viernes, 29 de enero de 2016

Casa tomada

El sol me despierta con sus cálidos rayos, me acaricia con deleite, y me hace sentir que… a pesar de todo, sigo viva. Me siento en la cama y poco a poco, despacito, voy tragando la bola que tengo en mi garganta.

Hasta esta mañana, mi vida era perfecta. Solas mamá, abuela y yo. Papá se marchó, bueno se lo llevaron, el señor Dios. ¿Qué puede hacer una niña pequeña contra un Dios? Cuatro añitos lleva ya papá convertido en ángel.

A pesar de que papá voló lejos de casa, mamá y abuela Angustias han seguido con sus “cosas”. Abuela duerme conmigo, pues nuestra casita es muy pequeñita, es algo así como el dormitorio de mi amiga Irene, cuyo papá es un pez gordo, según mi abuela. Yo no entiendo eso, pues entonces, mi amiga sería un pez y no una persona. ¿No es cierto? 

lunes, 25 de enero de 2016

El océano en el cielo



Las ondas sinuosas de las nubes se mecen en un baile sin fin, inspirador y presente, decorando el cielo azul de blanco espuma de mar.

El oleaje celestial pareció llamarme desde su magnificencia, haciéndome salir de mi reclusión bajo techos de hormigón, y sintiendo mi corazón y mi limitada percepción humana, que el mundo se había girado y estábamos bajo las aguas del océano infinito. Respiré hondo varias veces, como si mis pulmones no pudiesen tolerar la falta de oxígeno marino… pero comprendí que no estaba bajo el océano, sino bajo un firmamento emulador y magnífico.

Ese juego de niños y mayores soñadores que te hacen tumbarte en el arraigado suelo, o lanzar tu imaginación a través del cristal de una ventana, en pos de fijar tu vista mucho más allá, a través del azul sereno o el gris nostálgico de una bóveda celestial plagada de nubes con formas variables… ese juego hoy se ha simplificado ante esta visión. Hoy no desfilan presumidos ante nuestra imaginación el caballo, dinosaurio, persona o flor, que la juguetona nube emula ignorante y nos sirve de fantasía. Hoy la forma es clara y evidente, al menos para mi loco sentido imaginativo.

Es el océano en el cielo.




viernes, 22 de enero de 2016

El hombre de fuego



Marcos sentía que empezaba a marearse. El humo era muy espeso y no le dejaba respirar. El fuego se extendía con rapidez y no había tiempo que perder. Intentaba avanzar, sabiendo que en alguna parte de esa vieja casona estaba el anciano.

Las sirenas sonaban por doquier y sus compañeros se iban replegando. El capitán había dado la orden de no volver a entrar porque el edificio amenazaba con derrumbarse de un momento a otro, pero Marcos sabía que Ernesto estaba allí, aferrado a un recuerdo y a una idea que quería acelerar. Como hombre, podía entenderlo, como bombero tenía una misión. Salvar su vida, aunque con ello estuviese poniendo en peligro la suya.

-¡Ernesto! ¿Dónde está?
- ¡Ernesto, por favor! ¡No me iré de aquí sin usted! ¡Ernesto!

jueves, 21 de enero de 2016

La muerte juega a los dados

El pasado año viví una experiencia muy bonita, que de hecho he decidido repetir este año. Os hablo de asistir a un taller de Escritura Creativa.

Uno de los libros que nos recomendaron para leer fue “La muerte juega a los dados” de Clara Obligado.

“Tal y como nos indica su propia contraportada, es un libro capaz de situarse en la frontera de los géneros y de la ficción misma.
En una casa de la clase alta de Buenos Aires aparece un hombre con un disparo en la sien. Estamos en 1936. A partir de este relato, se teje una compleja red de historias que, en general, ha sido exclusiva de la novela. Clara Obligado desarrolla, al mismo tiempo, una narración policíaca y una saga familiar que llega hasta nuestros días, una colección de cuentos de brillante arquitectura cuyos afluentes arrastran al género hacia caminos nuevos.”

