Todos sabían que, cuando la bruja tenía hambre, abría su boca y comía. Amaba comer. Siempre estaba hambrienta..., pues la carne no saciaba su hambre; ella necesitaba alimentarse de almas.
Le gustaba saborearlas despacio, dejar que se relajasen para, en el último instante, clavar sus dientes afilados y sus garras en la presa, y agitar los miedos de esta, hasta lograr que su corazón cediera y, se desprendiera del cuerpo. Entonces se bebía su último aliento de vida y dejaba en su lugar una carcasa vacía, un juguete, una marioneta más.
Por ello, el bosque oscuro se halla repleto de almas que, penden de las ramas más altas de esos inmensos árboles oscuros que custodian el propio corazón de la bruja, sepultado en un árbol de sangre que llora hambriento.
Y cuando el hambre aprieta, la bruja ha de comer de inmediato.
Cueste lo que cueste...
Feliz Halloween, amigos