que más la ayudaba a desconectar del estrés de los estudios, era la naturaleza.

Frente a su casa, una gran arboleda se transformaba en bosque lleno de sueños y proyectos donde todo era posible. Siempre tuvo una imaginación vivaz, y aquellos frondosos árboles vecinos se transformaban en lo que ella necesitaba para continuar su ritmo. Pero aquella tarde estaba tan agotada, que decidió mejor dormir un poco, para después, tener fuerzas para continuar estudiando, y quizás, con algo de suerte, pasear por su santuario de hojas verdes.

Tumbada cómodamente sobre los cojines de colores que tejió la abuela, con las persianas bajas, con tan sólo un deje pequeño de luz a través de los orificios, Beatriz observaba el halo de luz que pasaba delante de ella, con millones de micro partículas de polvo bailando un vals. Como en una especie de trance, avanzó la mano y la metió en el haz de luz. Maravillada, observaba la forma en que la luz se reflejaba en su piel y aquello le pareció hermoso y la hizo sonreír.
Parecía magia aquél vaivén de su mano traspasando la barrera invisible formada por las partículas que iban cambiando la tonalidad de su piel conforme a la intensidad de la luz.

Tan absorta estaba en aquél juego, que cuando se percató de que algo, o alguien,  tiraban de ella, ya era demasiado tarde...

lunes, 21 de marzo de 2016

Un paseo en la tarde

Quizás fue el azar el que quiso que en aquella lluviosa tarde de abril todo cambiase en mi vida. Absorta en mis pensamientos, salí al balcón y contemplé el cielo lloroso.  El olor del azahar no se percibía gracias al aroma a tierra mojada. Un aroma que coqueteaba con el del pastel de zanahoria que me miraba retador desde la vieja encimera de la cocina, aquella que conforme al calendario de sobremesa, tan solo utilizaría durante dos semanas más, pues todo estaba ya listo para mi partida.

De nuevo sentí esa opresión en el pecho, pues no quería marcharme. ¿Pero qué hacer? Estaba desesperada, desempleada y angustiada.

Me ajuste mi impermeable, ése conforme a mis amigos de tono azul, que para mí era color “lapislázuli”, pues imitaba ese tono brillante y seductor de las piedras egipcias. Me engalané con él como si fuese un amuleto y paraguas en mano, salí a pasear bajo la lluvia por mis calles sevillanas. 

Al salir a la calle, saludé con una sonrisa a Tomas, el panadero, que me guiñó el ojo y se atusó el bigote. El entrañable Tomas, siempre con sus guiños y atusamientos bigotiles. Por la hora que era, seguro que venía de tomar su carajillo en el bar de la esquina. Ése desde el que se escuchaba el repiqueteo de castañuelas y el incesante tamborileo de los tacones sobre la tarima de la escuela de baile flamenco.

Sentí deseos de llorar y continué mi deambular ausente. Quizás por ello, no vi aquél  tornillo inerte y peligroso en la mojada acera, que impulsó mi cuerpo con fuerza haciéndome caer de bruces contra el asfalto. Me dolía la rodilla, a rabiar, y el orgullo aun más, pero aquél tornillo  había dejado al fin fluir esas lágrimas retenidas.

No tardé en escuchar la voz del solícito Tomas, ni tampoco la de una desconocida que me decía algo sobre que había que mirar por donde se pisaba. No escuchaba nada.

Un rayo de sol consiguió vencer las nubes que le aprisionaban, y llegó coqueto hasta mí. Sentí su calidez en mi rostro, y el olor a azahar me envolvió de repente. Unos acordes de guitarra cercanos, me hicieron sentir que quizás, aun no era tarde para intentar encontrar algo por última vez. Un trabajo, el que fuese, que me permitiese quedarme.

- Permita que le ayude señorita.

Levanté mi vista hacia el propietario de esa voz, y mis ojos quedaron fijos en lo que sus manos portaban. Folletos de diversos colores con las palabras “Se busca cociner@” en letras atrayentes y esperanzadoras.

- ¿Busca cocinera? Yo cocino muy bien- fue mi estúpida respuesta.

Él me sonrió.

- Si me permite ayudarla a levantarse podemos hablar tomando un café. Se está usted empapando.


Y entonces también me fijé en él. Y vi a un hombre atractivo. Pero vi más, mucho más. Empecé a visualizar la posibilidad de poder quedarme en mi Sevilla del alma, de seguir oliendo el azahar, de poder escuchar las castañuelas y seguir haciendo mis tartas de zanahoria en mi vieja cocina. Empecé a visualizar un futuro, un tal vez, un quizás, un asa a la que cogerme con fuerza para no marchame.


