Presentación de Estatuas de sal en Cañada Rosal... con sombrero rojo

Hola amigos. Hoy voy a entregaros un cachito de mi cielo. Voy a compartir con vosotros la segunda presentación de Estatuas de sal, esta vez, en Cañada Rosal, el que podría llamarse mi pueblo natal, aunque no sea así con exactitud. 

Nací en Palma del Río, en un día alocado e intenso donde mis padres decidieron que era bueno que mi madre se fotografiase estando embarazada. Tras la mencionada reflexión, decidieron que había que busca un fotógrafo, y el fotógrafo más cercano estaba en Palma del Río. Así que papá joven y alocado, propuso a mamá joven y alocada, y ambos, convertidos en motoristas del momento, pusieron pies en polvorosa en busca del fotógrafo deseado. 

De esa guisa, y con tanto ajetreo... decidí yo que eso de la foto no estaba mal, pero que a mí eso de tanta carrera no me gustaba. (Mal hecho, aun hoy en día sigo corriendo, ji ji). Por ello, tras la hermosa fotografía de los dos jóvenes moteros en la que casi salgo yo asomando bajo el vestido de mamá... decidí nacer. Ya. De pronto.¿Por qué no?

Tras ese día memorable para algunos, estresante para otros, y desde luego, vital para mí... pusimos rumbo a la mágica y legendaria Córdoba, donde llegué a mi primer añito de edad. 

A partir de ahí.... "voilá". Rumbo a Cañada Rosal, un pueblo encantador de Sevilla que se da la mano con Palma del Río, y que me acogió como los carrosaleños saben hacer. Con todo el corazón, el alma y el espíritu. 

Mis padres son de allí, mis tíos y abuelos también. En fin... que allí estaba yo. Y aunque con trece años, por circunstancias varias decidimos volver a mover nuestros traseros, esta vez a la hermosa ciudad de Carmona... todo aquél que me conoce sabe que llevo una rosa de largo talle sobre una cañada silvestre en el corazón. 

Por todo esto, podéis imaginar la ilusión que me hacía llevar mis Estatuas de sal a Cañada Rosal. 

El día once de diciembre, a las cinco de la tarde, allí estaban mi familia, mis amigos, una exquisita merienda, un millón de fantasías y enseñanzas en forma de libros, y por supuesto... una inmensa nube de ésas de color de rosa, con el sentimiento de... "Estoy aquí, en la biblioteca de Cañada Rosal, presentando un libro que HE ESCRITO YO". 

Gracias a mi familia que movió los hilos. Gracias prima Mari, se que has dado más vueltas que una peonza. Gracias al Ayuntamiento de Cañada Rosal. Gracias a su alcalde, Rodrigo Rodríguez Hans. Gracias a la teniente de alcalde de la Concejalía de Cultura e Igualdad, Gloria García Torres. Gracias a Esther Balmon Flores y a Ángeles Ruger. Gracias a mi vendedora particular que ese día no se dejó fotografiar porque estaba "malita". Aurora Canto Carmona. 

Y gracias carrosaleños. 

No sólo se presentó el libro. Al igual que pasó en Carmona, me encontré con la grata  (y ruborizante) sorpresa de esas palabras que te dirigen ya no como "escritora", sino como persona. 

Me volvieron a dejar sin palabras con tanto amor, y a la vez, simpatía y amor. Pero no se los voy a contar yo... sino ellos. 

Recalco dos frases. 

"Y que sepas que todos los Hans te apoyamos y que sobre todo nos orgullece llevar tu apellido".

Y yo me siento orgullosa de ser una Hans Palmero. 

"Por todo esto y porque no queremos que esperes a los 80, te regalamos algo que forma parte de tu historia. 

Queremos que te lo pongas y no te lo quites ni a los 90"

Y aquí entra la historia del sombrero rojo 

En la presentación de Carmona, yo llevaba unos zapatos rojos en homenaje al cuento del sombrero rojo. Así que mi maravillosa familia decidió hacer mi sueño realidad. 

¡Agárrense que vienen curvas! 

No me lo quitaré. 

Porque me habéis hecho un regalo magnífico.  AMOR.

Ese dia no pudieron estar conmigo varias personas queridas, entre ellas, mi hijo, que estaba con fiebre. O mi otro hermano o mi cuñada, a los que les fue imposible por motivo del horario. Pero lo cierto es que fue una tarde inolvidable y de nuevo... GRACIAS.