lunes, 16 de noviembre de 2015

La pequeña de los ojos rasgados

Sofía estaba cansada tras las horas de viaje. Aun no podía creer que fuese rumbo a China. Se dirigía nada más y nada menos que al este del Continente asiático, al cuarto país más grande del mundo, y concretamente, a Shanghái, su ciudad más poblada.

Tenía miedo, estaba asustada pero era la solución. Robert y ella habían intentado tener hijos propios desde hacía años, y ya no era una jovencita.

La primera vez que pensó en un embarazo, llevaba siete años de matrimonio y aún recordaba la cara de Robert. Era la felicidad suprema sin ni siquiera confirmación. Sofía era española pero se enamoró de un joven estadounidense que hacía turismo en España. Mantuvieron el contacto a través de Internet, por correspondencia, por teléfono, de todas las formas  posibles y al alcance de ambos. Hasta que Robert terminó sus estudios de abogacía y terminó encontrando trabajo en un importante despacho de Nueva York.

Con sus primeros ahorros voló a España y buscó a Sofía. Tras unos días en España, terminó convenciéndola para que le acompañase a Nueva York. Sofía era diseñadora, una buena diseñadora, y Robert tenía unos amigos que podían ayudarla a abrirse camino en el mundo de la moda. Y fue un éxito. Robert y Sofía se casaron y se mudaron a una gran casa de estilo victoriano. Enorme, con muchas habitaciones para poder albergar a sus futuros retoños. Pero mucho me temo que éstos se hicieron de rogar...


Al principio el embarazo no llegaba. Después la cosa se complicó, porque hubo dos embarazos pero ninguno pasó del primer trimestre. Pensaron en métodos alternativos, pero el cuerpo de Sofía se negaba a gestar mientras su mente se empezaba a obsesionar cada vez más y todo ello hacía que la relación entre ambos fuese más complicada por momentos.

Se acercaban las fiestas navideñas, y Sofía estaba deprimida. Por ello, Robert pensó en pasar las Navidades en España, en Galicia, donde vivían los padres y abuelos de Sofía. El abuelo de Sofía, Tomás, estaba delicado de salud, y su abuela Lola, tenía muchos deseos de verles.

Nada más llegar a Monte de Gozo, lugar mágico por ser paso de peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela a venerar a su Santo Patrón, los abuelos vieron el semblante triste de Sofía.

-   Oh querida.- le dijo su abuelo- ¿Dónde está la alegría de esos ojos que adoro?
-   Pues aquí abuelo. Es increíble las cosas que dices.
-   Claro,- intervino la abuela- seguro que comes muchas hamburguesas y coca cola y no te alimentas bien, por eso aún no me has dado biznietos.
-   Qué tontería abuela. Como muy bien. El pulpo a la gallega es difícil de preparar allí´, pero mis amigos se vuelven locos por mi Tarta de Santiago.

A pesar de las bromas de su nieta, Lola era consciente de que Sofía tenía ojeras y estaba más delgada de lo habitual.

Aquella noche, Sofía durmió mal e intranquila. Tuvo sueños extraños con una gran muralla, con dragones que arrojaban fuego y la quemaban hasta que una pequeña y dulce niña se acercaba a ella y le ofrecía una fresca bebida. Parecía té helado. En su sueño, la pequeña se acercaba despacio a Sofía y le ofrecía un pequeño cuenco. Lo sujetaba con ambas manitas y lo ofrecía tal que así mientras bajaba la mirada. Su carita estaba sucia y había llorado. Sofía fue a coger el cuenco pero la pequeña le hizo un gesto negativo con la cara y le indicó que debía coger el cuenco con ambas manos conforme a la tradición china.

En agradecimiento, Sofía le dio una flor a la pequeña que tras dudar unos momentos la aceptó aunque con bastante timidez. Sofía se sintió totalmente reconfortada por primera vez en mucho tiempo… hasta que despertó de su sueño.

Al día siguiente Robert y ella fueron a recoger a los padres de Sofía que habían estado unos días fuera. A continuación y después de multitud de besos y  abrazos, empezaron a preparar la cena de Nochebuena con la televisión puesta de fondo, tal y como le gustaba al abuelo de Sofía.

De pronto un cuenco de cristal enorme se estrelló contra el suelo. Sofía lo había dejado caer y se encontraba en estado perplejo mirando a la televisión como si estuviese viendo un fantasma. En la pantalla aparecía la niña de sus sueños. Estaba sucia, la ropa rota. Tendría unos tres años, si acaso. Salía en un programa de televisión que hablaba sobre la situación y la ruina que significaba para una familia china tener una niña.

Al parecer, se habían limitado el número de hijos a uno por familia, preferentemente varón. Si era niña, la dote que ésta supondría podía costar a la familia la ruina económica, por lo tanto, la situación era compleja. El programa hablaba del trato ruin y discriminatorio que se ofrecía a las pequeñas. Muchas de ellas morían. Otras estaban en centros esperando ser adoptadas por familias extranjeras tras el pago de una cantidad.

-   Dios mío Sofía, ¿Qué ocurre?- preguntó Robert claramente alarmado.
-   Es ella Robert. Es la niña de mis sueños. Es ella, te lo prometo. ¡Es ella!- Lágrimas corrían descontroladas por el rostro de Sofía, parecía que no iban a parar nunca, hasta que habló su abuela.
-   Bueno, ya se sabe lo que se dice de nosotras las gallegas,  querida. Lo de las meigas y eso. Haberlas haylas… dicen. Tal vez tu sueño fue un aviso, una premonición o una petición desde muchos kilómetros de distancia. Estáis bien económicamente, podéis viajar a China.

