La luz del semáforo indica a los peatones
que pueden cruzar. La chica, con paso cansino, continúa su deambular por las
transitadas calles, hasta detenerse frente a una cafetería. La fachada está
pintada entera de un tono rosa suave. Allí, se detiene y observa el interior a
través de las amplias cristaleras. Durante un instante queda detenida en el
umbral, indecisa, hasta que finalmente, pasa al interior.
-
Pensé
que ya no vendrías.
-
Yo
misma pensé no venir.
-
Una de las camareras, se acerca a ellos
sonriendo.
-
Buenos
días, ¿qué van a tomar?- les pregunta con amabilidad.
-
Café
con leche y tarta de queso, por favor - dice él sin dudar.
-
Yo,
solo café. Gracias- añade ella.
-
Deberías
tomar tarta. Traiga una porción de tarta de chocolate para ella- añade él.
-
¡No!
Gracias, sólo el café.
La camarera se aleja hacia la barra.
-
¿Por
qué haces eso? Ya no somos niños. No vas a sobornarme con chocolate. – le dice
ella con los ojos vidriosos.
-
¿Tanto
hemos cambiado Amelia?- le pregunta él bajando la voz.
-
Al
parecer, no lo suficiente.
-
Pensé
que tú me apoyarías.
-
¡Yo
te quiero! ¡A ti, Javier, a ti! ¡Al hermano que siempre tuve!
Ambos jóvenes se sorprenden al ver como la
camarera empieza a colocar sobre la mesa lo que han pedido. Para él, café y una
porción de tarta. Para ella, el café. Junto a ello, sendos vasos de agua.
-
Que
aproveche- dice la muchacha.
Ninguno de los dos contesta.
-
Siempre
pensé que contaría contigo sin condiciones- expresa él atacando la tarta.
-
Y
yo siempre pensé que tenías más juicio. ¿Has pensado en papá y mamá? ¿Ya has
hablado con ellos?
-
Esperaba
que tú me ayudarás en eso.
-
Ni
en sueños. No pienso ser cómplice de tu locura.
Un pequeño intervalo silencioso se extiende
entre ellos.
-
Puede
ser muy peligroso, y lo sabes- añade ella en un susurro.
-
Lo
necesito Amelia. Me quita el sueño. No soy feliz- le dice él con los ojos
brillantes.
-
¡Siempre
fuiste un egoista!, ¡Siempre pensando solo en ti!
La muchacha se levanta y se dirige con
rapidez a los servicios. Mientras, él, mira ausente el suave tono de las
paredes. Queda la mitad de la tarta, la cucharilla reposa junto a ella, los
cafés han dejado de humear.
Minutos después, ella regresa. Sus ojos se
ven húmedos y el maquillaje algo corrido. Sin mediar palabra, vuelve a sentarse
y le mira.
Y él la mira a ella.
-
¿Cómo
te llamarás?
-
Me
gustaría que también me ayudases en eso.
-
No
voy a dejarte mi ropa. Que lo sepas.- le dice ella en tono suave.
-
Después, toma su cucharilla y la hunde en
la tarta de él.
-
Deberías
haberla pedido de chocolate- le dice.
-
La
próxima vez lo haré- contesta él sonriendo y mirándola como solo se puede mirar
a la única persona que te comprende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario