Y cubrió su bello rostro con la máscara del agrado. Se envolvió en el satén suave de decir siempre "SÍ". Se calló los miedos, se tragó el orgullo, y decoró su antifaz con lentejuelas de deseos ajenos.
Pero el satén se volvió pesado y el antifaz molesto. Le cubrían el rostro y los anhelos. Sus ojos veían el mundo limitados por un fieltro. Sus labios añoraban sentir las caricias de la libertad.
Imposible desprenderse de aquella falsa, sin desnudar su alma. Pobre prisionera de si misma, de las apariencias cautiva. Confusa y agotada.
Un día equivocó las palabras. En lugar de decir "sí", se le cayó un "NO" por el borde del subconsciente.
El satén resbaló de su piel, el antifaz se desprendió ausente. Notó el frío en la piel y el calor en la sangre.
Se iluminaron sus pupilas y se entreabrieron sus labios. Jamás se había sentido tan libre, expuesta y salvaje.
Se marchó el icono.
Quedó tan solo la magnífica mujer.