Un pequeño mundo de fantasía se abre ante tí. Podrás leer relatos, poemas, reflexiones, o cualquier cosita loca que se cruce por mi mente.
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BIENVENIDO A PERGAMINO DE SUEÑOS ESCRITOS
Hola amigos, ¿qué tal? Hace algún tiempo, les comenté sobre un regalo muy especial que había recíbido, una carpeta que me hizo contener el aliento. Por si acaso no lo recuerdan, aquí les dejo el enlace...
Pues bien, el pasado domingo fue el santo de mi hija y decidí regalarle un álbum. No estaba segura de regalarle un álbum para fotografías, una agenda para anotaciones, o incluso una carpeta para que guardase bocetos. Lo cierto es, que hablé con Maribel González, la artesana de "Mis Colores", y le pedí consejo.
Acabamos de aposentarnos en Miriñaque. Ya
he escuchado a mi abuela repetir una y otra vez que me advirtió. Mi tía
Angustias ya me ha avisado de que su nuevo marido, el señor notario, me ha añadido a la lista del famoso “Diario”.
No escucho a nadie. Tengo toda mi atención
puesta en Sonia. Desde que le dieron la noticia de que no podía quedarse
embarazada, no es la misma. Cabizbaja, afligida. A veces, solo a veces, vuelve
a sus ojos ese brillo frenético, pero después, se apaga.
En el terciopelo de tus pétalos atrapaste el azul cielo y la
esencia del azul mar, transportando mágicas notas de esencia floral a los
campos que por doquier se extienden sedientos de tu ser.
Lirios azules siembran la lógica de mi sueño, cubriendo con
alegría el ímpetu de mi espíritu inquieto.
Simbolizas alegría, y simbolizas ensueño, pero sobre todo,
eres el alma de mi cuerpo.
Soy de esas personas afortunadas que tiene un padre muy
especial. Un hombre que lleva la calidez en su mirada y la fuerza en su
corazón.
Cada vez que siento que mis rodillas se van a doblar, él está
ahí, para ayudarme a levantarme y continuar, con su ejemplo, con su apoyo, con
sus palabras y con su saber estar.
Su mano sigue sujetando la mía a pesar del paso del tiempo. Y
ello, reconforta mi alma y mi corazón. Esa misma mano que el
tiempo no ha conseguido debilitar a pesar de los avatares de la vida,
sino al contrario, fortalecerla y calentarla.
Es de esas personas que tienen arrugas en el rostro y nieve
en el pelo que le queda, pero a la vez, el corazón de un niño aventurero que quiere jugar.
Mi padre es portador de vida, ése que siempre tiene la mejor
respuesta, ése guerrero fiero que combate junto a ti los problemas, ese amigo
que jamás te abandona, ese espíritu que no se rinde, esa fuerza invisible que
te llena de optimismo el corazón, que simboliza el sol de cada mañana, que
reposa sus miedos para que tú no los sientas, que te abraza como si en ello
pudiese regalarte el mundo.
Mi padre es como un
ser mágico de cuento, que pasa por la vida con suavidad, pisando con la fuerza
de una huella que lleva mucho peso, pero que es capaz de volar.
Los tubos y cables están por todos lados.
He sufrido un pequeño infarto, según el médico, un “aviso” de infarto, después
del accidente de coche.
Sonia descansa a los pies de la cama, si es
que se puede llamar descansar a medio tumbarse en esos asientos que se
reclinan. Parece que duerme al menos. Tiene la frente vendada y su aspecto es
horrible. Y esto no es Miriñaque, esto es el Hospital de Madrid.
El espejo le devolvió una imagen de sí
misma que no le gustó. Una mujer gruesa, robusta, con demasiado de todo.
Grandes pechos, cintura sin forma, pliegues en la barriga y muslos redondos en
demasía. Se sintió mal, muy mal.
No dejaba de escuchar hablar sobre dietas
milagro, ya las había probado casi todas. Apenas perdía algo de peso cuando ya
lo estaba recuperando de nuevo.
El cielo se ha vuelto gris y de acero
mientras el suelo se decora con un sol resplandeciente. Los cristales a nuestro
alrededor me dan que pensar que algo no funciona. Intento concentrarme a pesar
del dolor de cabeza, y descubro horrorizado, que el coche está del revés, con
las ruedas hacia arriba y Sonia y yo colgados del cinturón de seguridad en un
extraño ángulo.
Las maletas están en la puerta. Mi abuela
no ha dejado de llorar desde hace dos días. Si sigue así temo que ahogue las
cepas. Y Sonia me mira con ojazos de gacela, contoneo de caderas y una mirada
libidinosa que casi no me deja arrastrar las maletas.