Beatriz se tumbó lentamente en el sofá de
casa, ansiando una merecida siesta. Tantos exámenes no podían ser buenos,
pensó. Uf, la Universidad la estaba dejando agotada con tantas horas de
estudio. Suerte que era una muchacha llena de aficiones, leer, pasear, hacer
deporte, el cine, pero lo que más la ayudaba a desconectar del estrés de los
estudios, era la naturaleza.
Frente a su casa, una gran arboleda se
transformaba en bosque lleno de sueños y proyectos donde todo era posible.
Siempre tuvo una imaginación vivaz, y aquellos frondosos árboles vecinos se
transformaban en lo que ella necesitaba para continuar su ritmo. Pero aquella
tarde estaba tan agotada, que decidió mejor dormir un poco, para después, tener
fuerzas para continuar estudiando, y quizás, con algo de suerte, pasear por su
santuario de hojas verdes.
Tumbada cómodamente sobre los cojines de
colores que tejió la abuela, con las persianas bajas, con tan sólo un deje
pequeño de luz a través de los orificios, Beatriz observaba el halo de luz que
pasaba delante de ella, con millones de micro partículas de polvo bailando un
vals. Como en una especie de trance, avanzó la mano y la metió en el haz de
luz. Maravillada, observaba la forma en que la luz se reflejaba en su piel y aquello
le pareció hermoso y la hizo sonreír.
Parecía magia aquél vaivén de su mano
traspasando la barrera invisible formada por las partículas que iban cambiando
la tonalidad de su piel conforme a la intensidad de la luz.
Tan absorta estaba en aquél juego, que
cuando se percató de que algo, o alguien, tiraban de ella, ya era demasiado tarde...
Poco
a poco fue arrastrada inexorablemente como si de un gigantesco imán se tratase,
hacia ese halo de luz. Intentó gritar,
pero el sonido no existía. Cuánto más intentaba chillar, más inútiles eran sus
esfuerzos y a la vez más agotada se sentía. Aquél
rayo de luz inocente se había transformado en un mecanismo de succión
arrollador. Cuando Beatriz pudo reaccionar y volver a respirar con normalidad,
se dio cuenta de que era diminuta y volaba junto a las partículas hacia algún
lugar desconocido.
Fue consciente sin embargo de que no sentía
vértigo. Ella, que tanto miedo tenía a las alturas, disfrutaba ahora de este vuelo prometedor y
extraño donde el mundo se mostraba distinto. Fue entonces cuando a su
alrededor, empezó a escuchar risas, y pronto, empezó a vislumbrar caras sonrientes.
-
Eres
humana ¿verdad? – preguntó una motita de polvo.
-
Sí,
o eso creo – contestó la muchacha sorprendida.
Varias motitas de
polvo empezaron a reír al unísono.
-
Y
¿no sabes por qué estás aquí?- preguntó otra con cara de pilluela.
-
Pues
no, la verdad. ¿Esto es real?
-
Pues
claro tonta. Siempre pasa igual, ¿porque los humanos tenéis tan poca
imaginación?
Beatriz pensó que debía defender a los de
su especie, pero al fin y al cabo, ¿estaba hablando con una mota de polvo?
Decidió no pensar demasiado en ello, y sentir más bien como su ascenso
continuaba. Pronto, fue cegada momentáneamente por la luz del sol. Admirada por
todo lo que veía y que casi no era capaz de asimilar, continuó su camino hasta
que se dio de bruces con algo firme y verde que resultó ser una hoja de un
árbol.
-
¡Te
quedas aquí! – le gritó una de las motas que la acompañaban.
-
¡Disfruta!
– añadió otra.
El paisaje era sin lugar a dudas, increíble.
Multitud de tonalidades verdosas la rodeaban. Ella, que pasaba mucho tiempo
admirando la naturaleza, solía fijarse en multitud de detalles, pero ahora, con
este tamaño, era consciente de otras cosas distintas. Del tacto rugoso de
aquella hoja que la sostenía, del olor intenso y fresco que despedía, de lo
cerca y apiñada que se encontraba con las demás.
-
Cuidado
querida - escuchó una voz – de nuevo sopla la brisa y… volverás a volar.
-
¿Quién
eres?
-
La
hoja en la que estás. Encantada. ¿Qué te ha pasado? La última vez que te vi
eras bastante más mayor.