Su autora nació en Buenos Aires. Exiliada política de la dictadura militar, desde 1976 vive en España. Es licencia de Literatura, y ha dirigido los primeros talleres de Escritura Creativa que se organizaron en este país.

En 1996 recibió el premio femenino Lumen por su novela “La hija de Marx”. Ha publicado con Páginas de Espuma las antologías “Por favor, sea breve 1 y 2” y los volúmenes de cuentos “Las otras vidas” y “El libro de los viajes equivocados”, que mereció el IX Premio Setenil al mejor libro de cuentos 2012.

Me gustaría compartir con vosotros un fragmento de su obra, porque pienso que el mismo autor es quien mejor puede presentarse. Os invito a su lectura.

Fernanda, con pasos de gacela, camina por la ciudad para visitar a su madre. Le gusta el barrio, las calles arboladas, la red de sombra tendida en el asfalto. Es una casa baja en el barrio de Belgrano, con un jardín de invierno que parece un acuario y un pasillo infinito de helechos estremecidos al contacto con el aire. Su madre abre la puerta agitando la cabellera de leona. Nubes dolorosas de tormenta, cortadas a cuchillo. Llámame Lisa, querida, dice, “mamá” me hace sentir vieja…”

Clara Obligado. “La muerte juega a los dados”




(Clara Obligado)



lunes, 18 de enero de 2016

Rosas y espinas

Una rosa de largo y esbelto talle descansa sobre mi almohada. Con delicadeza, paso mi dedo índice por la suavidad aterciopelada de sus pétalos. La tomo entre mis manos y la acerco a mi rostro. Cierro los ojos, inhalo su aroma seductor, y pienso… ¿Guardará alma de mujer?

Abro los ojos y observo la perfección de sus formas, la armonía de sus hojas, el significado de su apostura, y decido acomodarla de nuevo sobre el algodón de mi cama. No puedo evitar volver a pensar… ¿Guardará alma de mujer?

Entre el verdor de su tallo observo una pequeña ala de tiburón de color marrón, pequeña, insignificante, oculta. Acerco mi dedo y la rozo con suavidad. Un dolor intenso y lacerante mezcla el rojo de mi sangre con el blanco del algodón.

Y a pesar del dolor, sonrío. La rosa es hermosura, fuerza y ataque.


Es alma de mujer.


sábado, 16 de enero de 2016

Casualidad

Estoy aburrido. Esta tarde no tengo nada que hacer y decido pasear, porque en verdad, me aburro bastante.

Mientras camino por el sendero que divide el parque en dos, me planteo cómo es posible que el hombre prefiera, en un porcentaje más o menos importante, pasear con calzado sobre albero, en lugar de pasear descalzo sobre la hierba.

Voy sumido en mis pensamientos y me topo de bruces con el cartel “Por favor, no pisar la hierba”. Menuda casualidad, pienso.

Veo mi banco favorito a unos diez metros de mí. Pongo mi vista en él, como si con este gesto, ya tuviese garantizado que nadie me lo quitará. Un par de ancianos se dirigen a él, pero hoy siento deseos de mandar al garete la educación. Quiero sentarme en “ése” banco.
Acelero un poco el paso y ¡bingo! Me siento cómodamente en el centro del mismo, mis manos extendidas, apoyadas en el asiento. Todo el banco para mí. Cruzo las piernas y me dispongo a pasar un ratito agradable de lectura.

-         Por favor joven, ¿permite? – se dirige a mí uno de los ancianos.

Durante un instante tengo la tentación de mentir y decir que espero a alguien, pero al final, cedo.

Voy a echarme para el lado y así permitir que el abuelo pueda sentarse, pero me es imposible, ya que al otro lado se ha sentado el otro anciano. Increíble. Yo quería el banco para mí solo, pero aquí estoy, sentado en medio de dos ancianos desconocidos para mí y apretujado a más no poder.