(Dedicado a mis amigos del Club Literario "El Tintero". Este pequeño relato nace de jugar con las palabras subrayadas)

sábado, 19 de marzo de 2016

Mi héroe. Felicidades papá

Hace unos días escuché una canción de Antonio Orozco titulada "Mi héroe". 

Esa sensación de que alguien está cantando lo que tú sientes... fue profunda e intensa. Lloré al escucharla, perdón, lloré al sentirla en mi corazón, pues me llegó al alma. 

No soy de ésas personas a las que le guste fijar una fecha para una celebración en especial. Siempre pensé que el día de tal o cual era más bien un día comercial. Pero os confieso, que cuando llega el día de la madre y mis hijos me regalan cualquier cosa y me miman con especial cariño, me gusta. Se que a mi padre también le gusta que nos acordemos hoy en especial de él. Así que sí que celebro el día del padre. 

¿Qué regalar a quién te lo da todo? ¿Qué regalo hacer a esa persona que siempre está ahí? Un hombre que siempre te dedica una sonrisa, siempre tiene la palabra exacta en el momento exacto. Un señor que ha dedicado toda su vida a trabajar sin descanso por el bien de su familia. Un ser humano tan grande e inmenso que hace que los problemas se tiñan con motas rosáceas. 

Incluso en los malos momentos, y ha habido muchos, él jamás ha perdido su sonrisa. Es de ese tipo de personas a las que cuentas tus problemas y éstos se encogen y encogen, como si él tuviese esa facultad. Creo que la tiene. Pienso que mi padre es de esas personas luchadoras que logran que este mundo sea algo mejor.  

Te quiero papá, y no hace falta escribir una anotación en un blog, hay formas infinitamente mejores de hacerte llegar ese amor, pero aun así he querido compartir este video de Antonio Orozco, estas palabras con garra y fuerza que tan bien describen lo que es un auténtico héroe. 

Tú, papá, eres mi héroe. 



martes, 15 de marzo de 2016

La blanca espuma



La luna suspiraba aburrida, inconformista a su destino altivo,  deseosa de probar aquél mar al que cada día mecía y cada noche engalanaba. El líquido elemento sabía de su desespero y pensó que el deseo era mutuo, pues jamás probó blanca luna en sus frescas aguas, ni deseó con tanta fuerza llenarse de ella.

Quizás, pensaba el mar, solo podía conversar con la luna en la distancia…

Quizás, pensaba la luna, solo podía verse reflejada en aquella inmensidad desde la lejanía…

Día tras día, ambos suspiraban deseosos de un contacto del todo imposible.

¿Es que no vais ni tan solo a intentar acercaros? –  Les preguntó un día la Madre Tierra - ¿Acaso no es vuestro anhelo intenso y voraz?

La luna se inclinó con esperanza, el mar abrió sus aguas para recibirla… ambos cerraron con fuerza los ojos invisibles de la lógica y dejaron fluir la magia del deseo adyacente, mientras ella sentía el frescor de las aguas, y él  se llenaba de blanca luna.


Así nació la blanca espuma, fruto de aquella noche de locura.  

sábado, 12 de marzo de 2016

Bendito deporte

Aquella tarde era demasiado calurosa para jugar al voleibol. Un deporte que no se me daba bien, por cierto. Pero a veces, el destino, el universo, o la mala uva de una compañera, te colocan en una difícil situación.

- Tienes que salir a jugar- me dijo con voz clara, firme y rotunda mi capitana.

La miré. Yo soy bajita, pequeñita, y casi transparente. Ella es alta, rubia, con muchas pecas sobre la nariz y una mirada de águila imperial.

- Tienes que salir. ¡Ya! – me repitió de nuevo.

Señor, ¿cómo es posible? Todo el equipo sabía que yo me había apuntado en aquella actividad extraescolar por obligación, no por devoción. Lo mío era la biblioteca, los libros, las historias… pero no el deporte. Genéticamente no vengo adaptada para ser deportista. Miré mis frágiles pantorrillas y mis piernecillas de alambre y bufé. Todos sabían que mi lugar en el equipo era estar sentada en el banquillo y gritar animando a las demás.

- ¿Y dónde me pongo?
- ¿Me lo preguntas en serio? ¡Venga Ana! ¡Tienes que sustituir a Lidia!

Algo así me había temido cuando vi que Lidia incrustaba su codo en el estómago de otra chica.

