viernes, 25 de septiembre de 2015

El asesino de los números

La noche caía con rapidez e Isabel no sabía qué hacer. No recordaba cómo había llegado allí, solo podía observar aterrada el cuerpo que yacía sin vida al fondo del acantilado y la mancha de sangre que se veía extenderse, más y más, bajo él.

Dos semanas antes...
La inspectora de homicidios, Isabel López, es llamada al despacho de su jefe, el Comisario Martínez.

- Tengo un nuevo caso para ti. Ha aparecido un cuerpo en el parque. Se trata de una mujer, de cincuenta y cinco años. Aún no la hemos identificado. Aparentemente no muestra signos de violencia, no sabremos nada más hasta terminar la autopsia. Sus brazos estaban sujetos a la espalda y sostenían en ellos un trozo de cartulina de color azul con el número 4 escrito en él.
- Comisario, el hombre que encontramos en la biblioteca hace dos días tenía en sus manos un trozo de cartulina de color verde con el número 5.
- Así es. Por ello pienso que pueda tratarse del mismo asesino. Hasta no obtener la autopsia de este nuevo cuerpo y los resultados finales de la autopsia del caso de la biblioteca no podremos estar seguros de ello, pero pueden estar relacionados. Isabel, puede tratarse de un asesino en serie, y el tema de los números me preocupa.
- El número 5, luego el 4 ¿está contando hacia atrás? ¿Nos llevaran las pistas hasta dónde quiere llegar? Me pondré ahora mismo a investigar.



Isabel salió de Comisaría con su compañero, Luis. Luis era un hombre que estaba a punto de cumplir los sesenta años y que pensaba seriamente en la jubilación o en el paso a trabajos de segunda actividad. Le gustaba seguir pateando las calles, como siempre, pero su mujer, Flora, no dejaba de insistir para que se jubilase. Isabel le estaba muy agradecida a Luis. Al principio no la tomaban en serio y él fue un apoyo. Ahora, por fin había conseguido ganarse el respeto de sus compañeros al resolver tres casos de asesinato en los últimos dos meses.

La joven puso a su compañero al tanto de la situación. Poco después, llegaban al parque, donde las fuerzas policiales habían llevado a cabo un aislamiento de la zona que habían de investigar. Los curiosos se arremolinaban en torno al cerco policial. Luis e Isabel traspasaron el mismo y llegaron hasta donde se encontraba el cuerpo.

Ella observó y miró detenidamente el cuerpo. Había algo raro en la postura de su cuello. Unos días antes habían descubierto un cadáver en la biblioteca. Se trataba de un joven de treinta y pocos años. Estaba tendido en el suelo, sin mostrar indicios claros de violencia.  Tenía las manos amarradas a la espalda con la cartulina y el número 5. La cartulina era de color verde. Encontraron restos de algo que podía ser “abono” en su estómago, así como una solución química en su sangre. Aún no tenían sospechosos.

En este nuevo caso la cartulina era de color azul. Isabel notó como los labios del cadáver estaban azulados y efectivamente el forense le confirmó que parecía haber muerto ahogada.

Una llamada en ese instante les informó de un nuevo cuerpo hallado.  Ésta vez el cuerpo había sido encontrado en la parte trasera de una floristería. La propietaria del establecimiento había cerrado unos días por vacaciones y al volver lo descubrió. Estaba nerviosa y aterrorizada, al parecer no paraba de llorar. El cadáver era una mujer de cuarenta y pocos años. Tenía las manos amarradas a la espalda y en ellas sostenía una cartulina roja con el número 3. El cadáver parecía estar “maquillado” del buen aspecto que presentaba.

Estuvieron hasta tarde en el último escenario y por fin decidieron regresar a sus casas. Isabel dejó a Luis en casa y se marchó a la suya con toda la información que pudo requerir de todos los casos. Antes de marcharse había hecho varias llamadas y presionado en varias secciones de Comisaría. Necesitaba los resultados urgentes de las autopsias, la identificación de las víctimas, necesitaba saber si había algún tipo de conexión entre ellos…

Al llegar a casa se desnudó y tomó un baño caliente. Se permitió el lujo de relajarse a conciencia. Vertió vino en una copa y se tumbó en el sofá. Prácticamente se había quedado dormida cuando su mente traicionó su descanso y empezó a elucubrar. La primera víctima tenía una cartulina verde y en la autopsia habían encontrado abono de plantas. La segunda víctima tenía una cartulina azul y algo le decía que iban a encontrar agua en sus pulmones. Y la tercera tenía una cartulina roja y se encontraba en una floristería y maquillada. Parecía que el asesino quería jugar con ellos. Las cartulinas eran una especie de pista de cómo los mató, pero, ¿y los números? ¿Tenía el asesino pensado matar a cinco personas y por ello los números iban en orden decreciente? o tal vez, podría haber matado a más personas en otro lugar y ellos lo desconocían.

