Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
A
las nueve de la mañana, Ernesto e Iris cumplirían treinta años. Y a las ocho y
cuarenta y cinco, el timbre de la casa comenzó a sonar con fuerza.
Una
resplandeciente Iris abrió la puerta a su hermano y le abrazó con fuerza.
-
Feliz cumpleaños hermano.
Ernesto
se quedó mirándola absorto y de su boca no salía sonido alguno, hasta que
finalmente, un débil “Feliz cumpleaños, hermana” surgió.
Sofía
se abrazó a su cuñada y le acarició la mejilla, mirando con ternura a su suegra
que acababa de acercarse.
Iris
llevaba el cetro abrazado sobre su pecho.
-
Es un cetro asociado a diosas como
Hathor, Bastet, Sekhmet y Neith… - comentó Ernesto.
-
Lo sé – contestó Iris con una paz serena en el rostro.- Anoche, mientras
dormía, conseguí recordar. ¿Tú no has recordado nada hermano? Tú y yo somos
hijos de Egipto.
Ernesto
miró a su madre y ésta asintió. Se acercó a sus hijos y tomó a cada uno de una
mano invitándoles a sentarse en el sofá. Sofía se colocó al lado de Ernesto y
tomó su otra mano. Iris los miraba a todos con serenidad. Sus ojos parecían más
grandes, su cabello más negro, su piel más viva…
-
Anoche tuve un sueño hermoso. Llevaba un collar precioso. Un “Usej” en el
cuello. Mi cuerpo estaba cubierto con una prenda de color lavanda. Mi pelo era
mucho más largo y se veía muy negro sobre esa túnica. Llevaba muchas trencitas
y una hermosa diadema. Y mis ojos, estaban maquillados con khol. Estaba tumbada
en un diván, y miraba absorta hacia la espléndida visión que tenía ante mí. El
Nilo. El olor a papiro impregnaba el ambiente, y jamás me sentí tan bien.
-
Ha llegado el momento de continuar con tu destino Iris. El destino para el que
naciste. No sabía si eras tú, o tal vez la pequeña que ahora empieza a crecer
dentro de ti, Sofía. Pero sí sabía que uno de mis dos hijos era el elegido.
Iris
la miró con asombro, y entonces Sofía habló.
-
Hay una leyenda que dice, que una descendiente directa de una gran sacerdotisa
del antiguo Egipto crecerá alejada de su tierra. Portará un cetro. Un amuleto
que simboliza justo lo que tú eres, alegría, juventud, florecimiento… deberías
verte ahora mismo. Estás resplandeciente. Eres la elegida para velar por el
florecimiento, por el renacer de las antiguas tradiciones. Por los valores
perdidos. Por el equilibrio.
La
madre de Iris se acercó a ella y tomó sus dos manos.
- Durante
generaciones, las sacerdotisas de generación en generación han ido cuidando del
templo del papiro. Nacéis en cualquier lugar del mundo, a veces como en tu
caso, podéis incluso tener un mellizo. Es lógico que tu hermano adore Egipto…
somos descendientes de la primera sacerdotisa.
Iris
la miró algo confundida.
-
Pero… yo jamás sentí interés por Egipto.
-
Por eso pensé que era Ernesto el elegido. Desde que el cetro llegó a casa,
justo el día en que supe que estaba embarazada… sabía que este momento
llegaría. Mi madre me habló de ello, y a ella la suya… pero yo jamás os dije
nada porque pensé que tenía tiempo. He tenido miedo, he cruzado los dedos
porque este momento no llegase… pero también he comprendido, que ha de ser así.
-
Mamá… - habló Ernesto…
Pero
ella le hizo un gesto para que la dejase hablar.
-
Al cumplir los treinta años, de nuevo el
número 3, vuestros recuerdos de vidas anteriores vuelven y vuestra
misión se os manifiesta.
Iris
sonrió.
-
Es mi destino… necesito ir a Egipto.
-
¿Y los demás? – preguntó Ernesto a su madre - ¿No la veremos más?
Fue
Iris la que habló.
-
Estamos en el siglo XXI hermano. Claro que podrás visitarme, pero no en el
Templo. El Templo es sagrado… solo podrás verlo antes de dejar este mundo. Tú y
tu descendencia – dijo mirando con cariño a Sofía.
-
¿El Templo? – preguntó Ernesto.
-
Sí… El lugar donde me espera la abuela.
Las
campanadas del reloj del salón anunciaron que las nueve habían llegado. Ambos
hermanos se tomaron de las manos, mientras el viejo cuco anunciaba el momento,
e Iris comenzaba su nuevo futuro…
Se
dice que hoy en día ya no existen las antiguas sacerdotisas y que los templos
no son más que restos de lo que hubo, pero lo que nadie sabe es que en algún
lugar de Egipto, oculto a la vista de todos, se encuentra el Templo del Papiro,
donde la sacerdotisa Iris vigila para que el mundo rejuvenezca y se prepare
para renacer en el más allá.
Qué bello lo has narrado, Margarita, me ha encantado tu relato.
ResponderEliminarUn aplauso fuerte y mi admiración.
Besos enormes.
Muchisimas gracias María. Un beso enorme y por supuesto una muy feliz Navidad.
Eliminar¡¡Besos!! :D
Quē emocionante. Un beso.
ResponderEliminarGracias Susana. Muchos besos amiga :D
EliminarSé que es un cuento, hermoso, pero cuento al fin, pero que bien nos vendría una sacerdotisa que nos cuidara de los violentos y también a a nuestro mundo.
ResponderEliminar¡¡Felicitaciones una muy buena historia!!
mariarosa
¿A qué sí? Cada día más necesaria además. Un beso María Rosa y ¡Feliz Navidad! :D
Eliminar¡¡¡¡Feliz año 2018 en paz y armonía!!!!
EliminarSobre la pregunta que me dejaste en el blog, te respondo: le pareja de Claudia y Javier no se encontraron, cada uno hizo su vida aparte de la otra. La Catalina de la historia murió a principios de 2017 y murió ciega, tal como había vivido en la vida, ciega ante el amor del hijo.
Un abrazo.
mariarosa
Qué triste María Rosa. Que pena que haya personas que dejen ir su vida sin intentar hacer algún tipo de "milagro". Muchos besos y gracias por contarmelo. Muaakkkk :D
EliminarMuy interesante! Sequire leyendo! Feliz Navidad guapa! 🎄🎄🎄
ResponderEliminarHola Carolina. Un beso muy fuerte y ¡Feliz Navidad! :D
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