-         Manolo, te dije que Antonio no vendría- dice uno de ellos.
-         Eres un aguafiestas, Paco - casi escupe el otro.
-         Tenía cosas que hacer, ir a comprar no sé qué cosa- insiste el primero
-         Qué casualidad y que fatalidad.- deja caer el segundo.
-         Me apuesto contigo el carajillo de la mañana a que no tenía que  hacer nada.
-         No seas mal pensado. ¡Venga, va!, veo tu carajillo y añado una caña en el bar de Pepe.

Me siento incómodo. No estoy seguro de intervenir.

-         Pues yo se lo dije clarito. El que no venga, paga.
-         Qué casualidad, yo le dije lo mismo.
-          
Ambos hombres empiezan a reírse, y yo, decido ponerme en pie.

-         La moza no está por la labor. – suelta el primero.
-         ¿Y tú qué sabes de eso Manolo? Tú ya ni te acuerdas de lo que es una hembra.
-         No seas pamplinas Paco. Que yo todavía tengo mis rocecitos.
-         Eso quisieras tú. Como no haya por medio pastillitas azules y la pensión, tú ya ná, de ná.
-         Qué casualidad, lo mismo te pasa a ti.
-         Pero dime Manolo. ¿Cómo podemos saber ahora quién gana la apuesta?
-         Ahí me has pillado Paco. Tendremos que llamar a la Bernarda.
-         ¡Hay que joderse Manolo! ¿Tiene que ser a la Bernarda?
-         ¿A qué no hay huevos?
-         ¿A qué no me tocas las pelotas?

Ya estoy por levantarme, cuando se ve entrando por el camino a otro anciano.

-         ¡La ostia Paco! ¡Ahí viene!

El tercer anciano se acerca al banco. Ahora sí que me levanto, total, no me dejan leer y éste, lo mismo se sienta encima de mí.

-         Creímos que ya no venías.- le suelta en plan chulo el llamado Manolo.
-         Tenía que verlo por mis propios ojos- suelta el recién llegado.

Yo ya no lo dudo y me levanto.

-         Joven, me ha jorobado la tarde- me dice el recién llegado.

Los otros dos ancianos se ríen con ganas. No dejan de mirarme y reírse cada vez con más fuerza.

-         Qué casualidad que alguien haya venido esta mañana- suelta Manolo con cara de guasa.
-         Y que lo digas. Que sepa joven, que yo me había apostado con estos dos, que nadie era capaz de quedarse aquí sentado como un pasmarote, guardándome el sitio, escuchando las tonterías de éstos. Gracias a usted, tengo que pagar un carajillo, una caña y una tapita gratis durante tres días, ¡a cada uno!.- me dice el tercero en llegar.
-         A nuestra edad hay que apostar, que todo es muy aburrido- me suelta para colmo el tal Paco.


Siento ganas de reñir a los tres, pero luego pienso, “Qué casualidad” Yo también me aburría cuando llegué. Y empiezo a reírme con ellos.

jueves, 14 de enero de 2016

¿Coloreas?

¿Recuerdas cuando te pasabas horas coloreando? Aquellos momentos en los que tomabas tu caja de lápices de colores o las ya consabidas ceras y empezabas a dar color a aquellas láminas tan solo rotuladas por el exterior, haciendo con ello que adquiriesen vida. ¿Por qué dejaste de hacerlo?

Recuerdo cuando mi madre me dejaba coger “los rotuladores”, aquellos de “Carioca” que siempre terminaban en mis manos, brazos, y a veces, en mi cara. (Aún no he olvidado una vez que me dio por maquillarme con ellos. La cara de mi madre al verme tampoco se me ha olvidado, ja ja)

Pues bien, ahora te propongo que vuelvas a tu niñez y recuerdes aquella magia. Si tienes hijos o sobrinos pequeños, es posible que ya estés en ello, pero lo que yo te propongo es distinto. Te propongo colorear para adultos.

lunes, 11 de enero de 2016

El largo de la falda

A esas horas, el tráfico se escuchaba denso en las atestadas calles sevillanas. Mientras, a este lado de los cristales, era otro el sonido que reinaba. El continuo traqueteo de los teclados y las incesantes voces de las impresoras, marcaban un ritmo acelerado.