A la siguiente mañana, madrugó aún más que de costumbre. Sus compañeros del laboratorio habían hecho muy bien su trabajo. En su despacho había un gran panel donde había colocado numerosas fotografías de todos los cuerpos, cartulinas, lugares donde fueron hallados, etc. Había que investigar a fondo para intentar encontrar un “modus operandus” y adelantarse al asesino.

Se confirmaba que la víctima número 3 había muerto envenenada por una especie rarísima de planta venenosa. La habían maquillado. Estaba “bella”. Sus labios de un rojo intenso tenían el mismo tono de la planta que había terminado con su vida. Este asesino actuaba muy rápido, prácticamente no les dejaba margen. Según confirmaban las autopsias iba matando con un margen de muy pocas horas. Entre la primera víctima y la segunda habían pasado cinco horas. Entre la segunda y la tercera habían pasado cuatro horas. Supuestamente en tres horas asesinaría a su siguiente víctima que aparecería en algún lugar con las manos atadas a la espalda y una cartulina con el número 2. Y siempre algo en común. La relación con la Naturaleza.

- ¡Juan! ¡Busca rápido los expedientes de detenidos relacionados con Medioambiente!
- ¿Estás segura Isabel? No vamos a encontrar más que personas que se han amarrado a árboles con cadenas o cosas así.
- ¡Busca! ¡Andrés! Busca todo lo relacionado con posibles asesinatos fuera de la región o del país con aparición de números, cartulinas de colores o cualquier otro símil con nuestros casos. ¡Rápido! Tenemos muy poco tiempo.

Y así era. La joven sabía algo que los demás desconocían. Cuando era niña, iba con su padre al mismo parque donde apareció el número uno. Con su madre a visitar el embarcadero, y el número dos había fallecido ahogado. Y después recordó aquél incidente con Daniel, un antiguo novio. Al cumplir la mayoría de edad, le regaló dieciocho ramos de flores rojas. Más que por un romántico, Isabel lo tomó por un maniaco.

Algo era evidente. El asesino la conocía o era alguien cercano a su entorno y le estaba enviando un mensaje directamente a ella. Impulsada por un resorte, recordó las horas de soledad mirando al mar. Su amiga Sonia tenía una casa en la playa y cuando podía se escapaba con ella algún fin de semana. Cuando necesitaba pensar le pedía las llaves de su casita y se tomaba un descanso de todo lo que veía a diario en su trabajo. Ahora era el momento justo de hacer un paréntesis y pensar. Llamaría a Sonia y se dirigiría de inmediato a la casa del acantilado.

Al llegar al lugar, observó sorprendida una furgoneta de abonos muy cerca del borde del acantilado. Era extraño, nadie se acercaba con vehículo por aquella zona, de todos era conocido que era peligroso acercar un vehículo pesado a la grieta del acantilado. Sin embargo, allí estaba. Su instinto policial le hizo acercarse con precaución,  pero la llegada de su vehículo había alertado al invasor. Escuchó ruidos y corrió rauda hacia donde provenían. Sólo acertó a ver como un hombre caía al vacío. Durante una fracción de segundo su cuerpo se detuvo, pero su mente voló hacia desde donde se suponía que había caído el cuerpo… y entonces lo vio.

En la parte alta del acantilado había una figura. Parecía un hombre, grande, fornido que se alejaba corriendo del lugar para subirse a la furgoneta y emprender la huida. Ella lanzó varios disparos al aire y cogiendo su móvil empezó a marcar para llamar a una ambulancia aunque desde donde había caído el cuerpo poco había que hacer. ¡Maldita cobertura! Conforme fue subiendo comprobó con alivio que empezaba a tener línea, pero observó impotente como el intruso huía. Aun así, acertó a ver bien la furgoneta.

