Hola amigos. Hay días que en lugar de veinticuatro horas, parecen tener cincuenta. Tras un día especialmente largo, llegué a casa... y al fin... sustituyes los vaqueros por el pantalón corto, te lavas la cara, te colocas las chanclas y respiras.
A veces, lo más sencillo y cotidiano que puedas imaginar, te puede ayudar.
Sentada en mi patio, observé a mi alrededor, y comprendí que esa belleza que me rodeaba no era el jardín de Versalles, pero sí, mi jardín. Algo en lo que yo había colaborado, mimado, regado, abonado... La Madre Naturaleza puso el color y la fuerza, y yo quizás... el interés.
Me sentí sobradamente recompensada.
Tras
la larga jornada,
Tomo
asiento, ausente,
Divagando
mi mente,
Sobre
mi alma cansada
Observo,
absorta, lo que me rodea,
Sin
búsqueda prefijada,
De
mi propia vida soy albacea
Me recuerdan
unas hojas ajadas…
Mis
ojos se posan en ellas,
Suaves
y hermosas,
Efímeras
querellas,
Envidiadas
por las mismas diosas
La
suave caricia de tu tacto
Impregna
mis sentidos,
Aletargados
por el tiempo,
Dormidos
en el olvido…
Tu
vida es efímera,
Al
igual que la propia…
Pero
si a sorbos el sol bebiera,
Y tan
solo respirar despacio pudiera,
Se
prolongaría en el tiempo
Al
igual que tu quimera.
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