-
Si,
así es. No sé lo que me ha pasado. Aún no he podido asimilarlo. Creo que esto
no es real, puede que me haya dormido en el sofá de casa y esté soñando.
Beatriz estaba absorta entablando esa conversación
con su nueva amiga cuando de pronto soltó un alarido terrible.
-
¡Por
todos los leños del mundo! ¿Qué clorofila te pasa?- le preguntó la hoja.
-
¡Un,
un, un… monstruo enorme se acerca!
Ante sus ojos un horrible y terrorífico
monstruo inmenso, largo, gordo y aparentemente viscoso, se acercaba a una
velocidad de vértigo hacia ella. Su cuerpo de color marrón oscuro… era precioso
visto más de cerca. Es más, pasó junto a ella, rozándola, y comprobó que lo que
parecían púas asesinas eran pequeños pelitos que le hacían cosquillas. El
cuerpo del monstruo tenía infinidad de colores, era ¿precioso?
-
Ah,
te refieres a Orlando, la oruga. – dijo la hoja con despecho.
-
Con
este tamaño no parece una oruga, sino un depredador inmenso- alegó la joven
Beatriz.
-
Bueno,
personalmente debería aterrorizarme teniendo en cuenta que soy una de sus
comidas preferidas, pero hemos hecho un pacto y se dedica a usarme como puente.
-
Ya
veo, ya.
En eso que uno de
los pelillos de Orlando la enganchó y se lo llevó con él.
-
¡Socorro!
¡Socorro!
Una cosa era volar, o dejarse caer
grácilmente sobre la hoja de un árbol. Otra muy distinta era formar parte del
cuerpo de una oruga. No podía evitarlo, le daban un asco impresionante. Por
muchos colores que tuviese.
-
¡Deja
de gritar desagradecida! – exclamó Orlando- te estoy llevando a lugares nuevos
y hermosos.
-
Gracias,
¿pero podrías dejarme de nuevo sobre una hoja, por favor?
-
Puedo
intentarlo, pero te vas a perder una experiencia única. Uy, esto es
resbaladizo…
Orlando resbaló y ambos iban derechitos al
suelo ¡desde mucha altura! ¡Se iba a matar! Pero la oruga se hizo un ovillo y
se las arregló para caer dejándola a ella en la parte de arriba para que no se
dañase.
-
Muchas
gracias. ¿Te has hecho daño?
-
No
querida- contestó él riendo – estoy muy
acostumbrado a caer. Lo que me da miedo no es la altura, sino los humanos. No
sé qué les pasa, suelen verme y después de soltar un gritito estúpido, intentan
pisarme a toda prisa. Es increíble que poca consideración.
-
Lo
siento. Vuestro aspecto es algo incómodo para los humanos. – intentó excusarse.
-
A
mí tampoco me gusta tu aspecto. Eres demasiado lisa para mi gusto. Tu cuerpo es
resbaladizo en comparación al mío, y esas cosas que tienes ahí…
-
Cabello.
Es el cabello.
-
Me
resulta extraño que lo tengas todo ahí junto, en lugar de distribuido por todo
el cuerpo como yo. Y…
-
Vale.
Me hago una idea. Lo siento. Ojala pudiese decir a los demás que tuviesen más
cuidado con vosotras, pero no creo que nadie me escuche ahora.
-
Te
equivocas pequeña.
Una nueva brisa sopló y Beatriz se vio de
nuevo elevada por el aire y esta vez al aterrizar notó un frío intenso. De
pronto todo su cuerpo se encontraba sumergido y tuvo que intentar emerger.
Estaba hundida en agua que se agitaba nerviosa a su alrededor y la enviaba una
y otra vez contra el fondo. Y ella no era buena nadadora.
-
Sujétate
a mí – le dijo una cantarina voz.
-
Gracias.
¡Ahí!, no puedo sujetarme.
-
Inténtalo
de nuevo. Al principio es difícil. Monta sobre mí.
Con un gran esfuerzo, Beatriz consiguió
sujetarse a la gota de agua que intentaba ayudarla. Estaba en un océano
inmenso, pero segura. El movimiento era constante. Sólo que ese inmenso océano,
resultó ser un pequeño riachuelo que corría divertido ladera abajo.
-
¡Déjate
llevar y diviértete! – le aconsejó su nueva amiga.
-
¡Guau!