En menos de media hora, el cordón policial se extendía, e Isabel sentada al borde del acantilado comprobaba como el forense y los demás intentaban llegar hasta el cuerpo que estaba empezando a ser azotado por el mar. Pocas pistas iban a conseguir de aquí. Esta vez no había cartulina en el cuerpo. El asesino había sido sorprendido y no había podido terminar bien su trabajo. Probablemente su idea era dejar el cuerpo arriba del acantilado, no en el fondo del mismo. Si hubiese llegado unos momentos antes… De nuevo un lugar relacionado con su vida.

-          ¿Isabel?- Carmen llegó corriendo- ¿estás bien?
-          Soy su objetivo Carmen. Todos los lugares de los asesinatos son lugares que he frecuentado en momentos importantes de mi vida. Si hubiese llegado antes lo habría cogido.
-          O él te habría matado. ¡Venga! Investiguemos los datos de la furgoneta. ¿Cuánto tiempo tenemos?
-          Muy poco. Por cierto… ¿Y Luis?
-          Se ha tomado la mañana libre. Al parecer quería hacer varias cosas en casa.
-          ¿En pleno asesinato?

Pocos minutos después Isabel era informada. La furgoneta había sido robada unos días antes de una empresa de Abonos. El último cuerpo también revelaba plaguicida en la sangre y por supuesto el mismo componente extraño. El laboratorio no era capaz de identificar el extraño elemento químico que aparecía en todos los cuerpos.

Isabel recordó entonces a Germán, un amigo de hacía tiempo, de cuando ella salía con su antiguo novio.  Era un genio con la química y adoraba las plantas. Tal vez él pudiera ayudarla con aquel caso. Tras unas averiguaciones dio con su paradero. Trabajaba como investigador bioquímico en una importantísima empresa del país. Decidió acudir en su búsqueda y pedir su ayuda de inmediato, pero antes, telefoneó a Luis para informarle. No obtuvo respuesta y eso la inquietó. Él no desconectaba el teléfono aunque estuviese descansando. No tenía sentido.

Sola, se dirigió a la Empresa donde trabajaba Germán. Estaba ubicada muy cerca de Comisaría. Con su identificación consiguió hablar con el Presidente de la misma.
-          Siento molestarle, pero es de vital importancia que hable con Germán Suárez.
-          ¿Germán Suárez? Disculpe inspectora, el Sr. Suárez ya no trabaja con nosotros.
-          Mis fuentes me han revelado que tenía un importante puesto en su empresa.
-          Y así era, hasta que descubrimos que utilizaba los medios de la empresa en su propio beneficio y hacía experimentos e investigaciones dudosas.
-          ¿A qué se refiere?
-          No podemos concretar con exactitud, pero he de informarla que el Sr. Suárez estaba trabajando en la elaboración de un compuesto químico muy potente que era capaz de multiplicar varias veces la fortaleza de las plantas, aumentar su crecimiento y la producción de las cosechas, etc.
-          Y… disculpe mi torpeza. ¿Qué tiene eso de malo?
-          El componente era tóxico para los humanos. Como usted comprobará no podíamos permitir que se comercializase. Varias pruebas realizadas dieron como positivo la alta toxicidad del componente. No ocurría nada en caso de ingerir un alimento abonado con este componente, pero si se consumía uno a diario, o varios dos o tres veces a la semana, a la larga producía envenenamiento.
-          Dígame, si se diese a un ser humano este componente en altas dosis o directamente en sangre…
-          Lo mataría instantáneamente.

Germán acababa de convertirse en su sospechoso número uno. Intentó recordar cómo era él… alguien muy centrado, tímido, introvertido, amable…

No había tiempo que perder. Todo el departamento se puso a la caza y captura, mientras la inspectora puso en marcha su propio plan. Había un lugar al que ella acudía mucho. Una cabaña en el bosque. Estaba aislada, era el lugar perfecto. Tal vez podría dirigirse allí y esta vez, llegar antes.

Cuando llegó a la cabaña vio huellas de neumáticos. Bajó despacio del coche y comenzó a caminar cuando de pronto notó algo extraño en sus pies, como si algo se enredase. Sintió un fuerte tirón y se vio elevada por los aires quedando cabeza abajo. Entonces lo vio, acercándose a ella despacio y sonriente se encontraba Daniel, su antiguo novio. Poco a poco comenzó a verlo todo negro y se desmayó.

