Despacio, con respeto, con disimulo, como
si ninguno estuviese allí, el pequeño callejón situado tras la sacristía ha
comenzado a llenarse de espectadores.
El primero en dejarse ver fue Pedro, como
siempre, pendenciero y amigo de los conflictos, gran apostador por naturaleza y
con ganas de “malmeter”. Decide sentarse en uno de los rebates de las casas del
callejón, esperando, cual ave de rapiña. Claro, que él no es un espectador
cualquiera, él es uno de los protagonistas de la tarde.
A continuación, Tomás, su primo, llega al
posible lugar de los hechos. Poco después, un pequeño grupo de chicas, según
ellas mismas, admiradoras de Luis, el otro protagonista de esta ecuación.
Muy poco después, simulando que se acercan
por casualidad, silbando, con las manos en los bolsillos y el rostro distraído,
llegan dos chicos más de la pandilla que se suele reunir en los recreos del
colegio.
Y es que, según todos, esto se estaba
viendo venir. Desde que Luis, recién llegado del pueblo de al lado, le guiñó el
ojo a la novia de Pedro, el matón del colegio, la bronca estaba asegurada. Que
no es Pedro chico de contenerse.
Yo mismo escuché las palabras que Pedro
gritó a Luis, bien fuerte, para que todos lo oyesen.
“En el callejón que hay tras la iglesia, a
las cinco en punto, tú y yo nos vemos las caras”
El rumor se extendió como la pólvora.
¿Acudirá el nuevo? Ésa es la pregunta que ha ido toda la mañana de boca en
boca. “¡Pedro y el nuevo se van a pegar!, ¡El nuevo, ese chico bajito y
endeble! ¡Pedro se lo va a comer!
No se ve entre los asistentes a la
receptora del halago, según también se rumorea, ella no es partidaria de la
violencia. Claro que otros dicen que va por ahí vanagloriándose de que dos
chicos se van a tortear la cara por ella. De cualquier forma, aquí, el sector
femenino representado por el grupo que finge salir de la iglesia, dará buena
cuenta mañana de su versión.
Pedro se desespera y se levanta del rebate.
Su rostro muestra una expresión que se
podría definir tanto de enfado, como de gallito de pelea vencedor.
Un gritito se escucha y un “Se va a liar,
se va a liar”, se extiende. Luis acaba de aparecer.
Ambos chicos se acercan y ya, nadie
disimula. Alrededor de ellos, se forma un coro.
- No quiero peleas - se escucha a Luis.
- Lo sabía, eres un gallina - responde
Pedro.
- ¡Que se peguen ya! - se escucha al fondo.
- Sé defenderme - insiste Luis. Su rostro
pálido, pero su voz firme.
- ¡Ja! – responde el otro con actitud
amenazante.
- No me gusta pelear, no me obligues a
ello.
- Pues haberte quedado con mamita - le
contesta el que tiene ganas de bronca lanzando el puño al rostro de su
oponente.
Un silencio absoluto se impone.
Respiraciones contenidas. El nuevo se ha agachado y ha propinado un fuerte
empujón a su oponente en el estómago. Da la impresión de que su baja estatura,
con respecto al otro, le ha servido para ello.
Sea como fuere, Pedro se dobla en dos como
una bisagra y Luis retrocede.
Se escuchan voces y como surgido de la
nada, aparece el párroco separando a los dos y dando una buena cachetada a cada
uno.
- Os espero el
domingo en misa. Me ayudareis como monaguillos durante un par de meses, tal vez
tres. ¡Y vosotros! ¡Me he quedado con todas vuestras caras! ¡Os quiero a todos
en confesión el domingo o hablaré con vuestras madres!
El tono de voz del religioso fue bajo, pero
escuchado por todos. Hay quien dice que Pedro no se pegará con nadie más,
incluido el nuevo, en mucho tiempo. No es asiduo de la iglesia, pero lo es
menos a enfadar a su padre… hermano del párroco.
Luis no protestó. Es cierto que no quería
pelear. En cuanto a los demás… la iglesia nunca estuvo tan llena de niños
dispuestos. El pueblo era pequeño y el párroco conocía a los padres de cada
uno.
Moraleja: No está bien pelearse. Pero si lo
haces, ¡no lo hagas tras la sacristía de una iglesia!
ooooouuuu me encanto, jaja y en cierta forma me causo un poco de gracia el final n.n los espectadores.. y que los esperan en confesion :) me hizo recordar a mis catequesis cuando era pequeña e iba a la iglesa.. :)
ResponderEliminargracias Margarita por tus bellas historias
¡Ja ja ja ! ¡Es que este cuento es casi, casi verídico, ja ja! ¡De aquella época! No fue exactamente así, no he podido evitar exagerarlo un poquito, pero sí que hubo una pelea tras el callejón de la sacristía, solo que todos corrimos antes de que llegara el sacerdote, ja ja.
EliminarMuchos besos :D
Es muy bueno el cuento y la moraleja lo que más, suena graciosa aunque de valores reales como la vida misma, no está bien pelear aunque el ser humano a veces es un poco animal.
ResponderEliminarPues si Sara, pero ¿sabes? Esta historia pasó en su mayor parte, ja ja. Sí, como te lo cuento. Han pasado ya unos añitos, pero lo recuerdo como si fuese ayer.
EliminarUn beso Sara :D
Como me gusta el cuento, es bonito y con moraleja creo que deberíamos de pelearnos menos y dialogar más y aprender esto desde pequeños!!!
ResponderEliminar¡Pues sí! Podemos aprender mucho de los niños. Aunque a veces hagan locuras, suelen salirles bien y además, con moraleja.
EliminarMuchos besos Divinas :D
jajaja que buena historia, me ha gustado mucho! me ha recordado a esos momentos de mi infancia, los niños en el pueblo haciendo el bruto y quedando para pegarse...jeje..., suerte que tu historia no acaba nada mal y con la iglesia se toparon
ResponderEliminarSi, ja ja. Y nunca mejor dicho, no veas como corrían cuando llegó el sacerdote. Qué recuerdos...
EliminarMuchos besos y gracias por comentar Mariló :D
Me encanta como escribes, todos y cada uno de tus cuentos o relatos tienen algo especial y este aparte de parecer verídico me ha gustado mucho sobre todo por la moraleja jejeje, muaks
ResponderEliminarNo he podido evitar reirme con la escena de la reprimenda del cura. Al principio no entendía lo de la sacristía, pero con el resto de la historia ya cobró sentido. Lo veo muy del siglo XX, ahora no tendía el mismo efecto...Bss
ResponderEliminar