¡Esto es divertidísimo!
Las carcajadas no tardaron en llegar.
Aquello era una experiencia única, como todas las que estaba viviendo. Sin
embargo, quizás de forma inevitable, la duda y el miedo prendieron en ella. ¿Qué
estaba ocurriendo? ¿Por qué había encogido así? Alguien podría pisarla, o
comerla, o enterrarla con un ligero movimiento.
-
Tranquila
amiga, no te pasará nada. Te protegeremos. Recuerda que cuando tú vienes al
bosque nos cuidas a todos. Te hemos visto quitando basurilla de cerca de
nuestro arroyo. Adviertes a los demás humanos para que no arrojen basura ni
colillas. Si ves un nido caído, lo coges y lo colocas en los árboles. No pisas
las lombrices ni las orugas, aunque les das un buen rodeo… Nos respetas y
nosotros te respetamos. Ahora formas parte de nuestro mundo y te ayudaremos a
sobrevivir en él.
Beatriz comenzó a relajarse un poco. Ya
habría tiempo para preguntas después. Sentía que estaba entre amigos, si bien, ni
el agua, ni las hojas, ni la oruga, ni las motas de polvo, podrían salvarla de
algún pájaro, o alguna hormiga que la confundiese con algo comestible.
Fue entonces cuando sus peores temores
cobraron forma. Con la fuerza centrífuga acababa de salir del arroyo y un
hermoso y enorme pájaro de colores la miraba con ojos expectantes, no estaba
segura si de amigo o enemigo. Pero no le gustaba esa mirada fija.
-
¿Tú
eres comestible? – preguntó el amiguito.
-
No.
Estoy asquerosa, seguro – contestó ella rápidamente.
El pájaro emitió un
ruidito parecido a una carcajada.
-
Tranquila,
el nido que recogiste el otro día era el nuestro. Mi esposa casi se muere del
susto. Salvaste a mis pequeños.
-
Uf,
menos mal.
-
¿Quieres
pasear?
-
¡Sí!
Ya hasta le parecía normal hablar con un
pájaro. Al menos, si su vida iba a ser corta, la disfrutaría con intensidad. Se
subió sobre el pájaro y juntos comenzaron un vuelo maravilloso que la hizo
gritar de pura emoción. Sintió que era libre como el ruiseñor que la llevaba.
Incluso se dejó llevar hasta el punto de levantar las manos. Craso error, pues
sintió que de pronto resbalaba y sin más, comenzó a caer al vacío, sin poder
enfocar la vista más allá de un peligroso muro de ladrillos que aparecía cada
vez más cercano y amenazador…
Un enorme y aterrador agujero la engulló y
cayó sobre algo mullido y blandito que la hizo rebotar. Empezó a sentir
vértigo. Luego, un gran temblor la sacudió de forma brusca. Cerró los ojos y
cuando los abrió observó atónita sobre ella a un ser inmenso que la miraba con
sus grandes ojos y le gritaba algo.
-
¡Beatriz!
¡Beatriz! ¡Despierta que tienes que ir de compras! No seas perezosa hija, ya es
hora de levantarte, alza las persianas, arréglate un poco, coge dinero de la
encimera y llégate al súper…
Lentamente Beatriz fue consciente de que
volvía a tener un tamaño normal. El hilo de polvo ascendente ya casi no se
apreciaba. Diminutas motitas aún jugaban con el sol, pero ya eran escasas. A un
lado del cojín había un hermoso helecho con una pequeña oruguita en una hoja.
La quitaría de ahí antes de que su madre la viera. Al ponerse derecha sobre el
sofá, aún alterada de la experiencia vivida, sin darse cuenta puso sus pies
descalzos sobre algo mojado. El agua del vaso que estaba sobre la mesita se
había volcado y ella acababa de pisarla.
Todo había sido un sueño. Sintió tristeza.
Ahora que había recuperado su vida, todo le parecía insulso. Con cuidado, recogió
a la pequeña oruga y la colocó sobre el alfeizar de la ventana, en el arriate
que había en el exterior.
-
Gracias
Beatriz – escuchó una pequeña vocecita.
Rápidamente miró hacia el arriate, justo a
tiempo para ver como una flor le guiñaba un ojo.
-
¡Vamos
Beatriz! ¡Llegarás tarde al supermercado!