Con las manos unidas en plegaria, y simulando que estaban así por el deporte en cuestión, me coloqué en mi posición. Dios mío, Dios mío, que esto acabe pronto, recé. Soy mala, muy mala.

El otro equipo lanzó y la pelota redonda, asesina y fulminante se dirigió a nuestro lugar. Yo estaba en la parte de atrás. Mis dos compañeras de delante se movían con gracia y soltura, así como mi compañera de la derecha. La gente gritaba, todos se movían y yo, con los pies anclados en el suelo. De pronto, la capitana gigante me gritó un improperio y vi que el balón se acercaba a mí con determinación. Para que no me golpease levante los brazos a fin de proteger mi cuerpo menudo. Sentí un dolor intenso en mis muñecas y sorprendida vi que el juego no se paraba.

No podía creerlo. Había golpeado la pelota sin siquiera proponérmelo,  impidiendo que tocase el suelo, mientras mi agresiva y eficaz compañera de al lado me empujaba y golpeaba con fuerza aquella bala redonda y la lanzaba al contrario marcando un tanto.
La gente se volvió loca gritando. ¡Empatadas! Qué alucine. Hasta que comprendí. Tocaba rotar y a mí equipo, sacar el tanto. Y ya no sólo a mi equipo. Me temo que a mí. Yo era la siguiente, pues con cada tanto, había que girar.

“No puedo. Yo no sé hacer esto. Todos se reirán. Porque soy transparente y no se me da bien el deporte. No estoy adaptada genéticamente”

Debí pensar muy fuerte, porque mi compañera de la izquierda me miró como si tuviera un perro en el hombro, y desde detrás se escucharon unas risitas malévolas.

Miré al banquillo. Mi capitana estaba a punto de sufrir un colapso nervioso y yo otro. Sujete la pelota con la mano, como tantas veces había visto hacer a mis compañeras y yo había practicado a solas. Levanté el brazo y observé que la gente no me prestaba atención. El tiempo estaba próximo a finalizar. Pero todos sabían que yo no sabía lanzar.   

De pura rabia por aquella situación que nunca se debió dar, golpeé con el puño cerrado de mi mano derecha, aquel objeto redondo que me miraba y se burlaba de mí, impávido, sobre mi mano izquierda. La pelota ascendió con fuerza, con mucha fuerza, la gente se calló. Desde el otro lado de la red se escuchó movimiento. No esperaban que lanzase, pero lancé. Devolvieron el golpe mientras mi corazón galopaba. ¡Había lanzado! ¡Lo había hecho! La pelota llegó a nuestro lado de nuevo y esta vez, yo misma la devolví aún a riesgo de perder un diente. Yo la había elevado al cielo, y no la iba a dejar caer. Al otro lado nadie la devolvió y la pelota cayó en el centro. Solemne. Solitaria. Alientos contenidos. Silencio.

¡Y gritos! ¡Gritos de victoria! Sentí como me elevaban y la gente me chillaba. ¡Hemos ganado! ¡Hemos ganado!

Mi capitana se acercó y me zampó un abrazo de oso.

- ¡Qué mal rato me has hecho pasar!- me dijo.

¿Ella lo había pasado mal? Yo ni siquiera sabía si aquello era real. Tomé una determinación. Jamás volvería a inscribirme en voleibol. No estoy adaptada genéticamente para el deporte.

De camino a casa, sin embargo, hice otra reflexión. Esto es lo que se siente estando en el punto de mira. Esto es lo que se siente si consigues la victoria. Te puede salir bien, o salir mal. Y todo cambia, pero si no juegas, no sentirás tu corazón latir. Tú decides. Quieres observar desde el banquillo, pero la vida te saca a jugar. Y con un poco de suerte, puedes ganar.

Ahora sí que me daba miedo crecer.





martes, 8 de marzo de 2016

Campanitas

(Dedicada a mi preciosa Aurora Canto Carmona)

Hoy, en el día de la Mujer trabajadora,voy a contaros un cuento infantil. Os parecerá algo extraño, pero los niños de hoy, las niñas de hoy, son las mujeres del mañana.

Hay una cancioncilla infantil que dice algo parecido a “Campanitas del lugar… cantan, bailan, sin cesar…” Efectivamente, así es. Aunque no las veamos, hay campanitas por todas partes, dulces sonidos cantarines que nos anuncian bellos acontecimientos. Mucho me temo queridos amigos, que el oído humano no está preparado para captar estos hermosos sonidos, y a pesar de que la humanidad es maravillosa si se lo propone, no siempre cree en lo que no ve, o en lo que no oye…
Esta es la historia de Aurora. Una hermosa campanita cuya hermosa voz sonaba con un ligero tintineo musical.

