Marcos sentía que empezaba a marearse. El
humo era muy espeso y no le dejaba respirar. El fuego se extendía con rapidez y
no había tiempo que perder. Intentaba avanzar, sabiendo que en alguna parte de
esa vieja casona estaba el anciano.
Las sirenas sonaban por doquier y sus
compañeros se iban replegando. El capitán había dado la orden de no volver a
entrar porque el edificio amenazaba con derrumbarse de un momento a otro, pero
Marcos sabía que Ernesto estaba allí, aferrado a un recuerdo y a una idea que
quería acelerar. Como hombre, podía entenderlo, como bombero tenía una misión.
Salvar su vida, aunque con ello estuviese poniendo en peligro la suya.
-¡Ernesto! ¿Dónde está?
Marcos
había perdido la fe en su trabajo hacía unos meses. En su trabajo y en sí
mismo.
Llevaba
trabajando como bombero doce años. Había visto situaciones complicadas, había
ayudado a personas que se vieron inmersas en un horror. Había auxiliado a
víctimas automovilísticas, y también había visto morir a personas ante él. Pero
hasta hacía unos meses, le apasionaba su trabajo y lo sentía dentro de sí como
un torrente vivo en su corriente sanguínea.
Venía
de una familia en la que tanto su padre, como su abuelo, habían sido bomberos,
y aun así, no lo tuvo fácil. Su propio padre no dejaba de repetirle que éste
era un trabajo donde no sólo se extingue una ardiente llama y se salva un
edificio. Es un oficio donde se salvan vidas humanas y ello es lo más hermoso que
se pueda hacer. Pero a la vez, por muchas medidas de seguridad que se lleven a
cabo, es un oficio peligroso. Y su abuelo, como para confirmarlo, murió en uno
poco después.
Quizás
su recuerdo más vívido fue el de su primer trabajo como bombero. Un accidente
de coche que marcaría su propio destino. Un matrimonio viajaba en aquél
vehículo. Jamás olvidaría sus caras, sus nombres, el rostro de ella, el rostro
de él, la angustia… Un desgraciado accidente que puso fin a la vida de Carmen,
y del que Ernesto se consideraba culpable por llevar el volante, sin que nadie
lograse convencerlo de lo contrario.
Aquella
noche, sus vidas cambiaron de forma violenta. Ella falleció, y él quedó tan
muerto como su esposa, quedó destrozado. Marcos no había podido olvidar el
dolor en su silencioso rostro a pesar del transcurso del tiempo.
Unos
años después, Marcos conoció a Sonia. Aquella chica le cautivó nada más
conocerla. Era bonita por fuera, pero por dentro, era el ser más hermoso que
jamás hubiese podido conocer. Sonia era una mujer maravillosa, amable, con
sentido del humor… y muy responsable. Se desvivía por su abuelo, al que llevaba
años intentando sacar de un trance que veía imposible.
El
día que Marcos descubrió que Sonia era nieta de Ernesto casi se quedó sin habla.
Que curiosa es la vida, nos muestra caminos y a veces, nos empuja a ellos. El
hijo mayor de Ernesto y Carmen tenía ya una nieta de quince años cuando ocurrió
aquél trágico accidente que segó la vida de Carmen. Sonia había intentado desde
entonces lo que todos los demás habían dejado de intentar. Ella no. Ella no
tiraba la toalla para intentar que su abuelo recuperase su entusiasmo. A pesar de la tristeza del anciano, ante la
persistencia y el cariño de su nieta, él se transformaba. Solo con ella.
Cuando
su nieta llevó a casa a su novio para presentarle, Ernesto sintió que el mundo
se retorcía sobre sí mismo de nuevo. Por supuesto que reconoció en aquél
hombre, a aquél que tiempo atrás no logró devolver la vida a su Carmen. Los
recuerdos que jamás se habían marchado volvieron para ambos, como un remolino
que los envolvió.
Marcos
y Sonia se casaron, y nació su primera hija, Esperanza. Marcos aún recordaba
ese maravilloso día. Y el orden de los acontecimientos. Primero, el nerviosismo
y el miedo por el parto, el hermoso rostro de su hija, y la belleza en el de su
mujer. Esa nueva vida, esa felicidad y ese gozo en el pecho. Se sentía lleno,
pleno. Y luego… aquel inesperado visitante que llegó al hospital a conocer a su
primogénita, nada más y nada menos que Ernesto.
