¿Puede existir algo más
hermoso que el amor de una madre? ¿Hay alguien más bello en el mundo para una
hija a la que ha dado todo?
Se enfadará conmigo al ver
la fotografía. No le gusta que la fotografíen. Pero no he podido resistirme, porque además, así es
como yo la veo. Así es ella por dentro.
Por fuera, el paso del
tiempo ha jugado con su tez. Sus bellos ojos color oliva, muestran el cansancio
y las vicisitudes del cuidador. El verdor intenso de antaño, transfigurado ahora
en suave esplendor, aquél derivado del cansancio, de la lucha, de la lógica,
del sinvivir por dar lo que no tiene, “todo”. Los párpados caídos sobre sus
pestañas y esas bolsas bajo sus ojos, indicio del paso del tiempo, aquél al que
no cedió.
Su rostro se ha arrugado,
conservando la suavidad de antaño, ahora más maduro, más flexible, siempre
extendiendo su mano. Muestra las noches en vela y las lágrimas derramadas ante
los devenires de sus hijos, de sus trocitos de piel, de sus pequeños fragmentos
coronarios, de su esencia como mujer.
El más pequeño de la casa
es especial, indefenso ante la realidad, fiero ante la adversidad. Dime madre,
luchadora, heroína de tu verdad, ¿cómo es posible que con tanta fiereza puedas
luchar?
Escasas son sus risas, pero
cuando acuden aprisa, sus ojos recuperan la chispa de antaño y su piel
resplandece, aliviando un poco quizás el dolor que soportan esos huesos
abatidos que se debilitan y esas articulaciones inflamadas. Engaña al tiempo
tiñendo su cabello, pero no puede teñir su alma. Y aun así, siempre es capaz de
soportar más, siempre poderosa, siempre capaz, por cuidar a los suyos, a sus
trocitos de ser, a sus cachitos de vida.
De veras, ¿hay alguien más
hermoso? Qué más da tu edad. Ahora setenta, después Dios dirá. Lo que importa
es la supremacía del ser luchador, del héroe real, de aquél que antes que nada,
y sin pedir un recibo, DA, DA, y DA.
Un beso para ti querida
mamá. Te quiero, por tu apoyo, tu sello, tu identidad. Te quiero porque
entregas por nosotros tu vida, tu libertad y dormiste tus sueños…. Y ahora…
aquí estamos, solemnes testigos de la magia única del amor que solo tú puedes
entregar. Y el tiempo pasa, pero yo sigo viéndote así, con tu pozo y tu brocal,
con su mirada serena, con tu dulzura en el rostro, y tu fuerza de voluntad.
Tú eres la rosa exótica y fuerte, magnífica y espléndida, y yo, la margarita silvestre...
TE QUIERO MAMÁ.