Ahora no estaba dormida. ¡No estaba dormida! ¡Todo
había sido real! ¿O tal vez, seguía dormida? Elige tú mismo el final que más te
guste querido amigo lector, utiliza tu propia imaginación.
a veces es complicado diferenciar entre lo rela y lo imaginario
ResponderEliminarAsí es Abbie, a veces es difícil. Así que dejo que cada uno piense si la protagonista soñó lo vivido, o vivió lo soñado, ja ja. Besos :)
ResponderEliminarLas dos guapísima. ¡Precioso!!!!!!!!
ResponderEliminar¡Gracias Cristina! Esta vez me cogió con ganas de fantasear, ja ja. Muchos besos :)
EliminarMe ha gustado mucho la historia, está muy bien hilada y si me lo permites te diré que me ha querido recordar a "Alicia en el país de las maravillas".
ResponderEliminarBss.
Muchísimas gracias Paula, ¿qué si te lo permito? ¡Me encanta!Muchísimas, muchísimas gracias. :)
EliminarIgual que a la compi, a mi también me recuerda a Alicia en el Pais de las maravillas, me ha encantado la mota de polvo, madre mía, voy a intentar hablar yo aquí en mi casa, que seguro encuentro alguna mota.
ResponderEliminarJa ja ja, ¡muchísimas gracias Silvia! Yo en casa, tengo más de una mota, fijo, pero más que hablar con ellas, a veces hablo solo. Unos dicen que es meditar, otros que es estar loco, ja ja. Muchos besos :)
EliminarMuy chula la historia, una redacción rica y fácil de leer. A mí también me ha recordado a Alicia!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Raisitas. Me alegro que te haya parecido fácil de leer. Muchísimas gracias otra vez :)
EliminarMe quedo con que fue real, me gusta pensar que hay algo mágico en todo :P ya me gustaría a mi que mis motas de polvo hablaran. Besos!
ResponderEliminar¡Muchas gracias Maribel! Bueno, a mi si me hablasen las motas de polvo me daría algo, seguro, pero la verdad es que lo de volar a través de la imaginación si que lo hago mucho, ja ja. Besos :)
EliminarHa sido un relato fantástico y muy entretenido así que me quedaré con la idea que pasó de verdad porque a quien no le gustaría vivir una aventura similar?
ResponderEliminarPues eso digo yo también, estaría chulo vivir una aventura así, siempre y cuando luego te vuelvan a la realidad, claro, ja ja. Muchas gracias Rebeca. Un beso :)
EliminarQue historia más mágica, sin duda alguna opto porque fue real, siempre es mejor vivir con esa fantasía.
ResponderEliminarJa ja, muchas gracias. La verdad es que la fantasia es algo que pienso es muy necesario, y en estos días, más. Un beso muy fuerte :)
EliminarMe encanto y muy bien contada como siempre Margarita! Me gusta lo que escribes bella.
ResponderEliminarBesitos
Muchísimas gracias Sonatina, ja ja. Cuando tengas ocasión, léeselo a Cookie, porque es casi más un cuento infantil que uno para adultos, pero tú sabes, me encanta imaginaaaaar. Muchísimos besos cariño :)
EliminarMuchisímas gracias Ginger. Me alegro mucho que te haya gustado, por aquí encontrarás de todo, relatos de fantasía, de amor o de terror, depende, ja ja. Besos :)
ResponderEliminarQué bonito el don de escribir. Tuve ganas de ser Beatriz y vivir las aventuras que ella vivió,poder ver el mundo bajo otra perpectiva sería interesantísimo y una buena oportunidad para aprender un poco más sobre muchas cosas. Un saludo.
ResponderEliminarHola Monica, muchisimas gracias por tus bellas palabras. Yo también tuve ganas de ser ella mientras lo escribía, dejar "volar" el cuerpo a la vez que la mente. Muchos besos :)
Eliminar¡¡Qué bella es la imaginación y cuánto tenemos que agradecer poder disfrutar de ella!! Un beso grande y que tengas un feliz fin de semana.
ResponderEliminar(paso un poco rápido, pero he leído tu bonito relato...)
Muchisimas gracias María, eres un sol. No te preocupes si pasas rápido o lenta, lo importante es que te acuerdas de mí y entras en mi mundo, y eso me reconforta y me hace feliz. Me alegra que te haya gustado la historia. Muchos besos :)
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