Al despertar estaba atada a una silla. A su lado, amordazado y amarrado se encontraba Luis. Su cabeza estaba gacha como si estuviese desmayado.

-          Hola querida. Veo que ya estás de vuelta
-          Dios mío Daniel, ¡qué significa todo esto!
-          Tú eres la inspectora. ¿No te dice nada?
-          ¡No puedo creerlo! ¡Qué le has hecho a Luis!
-          Bueno, mi víctima tenías que ser tú, pero como lo veía improbable dado los acontecimientos y el poco tiempo que me dejaste tras verme en el acantilado tuve que acudir al plan B y pensé en tu compañero, alguien que te importa mucho, y al fin y al cabo, se trata de causarte daño. 
-          ¡Estás loco!
-          Querida, tú me infravalorabas. Me tomabas por un loco en ocasiones ¿recuerdas? Igual que Germán, él y sus investigaciones. El pobre consiguió llegar lejos, tuvo una beca después de mucho esfuerzo y llegó a ser muy importante en una empresa, pero claro, sus investigaciones tenían que mejorar, sus esfuerzos tenían fallos y el muy imbécil decidió tirar la toalla con su trabajo cuando vio que era tóxico. ¡Con el dinero que se podía conseguir!
-          ¿Dónde está Germán?
-          ¿Y tú me lo preguntas querida? Lo viste esta mañana ¿recuerdas? Era el bultito que caía al mar.

¿Era posible? Con el ajetreo y las prisas, preguntó los pormenores del caso, pero no el nombre de la víctima.  

-          Suelta a Luís. Es un buen hombre que está a punto de jubilarse. Él no tiene nada que ver con todo esto.
-          Ahora sí. Me ha visto la cara, es un sabueso viejo. Me buscará y la investigación no acabará con tu muerte. Estuve obsesionado contigo durante años Isabel. Tu recuerdo me perseguía, y tu mirada el día que me dijiste que no podías seguir conmigo. Jamás lo entendí. Y aunque suena tópico, si no estás conmigo, no estás con nadie.
-          Muy bien Daniel. Acaba conmigo si quieres, pero por favor, deja a Luís libre.
-          No querida.- la sonrisa de Daniel era pérfida- acabaré con ambos. Moriréis juntitos, que hermoso ¿verdad? Ya le he dado su primera dosis a Luís, se salvaría con una rápida intervención médica pero ambos sabemos que no va a ser así, además voy a inyectarle su segunda dosis, esta vez no lo dormirá, lo matará inexorablemente. A él le pondré el número 1.  A ti te pondré el 0 y te daré una hermosa cartulina con los siete colores del arco iris. ¿Verdad que soy romántico?

Daniel se acercaba peligrosamente a Luís con la jeringa en la mano.

- ¡Alto! ¡Deténgase o dispararemos!
A través de las ventanas y de la puerta de la cabaña entraron varios policías armados a la vez apuntando directamente a Daniel mientras otros corrían a liberar a Luís e Isabel.
-          Creí que me conocías Daniel- susurró Isabel.- ¿De veras pensabas que iba a venir aquí sola? Y no sólo aquí. Un grupo de policías está apostado en la universidad, en el instituto, en mi antigua vivienda y a las puertas de tu casa. Pensé que me conocías mejor.  
-          Esperaré mi nueva oportunidad. – gruñó él furioso.
-          No llegará.

Tres días después se celebraba la fiesta de jubilación anticipada de Luís, y éste aprovechó para despedirse de la joven.  

-          Lo has hecho bien compañera.
-          Gracias amigo, te echaré de menos.
-          No te creo. Ahora te pondrán a un compañero joven y guapo y ni te acordarás de mí.

Ambos rieron y se abrazaron. No pensaba en el compañero que tendría a partir del día siguiente. Daba gracias por el compañero que había tenido hasta ese día. Le había enseñado mucho.


Mientras Luís y Flora se sentaban juntos en el sofá de casa.

-          ¿Lo conseguimos cariño?- preguntó Flora
-          Lo conseguimos mi amor. Nadie ha sospechado nada. Ni siquiera el tonto de Daniel se dio cuenta de que le habíamos robado la fórmula. Mañana saldremos del país, para empezar una nueva vida en la que vamos a ser muy, muy ricos…



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