Hoy me desperté reflexiva,
incluso melancólica. Quizás el peso de los últimos acontecimientos ha
conseguido doblegar mi espíritu. Lo cierto es que, a pesar de no sentir fuerza
en mi cuerpo, obligo a mi mente y a mi corazón a continuar el camino.
Con lentitud, consigo encaminarme
hacia mi destino de hoy. Esquivando piedras incrustadas y algún coche
inesperado, avanzo por la todavía silenciosa ruta en estas calles de piedra,
cuando siento suave e incitadora una ligera brisa en mi rostro. Levanto al fin
mi vista y... siento el aliciente de una magnífica visión.
Como quien saborea un instante
único, me detengo y admiro el regalo que el día me acaba de ofrecer. Este
momento de paz.
La silueta de Parador de Carmona, se recorta contra el horizonte, altiva y majestuosa, ajena al paso del tiempo y
a quién la observa. El sol comienza a regarla, ajeno tal vez al espectáculo que
nos regala. Si esas piedras hablaran... y nos contaran el devenir de historias
vividas en su interior...
Respiro profundamente,
agradeciendo estar aquí y ahora, en este preciso momento. Testigo mudo e
insignificante de un maravilloso espectáculo en el que no existen artificios ni
engaños, y durante un breve instante, siento la energía de los luchadores que
fraguaron esta tierra y miraron el mismo cielo, calentándose bajo el mismo sol.
Una suave brisa, tal vez
acontecida por la hora temprana, mueve las hojas de los árboles y me susurra...
Ya estoy lista para el día de hoy.
Me has acabado contagiando de ese instante insustituible de paz, gracias vecina
ResponderEliminarGracias a ti vecino. Tú llevas ya mucho tiempo regalándome historias espléndidas, comentarios sinceros y mostrando el mundo a través de una lupa muy especial. Como esa luna transportada en carrillo de mano...
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