De nuevo, la mujer se alisó su impecable falda plisada y planchada a conciencia. La blusa de raso blanco, comenzaba a mostrar en algunas zonas, huellas de lo que podría ser nerviosismo.

Un hombre delgado, joven, de aspecto serio, se acercó a ella. 

-      Por favor señora Antúnez, pase.
-      Señorita.- aclaró ella.
-      ¿Perdón? ¿Cómo dice?- preguntó él distante.
-      Que no soy señora, sino señorita – repitió ella.

Él se limitó a indicar que pasara, y ella volvió a alisar su falda, una vez más, antes de entrar al despacho. En el interior del mismo, una mujer joven y muy maquillada, la esperaba sentada con la espalda erguida. 

-      Buenos días  – saludó con timidez al entrar.
-      Buenos días. Por favor, siéntese, señora Antúnez.
-      Señorita. – repitió una vez más.

El asistente hizo un pequeño gesto que bien se podría interpretar como un amago de sonrisa. Después, salió, cerrando la puerta tras él y dejando a ambas mujeres en aquél despacho de paredes en tonos melocotón, muebles de diseño y aura de poder.

-      Se preguntará por qué la he llamado- preguntó la más joven.

La muchacha se puso en pie para estrechar la mano de la señorita Antúnez. Una mano firme y fría. Vestía un elegante jersey de hilo y una falda como la de la mayoría de las ejecutivas de la empresa, muy corta.  Luego, volvió a su posición inicial, sentada, dominando la estancia.

-      La verdad es que sí- contestó la aludida tomando asiento.
-      Su nombre es Sofía, ¿cierto?

Sofía Antúnez, asintió.

-      La he llamado por el largo de su falda.

Sofía miró su ropa con gesto de incertidumbre, volviendo a alisar una vez más los pliegues de la misma. Era su falda gris favorita, muy elegante, por debajo de la rodilla.

-      ¿Qué edad tiene?- preguntó la joven sorprendiéndola.
-      Cincuenta y nueve.

La muchacha joven la miró con una sonrisa en el rostro. 

-      Yo tengo veintisiete.

Un silencio se instaló en el despacho. Desde allí, no se escuchaba nada, ni el tráfico, ni las impresoras. 

-      Habrá escuchado algo sobre la nueva dinámica de la empresa - añadió la joven.

Sofía palideció. Aun así, contestó con serenidad.

-      Algo he escuchado.
-      Es un tema sumamente desagradable. Los tiempos cambian y es necesario hacer gestiones para modernizar el rendimiento.

Sofía dirigió su mirada a la ventana.

-      Hace calor hoy. – afirmó.

La joven la miró extrañada y continuó.

-      Hay trabajos que yo podría realizar personalmente, pero un buen jefe debe contar con ayudantes eficientes. Personas conocidas en la empresa. Alguien que lleve tiempo en contacto con los trabajadores y que no tenga miedo a lo que puedan pensar los demás. Por supuesto, estos ayudantes tendrían una subida de sueldo importante. – añadió con perspicacia.
-      No estoy segura de comprender.
-      ¿Se ha fijado en sus compañeras de sección? Jóvenes, delgadas, con faldas que no sobrepasan la mitad de sus muslos…Son nuevos tiempos. Y sí, hace calor hoy.
-      ¿Qué le pasa a mi falda?
-      ¿Perdón?
-      Dijo que me había llamado por el largo de  mi falda.
-      Es el apropiado para mi propósito. Sólo una mujer a la que no importa el qué dirán, llevaría hoy en día una falda así en esta empresa.
-      ¿Es cierto lo de modificar la plantilla?
-      Alguien deberá estudiar ese tema y hablar con los empleados. Quizás, algún empleado que ya haya pasado de los cincuenta. Es mala edad ésa para encontrar un  nuevo trabajo.
-      Pero la vida de esa persona cambiaría por completo. Dejaría de tener amigos. Podría ser muy infeliz.
-      No seré yo quien opine sobre ello. Mi puesto de trabajo no está en juego.

