EL ACANTILADO
Capítulo 5
Con esfuerzo llegó a la parte alta del acantilado.
No había rastro del cuerpo de la mujer. No era por la altura. Si bien antes no era su
amiga predilecta y se asustaba con facilidad, en los últimos años había perdido
el miedo a muchas cosas.
Pero había algo que le aterraba en estos
momentos. Regresar abajo y decirle a Gema que no había encontrado a su madre, o
peor, que esos restos de ropa que había encontrado en el ascenso, fuesen de
ella. Pero si así era, ¿dónde estaba la mujer?
Su mente voló al pasado, cuando él también
tenía una familia. Les perdió hacía ya mucho, dejó de verles, los olvidó
incluso durante un tiempo. Pero los recuerdos empezaron a volver, de forma
lenta, pero ahí estaban. Su corazón y su mente se fué llenando de imágenes de
antaño. De cuando él era un hombre feliz y completo. Lástima que ya no pudiese
regresar junto a ellos.
Y Gema.
Gema le recordaba a su esposa. Sus ojos, el
color de su pelo, aquella forma de mirar tan profundamente… Su esposa… ¿qué
habría sido de ella?
De pronto se sintió viejo.
Pero no era momento de pensar en él.
Cerró los ojos e inspiró. Concentró todos
sus sentidos y entonces la escuchó. Era una llamada débil, lejana…
Con decisión, comenzó a descender con mucho
cuidado por el otro lado del risco del acantilado. Y allí la vio. Sobre una
especie de saliente, el cuerpo de una mujer que permanecía tumbado, inmóvil.
Sabía lo que tenía que hacer. No era la
primera vez. Empezó a bajar hasta lo máximo posible. Estiró su brazo, pero no
llegaba hasta ella. Una distancia de unos cuatro metros los separaba.
- ¡Ana! Ana, ¿me escucha? ¡Vengo a
ayudarla!
Pero la joven no hablaba.
Cerró los ojos. Solo había una forma de
llegar a ella. Y era saltando al vacío.