Felicidades, papá

 

En esta imagen, las dos personas que más admiro en el mundo. 

Mi madre, por suerte, sigue conmigo. Ahí, donde se la ve, quizás delicada, os puedo asegurar que lleva la fortaleza en el alma. Cuántos años han pasado de esta imagen, unos cuantos, sí, unos cuantos. Ahora, mi madre lleva el pelo del color de la nieve, y en el pecho, porta un hueco enorme.

Ese hueco, lo dejó mi padre, que un día, con esa sonrisa que ahí se ve, tuvo que marcharse. 

De eso sí que me acuerdo. Fue el 1 de julio del 2020. 

Mi padre me enseñó durante toda mi vida, muchas cosas. 

Me enseñó que la vida era más bonita si sonríes, pues a veces, la vida se contagia y te devuelve esa sonrisa.

Me enseñó que no hay caminos fáciles, pero sí formas de sembrar a lo largo del sendero para que sea bonito transitarlos.

Me enseñó que la familia es un tesoro, y que la propia persona es la piedra preciosa angular que hay que escuchar, para así, poder escuchar a las demás. 

Me mostró la generosidad, el valor, la fuerza, la constancia y la superación. Y lo hizo con una sonrisa que se transformó en mariposa y se elevó de su cuerpo para posarse en los corazones de todos los que le amamos.

Hoy, día del padre, solo puedo decir, con la mano en el pecho, con una sonrisa, con el oído escuchando el aleteo de la mariposa que nos regaló, FELICIDADES, PAPÁ. Te quiero más aún, te echo terriblemente de menos, pero te siento junto a mí a cada instante. 

Así que, en este momento, le digo a mi amigo el Universo, que gracias. Gracias por permitirme disfrutar de mi madre. Y gracias por haberme permitido disfrutar de un ser tan especial como es mi padre, pues aunque su cuerpo no esté, para mí, en mi corazón, mi padre vivirá mientras yo lo haga. 

Aprovecho para felicitar a todos los Josés y Josefas. Espero que haya sido un día bonito, y me despido de vosotros con un beso y una sonrisa, pero no mía, sino de mi padre, de las mejores sonrisas, de las que se forjaron del alma.