Tanto Robert como Sofía se miraron consternados. ¿Era aquella la solución? Llevaban tanto tiempo queriendo ser padres que no se habían parado a pensar en la adopción y una vez que casi de pasada lo pensaron y vieron las dificultades que entrañaba, decidieron esperar algo más. Pero… aquellas pobres niñas estaban en una situación realmente delicada. Es más, ¿cómo habría sobrevivido aquella pequeña? No podían ni pensarlo.

Comenzaron el trámite necesario de papeles. Bastantes por cierto y prepararon todo lo que les dijeron. Descubrieron, no sabían si con alivio o con horror, la cantidad de padres que estaban en su misma situación. Algunos ya habían adoptado a una niña y volvían a China a por una hermana. Era increíble. Todo un tráfico de niñas para su opinión. Pero aquellos ojos perseguían a Sofía con una fuerza abrumadora.

Luego estaba la otra cuestión. Les iban a mandar la foto de una niña para que supieran cuál era la elegida y debían ir a conocerla a un conocido hotel de la ciudad. Pero Sofía tenía claro que quería a la niña concreta de sus sueños, a la que había visto en televisión. No lo pensó. Consiguió que le imprimiesen una fotografía a partir del programa televisivo e intentó llevar a cabo las gestiones.
Tardaron en tener noticias. No veían posible que pudiese suceder y además ya le habían mandado la fotografía de otra niña distinta. Se encontraban desesperados y a la vez empezaban a esperanzarse. Por la mente de Sofía comenzó a fraguarse una especie de plan. Tenían que intentarlo.

Así es como habían llegado a China. Habían leído sobre las costumbres del país. Iban acompañados por otros futuros padres y los nervios crecían por segundos. Al llegar al punto de encuentro eran una bomba de relojería. Pero Sofía no dudó ni un instante. Al conocer a la pequeña que se iban a llevar ella ofreció un regalo a la persona de contacto. Sabía que los chinos no abren un regalo en presencia de quién se los entrega, pero también sabía que si le entregaba una tarjeta la leerían al instante porque así lo requería su protocolo.

En la tarjeta escribió una cantidad de dinero que duplicaba el entregado a cambio de llevarse dos niñas. La establecida y la de la fotografía. Tendría que ser la de la fotografía. Los nervios iban en aumento mientras aquel funcionario chino los miraba a ambos con ojos escrutadores. “No lo sé” Fueron sus palabras. También sabían que los chinos no querían mostrar sus sentimientos y decir “no” abiertamente. Decían “no lo sé”. Pero no se achicaron y siguieron al funcionario en cuestión a otra habitación independiente.

Tras una larga espera les atendió otro señor distinto que les preguntó en perfecto inglés por qué querían llevarse a ambas niñas. Sofía le explicó que querían adoptar a la primera, pero no les importaba adoptar también a la segunda. Le contó que la habían visto en televisión y que ella que era una gran seguidora de tradiciones chinas había visto a la niña en sueños ofreciéndole té en la muralla con un gran dragón alado al fondo.
La cara del señor cambió de inmediato y les dijo que esperasen. Casi dos horas más tarde, volvió a aparecer. Lo acompañaban ambas niñas. Sofía y Robert no podían creerlo. Podían llevarlas a casa porque así lo habían establecido los antepasados.
***


Al año siguiente por Navidad, Sofía, Robert, Tomás, Lola y los padres de Sofía comieron el mejor pavo con té y sushi  acompañados por las mejores nietas y biznietas del mundo. Una de ellas, la mayor, tenía unos hermosos ojos rasgados y ofrecía a su joven madre té en un pequeño cuenco, con ambas manos. Sofía lo recogía con ambas manos y ambas tenían una gran sonrisa en su rostro.


16 comentarios:

  1. Muy buen relato. tiene una magia increible que engancha a leerlo.

    abrazos!!

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  2. ¡Muchísimas gracias! Me alegra mucho que te haya gustado. Muchas gracias por comentar. Un beso

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  3. Que bonito relato y que facilidad para escribir tanto tan bien gracias por compartir tu arte 😉

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    1. Gracias a tí Chela. Muchísimos besos y muchas gracias por comentar

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    1. Muchísimas gracias. La verdad es que tenía ganas de escribir algo dulce. Muchas gracias por comentar. Besos

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  5. Me ha encantado!! sin duda dtienes un don :)

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    1. Ja ja, ¡gracias! Ojala tuviese un don, pero bueno, estoy en ello. Espero que con vuestros comentarios pueda merorarlo mucho. Muchas gracias por comentar y muchos besos:)

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  6. Un relato estupendo, me ha encantado :)

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    1. Muchas gracias Rakel, me alegra mucho. Muchas gracias también por comentar. Besos

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  7. Margarita que bonito relato, hasta me puedo indentificar con ese relato de amor y un poco con Cookie. Precioso, un fuerte abrazo!

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  8. ¡Muchas gracias cariño! Me alegro mucho que te haya gustado y además identificado. Besitos muy fuertes para tí y también para Cookie. :)

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  9. Me ha enganchado en un momento, gran historia
    Un saludo

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  10. ¡Muchísimas gracias Anatxu! Me alegro un montón. Muchas gracias por comentar y muchos besos:)

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