Sofía volvió a alisar su falda.

-      Su falda está impecable. Una mujer que dedica tanto tiempo a planchar esos pliegues, debería hacer otras cosas, como viajar. Piense en nuestra conversación. Sería estupendo que pudiese viajar.
-      Pero…
-      Piense usted en  nuestra conversación, señorita Antúnez.  La recibiré mañana a la misma hora. Buenos días.

La mujer regresó a su mesa. Ahora, su despacho, se veía frío, vacío. El ruido del tráfico llegaba desde fuera. Una joven de largas piernas pasó frente a ella. Y ella, se alisó nuevamente la falda plisada y larga.




sábado, 9 de enero de 2016

A través del agujero



Una hoja de otoño vencida y raída por una oruga caprichosa y hambrienta, inmersa en cuestiones que no comprende, pronta a perder la sujeción a la rama que la cobijaba del mundo exterior y le prometía la inmortalidad… fue la única que le hizo pensar.

Una hoja agujereada y distorsionada entre tantas hojas verdes, fuertes, sanas y con futuro.

Le hizo pensar a él, paseante sublime, ajeno a lo que le rodea, caminante anónimo que circula pisando sobre un lecho de vida incomprendido. El crujir de una hoja relaja sus sentidos y la efusión verdosa le llena de aire puro sus pulmones humanos y predispuestos.

Un caminar lento que ignora el micro mundo alerta que le rodea. Él es grande. El hombre es grande y está vivo, respira, siente, desea, teme… el hombre decide sobre la Naturaleza que le rodea, el hombre decide su suerte y su encanto a beneficio propio.

Y mientras ese hombre camina absorto en sus pensamientos humanos, ve un tronco agujereado que ignora con repugnancia. A saber que puede haber tras ese agujero, salvo quizás algún bichejo escondido.

Y continúa en su deambular topándose sin prestarle atención, con la rama de un árbol que se coloca frente a él y le detiene. Porque la Naturaleza también decide sobre el hombre. Se topa con hojas marrones y verdes que conviven en armonía, decoradas con el naranja al trasluz de una vieja hoja vencida y raída por una oruga caprichosa y hambrienta, con un gran agujero en toda ella, a través del cual es imposible no mirar…


El sol quiere participar y cruza la hoja provocando destellos circulares a su alrededor, haciendo que él le reciba al otro lado, haciéndole sentir esta vez pequeño, parte diminuta de un Universo mayor y poderoso que puede actuar sobre él, haciéndole consciente de que formamos parte de un ecosistema singular, y provocando un escalofrío intenso al pensar, que si el hombre no cuida y subestima la pequeña naturaleza dormida, tal vez, la Madre Naturaleza en mayúsculas no le cuide y le subestime a él, pequeño miembro vulnerable de un Universo mayor. 


jueves, 7 de enero de 2016

Las mil y una noches



Ojos oscuros y profundos alargados cual la noche, la luna llena por espejo y compañera, arcos lobulados de sueños, tapices multicolores y alfombras por doquier, dunas de arena ardiente y frías noches transitadas por las más tejidas historias conforman la esencia maravillosa y sublime de Las mil y una noches.  
¿Cómo no hablar de esta obra suprema en un blog de cuentos? Las mil y una noches es una recopilación de historias árabes medievales recopilados en un libro persa llamado Hazâr afsâna (mil leyendas).

