Un grupo de niños iban de regreso a
casa tras la salida del colegio. De pronto, uno de ellos tuvo una idea.
Jugarían. Harían una apuesta sobre quién poseía el padre más fuerte. El
vencedor elegiría a qué jugar el resto de la semana, y él estaba seguro de
ganar, pues su padre era deportista y poseía una musculatura muy desarrollada.
- ¿Y por qué tiene que ser el padre?
Las madres también son fuertes.- preguntó Lucas, el pequeñín del grupo.
El chico que había tenido la
iniciativa le miró burlón.
- Porque las mujeres no tienen fuerza.
Los hombres sí. - le respondió.
El pequeño no quedó contento con la
respuesta e insistió. Al fin, el chico que había propuesto el juego accedió.
Después de todo, no tenía nada que perder. Ninguna madre iba a tener más fuerza
que su padre, eso estaba claro.
Uno a uno, comenzaron a referir lo
fuerte que eran sus padres.
- Mi padre es bombero – dijo el
primero – está entrenado para salvar a la gente y tiene mucha fuerza. Todos los
días corre muchos kilómetros y levanta pesas en el sótano de casa.
- Pues el mío es albañil – continuó
otro – Todos los días tiene que levantar mucho peso y preparar cantidades
enormes de cemento. A veces nos coge a mi hermana y a mí a la vez, y nos
levanta por el aire.
- Pues el mío ni os cuento – dijo
Paula, la única chica del grupo – Mi padre es camionero y cambia muebles de
sitio. Tiene que cargar y descargar una y otra vez su camión.
Ya solo faltaba por hablar el pequeño,
cuando divisaron la casa donde él vivía, junto al lindero del bosque. Una
vivienda rústica, de madera. Una mujer de mediana edad les hizo señas a todos
sonriendo desde la puerta. Era delgada y bajita. Su rostro, curtido por el sol.
A su lado, un anciano se balanceaba en una pequeña mecedora.
- Ésa mujer es mi madre. Mi padre
trabaja en el campo, desde muy temprano. Ella también. Él levanta las cosas que
pesan, y ella, las arrastra. Cuida de mi abuelo, que se hace pipí en la cama.
Limpia la casa, lava la ropa, recoge leña, prepara la comida... Se levanta al
alba, y se sienta en el porche con papá ya de noche. Y no pierde la sonrisa. Mi
mamá no tiene músculos, pero es tremenda de fuerte- dijo orgulloso.
El chiquillo mayor pensó protestar y decir que eso no valía. Pero observó de
nuevo a aquella mujer, lo extremadamente delgada y pequeña que era. En
realidad, no creía que fuese mucho más alta que él mismo.
Su familia vivía holgadamente y
disponía de muchos electrodomésticos que les facilitaban la vida, pero la
familia de Lucas...
- Ella siempre nos dice que más vale
maña que fuerza. Y que si queremos algo en la vida, aunque parezca que está muy
lejos, tenemos que luchar por ello con uñas y dientes. Como ella. Ella nos
quiere a nosotros - añadió sonriente
mostrando la falta de un par de dientes.
Todos se miraron entre ellos.
Finalmente, el muchacho mayor habló.
- La próxima semana, tú decides a qué
jugamos amigo.
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