* * *
Luciana estaba hermosa en su noveno mes de embarazo. Irradiaba felicidad y la dulce espera llegaba a su fin. Su esposo, Ambrosio, también estaba feliz y deseoso de conocer por fin a su pequeña. Sí. Ya sabían que era una niña, porque Adelaida se había encargado de anunciárselo. Su nombre sería Aurora.

Hasta ahora todo parece normal. Tal vez se me olvidó contaros que Luciana y Ambrosio no eran seres normales. Eran hados. En el caso de Luciana, hada de la luz, tenía tantos dones hermosos que no puedo describirlos todos. Ambrosio, cuya madre Ambrosía le había pasado el don de convertir cualquier alimento normal en un delicioso manjar, estaba realmente ilusionado. Ninguno de ellos sabía cuál sería el poder de su hijita, ya que si bien sabían si iba a ser niña o niño desde prácticamente el momento de la concepción, no sabían cuál sería su poder hasta que así lo decidiese el destino.

sábado, 5 de marzo de 2016

Tú no eres mi amigo



La pasada semana os hablé del Club literario “El Tintero” y de algunos de sus miembros. También os hablé del libro de Noelia Medina, “Hoy he soñado contigo”. Pues bien, hoy voy a hablaros de “¡Tú no eres mi amigo!”, escrito por Mª del Carmen Fernández Fernández, e ilustrado por Ingrid G.

Me sorprendió. Yo ya esperaba leer un cuento hermoso, pues ¡Tú no eres mi amigo! es un cuento infantil. Sabía que al igual que su primer cuento publicado, Mª Carmen tendría éxito con este segundo libro, pero lo que no esperaba era que con la edad que yo tengo, me lo leyese con esas ganas.

Mª Carmen utiliza de una forma singular el lenguaje, para hacer llegar a los niños de la forma más fácil posible, una serie de valores fundamentales como pueden ser el respeto, compañerismo, la amistad auténtica, o el aprender a valorarse a sí mismo. De una forma fácil y amena, nos muestra a los padres y a la vez, a los niños, un problema que por desgracia puede ser común. Me refiero al abuso. Al desprecio hacia otro chico tal vez por su condición o tamaño. A como un niño puede sentirse tan herido que deje de querer levantarse por las mañanas.

jueves, 3 de marzo de 2016

Una flor, una sonrisa




Eleva tus frágiles alas al viento, mariposa, y deja que la brisa te balancee en sus brazos alegres y te lleve a otros mundos. Deja que tus sueños de pequeño ser, llenen los huecos del vacío de tus miedos.

No importa si tu sonrisa es diferente, quizás tu labio se torció, puede que tus ojos sean de óvalo redondo, o quizás de la comisura de tus labios se desprenda un hilo de aquél saber que añoras, pero siempre serás tú, único y especial.

Te regalo una flor a cambio de tu sonrisa, te regalo la oportunidad de observar que en lo más pequeño, crece lo grande. Que no soy diferente, soy original.

Hola amigos. Perdonad que haya intentado escribir de forma lírica algo tan serio como real, siendo yo además un desastre en estos lares. Pero bueno, la causa lo requiere y aquí estoy de nuevo, esta vez, para haceros una propuesta que espero  no queráis rechazar.

martes, 1 de marzo de 2016

Al espejo

Tomas en tu mano una fotografía antigua, quizás, en blanco y negro, mientras, el colorido mundo a tu alrededor sigue avanzando. Intentas recordar aquellos momentos plasmados en la fotografía, pero tu mente, no consigue retroceder tanto.

Para ti, fue prácticamente ayer. Quizás por ello te sorprenda tanto mirar tu propio reflejo en el espejo y ver en él una versión bien distinta de la que está en tus manos, enmarcada en plata. El tiempo arrugó un poco tu rostro, el brillo de tus ojos no es tan fuerte, tu cabello es más fino y tu cintura, más gruesa. Pero hay algo en tu rostro, en un punto justo de tu mirada que está más vivo que antes, más sereno, conocedor de aquello que antes era un secreto.


Y miras de nuevo esa imagen, y acaricias el frío cristal, que contrasta con la calidez de tu piel y sonríes. Porque lo que ves son algo más que arrugas. Es aquello que te permite ver crecer a tus hijos y quizás, alguna vez, malcriar a tus nietos. Es el paso necesario del tiempo, mezclado con los recuerdos del ayer.

   


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