Hace pocos días te hablé
de “El ropero de las mujeres”, un libro escrito por un gran
escritor y amigo.
Hoy también voy a
disfrutar del privilegio de referirme a una obra nacida del seno de una persona
cercana. En este caso, una mujer sensible, de cuyo corazón brotan sentimientos,
ideas y talento.
Me refiero a “Cuaderno de
Memoria”, escrito por Olga María Palmero Gamboa, a quien aún no tengo el gusto
de conocer en persona, pero con quien comparto bastante. El amor a los libros,
a la escritura, a dejar volar la imaginación, y a centrarse con seriedad cuando
el asunto lo requiere. En aquellas ocasiones en las que he entablado
comunicación con Olga, me ha mostrado un lado fuerte y a la vez sensible. La
imagino sonriendo, dulce y de ideas claras.
Y así es su libro,
“Cuaderno de memoria”. Un conjunto de relatos unidos entre sí, nacidos de la
imaginación, de la recopilación de datos en verdad acontecidos, y de la gran
labor de investigación, llevada a cabo por su autora.
Olga y yo compartimos no
sólo familia, sino también lugar de nacimiento, Palma del Río. Si bien yo
marché pronto a Cañada Rosal, y posteriormente a Carmona, ella si reside en la
localidad que la vio nacer.
En este libro refleja de una forma sencilla, amena, atrayente y espléndida, la sociedad y los
cambios políticos y sociales que en ella van teniendo lugar en un tiempo
determinado. Cañada Rosal, Sevilla, Palma del Río… son los distintos escenarios
de la vida de Ana Arimatea y su búsqueda como mujer, esposa, y madre… en
aquellos tiempos de la II República, la Guerra Civil, la dura Postguerra y la
Dictadura Franquista.
Su autora obtuvo el Premio
Prensa-Escuela organizado por el Diario de Córdoba, y el Premio Seminario de
Relatos de la Asociación Ecologista Hornasol. Ha publicado La Triaca (relatos),
Cuaderno de Memoria, e Historias de un hombre bueno, entre otros.
Articulista en diversas
revistas culturales y también escritora de trabajos relacionados con la
dinastía Omeya en el Emirato Cordobés. También ha colaborado con la antología
de poetas cordobeses por la donación de órganos.
Poco más puedo deciros,
salvo quizás, mostraros un trocito de esta obra, que, personalmente, me
emocionó y atrajo de principio a fin… quizás porque su protagonista, Ana
Arimatea… me recordaba sobremanera a mi bisabuela… una mujer de armas tomar,
pero en silencio, con discreción, fuerza y admiración.
Gracias Olga por este
libro, compartimos apellido y familia, ojalá en algún momento, compartamos
talento. Un beso muy fuerte.
“Pan
y chocolate”
Su
falda de bajo almidonao abanica el mediodía blanco de sol y de abril que ya
quema.
Sus
manos finas y fuertes huelen a campo, a vareta de olivo para secar, a jabón
verde, a ella.
Alza
las rodillas seguras al andar entre las mieses que comienzan a tostar, mientras
su cabeza es coronada por las pajas cuidadosamente entrelazadas de su sombrero.
En su barbilla se anuda, junto con su pañuelo de batista verde, la belleza y la
raza de su cara blanca, oscureciendo más aún sus ojos caídos de color oliva. Su
rostro es como un lienzo donde el pincel ha dejado una ligera tristeza difícil
de mostrar.
Manuel,
junto a la trilla que prepara para los cercanos días de siega, la ve pasar cada
vez más bonita, persigue casi de memoria como sus pasos la llevan al hombre que
es su marido. Buena y formal, puntual y servicial, porta con dulzura y gracia
una quincana hecha de palmas por sus manos hacendosas, cargada con un trozo de
pan, tocino y algunas naranjas con sabor acaramelado. Y, cosiendo sus labios
con rabia de saber que es de otro, maldice su suerte, su timidez, su cobardía
para con ella. Si tiempo atrás le hubiese hablado con valor, aquella tarde
cuando asomada a la puerta le dio una rosa blanca de olor, tal vez aquel pelo
que se perfumó de primavera, hubiese sido hoy de sus manos y de su sinvivir.
Sería a él y no a su primo José al que Ana le llevase aquella mañana la
quincana con viandas, y sus tres hijos, también serían los suyos.
“Mi
Ana bonita de rosas en el pelo…”