En el siglo IX, el cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar realizó una recopilación y traducción de estas historias folklóricas al árabe. Supuestamente, en el siglo XIV, se unió la figura de Sherezade a la historia principal, de tal forma que ella une todas estas aventuras, que va transmitiendo noche tras noche a su esposo “encantado” a fin de salvar la vida.

martes, 5 de enero de 2016

El huevo

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Eterna adivinanza. En el famoso periódico “The times” un científico y un avicultor se pronunciaron al respecto, manifestando que lo primero habría de ser el huevo. ¿Por qué? Bueno, la cosa tiene incluso lógica. La primera gallina en teoría tuvo que nacer de un huevo. Antes de ser gallina, hubo de ser embrión.

        ¿A qué viene todo esto? Bueno, porque a veces, no todo lo que opinamos por lógica que es correcto, lo es.

       

Cristal era una mujer de setenta años que llevaba toda su vida volcada en los demás. Cuando era niña, le tocó vivir una época dolorosa que terminó en guerra civil. Sufrió el dolor de la pérdida de seres queridos y vivió situaciones muy dolorosas. A pesar de ello, siempre intentó sonreír a la vida y fijarse en lo positivo que se le presentaba.  

Tuvo muchos pretendientes, no en vano, era una mujer bastante atractiva. Pero siempre estaba demasiado ocupada para comprometerse en serio con nadie. Vivió historias de amor, pero no desembocó en matrimonio. Solo había algo que de verdad la entristecía, no haber tenido hijos.

En fin, nunca sabemos lo que nos depara el futuro, ¿verdad?

Aquella mañana, como cada viernes, Cristal se dirigía a la biblioteca. Una de sus aficiones era llevarse un libro para el fin de semana. Tenía tres amigas con las que paseaba, pero los fines de semana, ellas solían tener cosas que hacer porque cuidaban a los nietos, o al contrario, habían pasado toda la semana cuidando de ellos, y aprovechaban el fin de semana para “sus cosas”. Así que Cristal dedicaba los fines de semana a pasear y leer. Pero aquél viernes algo cambió. Recibió un aviso para recoger un paquete que le habían enviado desde el extranjero, cosa que antecedió a la biblioteca.

El paquete resultó ser una caja más pequeña que grande, sin ningún remitente. Eso sí, aparecía de forma clara su nombre y dirección. La curiosidad era muy fuerte y se fue a su casa para ver que contenía. Al abrirlo, se encontró un sobre pequeño con una carta dentro y se quedó pasmada...

domingo, 3 de enero de 2016

Perfección



Se operó la miopía, con timidez, se arregló el tabique nasal, se engrosó los labios… Con decisión se aumentó el pecho y  se alisó el contorno de los ojos… Con seguridad absoluta, se hizo una liposucción y se redujo el estómago… Y un día, se levantó, observo su perfección absoluta reflejada en un frío cristal y pensó volver a intervenirse los ojos… aquella primera operación tuvo que estar mal hecha, pues no reconocía su propio reflejo ni quién había dentro de él… Solo sabía que “aquella mujer” no era ELLA.

viernes, 1 de enero de 2016

Jazmines en el alma

(Dedicado a mi abuela. Te echo mucho de menos)

El aroma dulzón de aquellas diminutas flores blancas se extendía por todo el patio, envolviéndonos a mi abuela y a mí, con su presencia. Qué diferente del olor que aun flotaba furtivo en el interior de la casa, a ajo y romero.

Allí fuera, sentada con el cielo por techo, y con mi corazón en sosiego, aspiré hondo el aroma de los jazmines mezclado con el de la dama de noche. El sol ya se escondía, mientras, una ligera brisa nos daba sosiego tras el caluroso día sufrido.

Aquel inmenso patio era el paraíso de mi abuela, su refugio. Repleto de plantas, de sus blancas paredes apenas se percibía algo de ladrillo encalado entre una maceta y otra. Grandes latones e improvisados tiestos dominaban el suelo. Y jazmines. Rosas y jazmines por doquier.

Yo era muy pequeña entonces... 

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