El
anciano hizo acopio de valor y de fuerzas y se presentó en el hospital. Se lo
debía a su nieta, a pesar de con quien se había casado. Esperó pacientemente
las horas necesarias. Por Sonia, esperó y conoció a su primera bisnieta.
Cuando
aquél hombre cansado de la vida tuvo ante sí aquella cosita pequeña y hermosa,
no podía más que ver en ella el rostro de su propia esposa. Algo se agitó en su
corazón, y por primera vez en años, comprendió que Marcos había sido un simple
peón en aquella partida de ajedrez que le costó la vida a su esposa. Comprendió
que él intentó salvarla, aunque ello no fuese posible.
Por
primera vez en años, se sintió en paz y decidió que ya era hora de dejar de
echar culpas a quién no las tenía. Deshizo la culpa por no haber visto aquel
camión que salió de la nada, el dolor porque era él quien conducía. Intentó
aliviar ese sentimiento abrasador de haberla sobrevivido.
Así
comenzó una nueva etapa en la que si bien Ernesto deseaba morir, debía vivir.
Aquella niñita, Esperanza, se parecía cada día más a su Carmen. Eso hizo que
comenzase de nuevo a salir, que comenzase a dar breves paseos, incluso que
comenzase a visitar a su nieta y su bisnieta cuando el avanzado segundo
embarazo de Sonia no la dejaba moverse. Ese segundo embarazo de mellizos, por
cierto.
Y
nacieron Luis y Pablo. Hermosos, sanos. Ahí estaba Ernesto. Sin muchas fuerzas,
pero dispuesto a disfrutar en la medida de lo posible de esos dos nuevos
angelitos. Había descubierto que Marcos era un gran hombre. Su nieta no había
podido escoger mejor.
Todo
iba más o menos bien, cuando ocurrió la tragedia. Hubo un gran incendio, en el
que Marcos no pudo salvar a su compañero. Le afectó tanto que decidió dejar de
ser bombero. Olvidó a toda la gente que había salvado y sólo consiguió recordar
a los que no había podido salvar. Ello le condujo a un estado de shock, que ni
el amor de Sonia ni el nacimiento de sus pequeños consiguieron aliviar. Sentía
frío por dentro y se veía incapaz de volver a vestir el uniforme y sentir tal
pasión por su trabajo que eso hiciese que olvidase el miedo y los riesgos.
Ernesto
conocía los síntomas bien. Se dio cuenta con gran horror como él había hecho lo
mismo y había sometido a sus seres queridos al mismo dolor que ahora sufría
Sonia al no poder ayudar a su esposo. Sentía impotencia al ver llorar a su
nieta, y observar como Marcos se hundía más y más. Y entonces… tomó una
decisión…
Aquella
tarde visitó a sus nietos. Luego, se preparó una maravillosa cena. Cenó con
velas. Aquella tarde hacía frío, encendió la estufa. Colocó ante sí un retrato
de su amada Carmen. Después, sin miedo, con una sonrisa en sus labios dejó caer
la estufa… y las velas, y por si no fuese suficiente, arrimó una de ellas a una
cortina. Su casa estaba aislada. No había peligro de que ninguna casa
colindante prendiese. Nadie más sufriría. Después, cogió la fotografía de su
amada y se dirigió a su dormitorio. Con suerte, el humo lo dormiría antes de
que llegase el fuego. Y Marcos reaccionaría y le ayudaría. Recuperaría su
espíritu de bombero.
En
el último instante temió. ¿Y si Marcos no hacía nada? ¿Y si todo aquello no
servía para nada? Lo primero que sintió antes de que el humo lo durmiese, entre
aquellos espasmos de tos, fue un creciente miedo. De pronto no quería morir.
Pensaba en Sonia, en los pequeños, en Marcos. En Esperanza… ¿Qué había hecho?
¡Madre mía! ¡Qué locura había hecho! Después…perdió la consciencia.
* * *
Marcos
leía un cuento a Esperanza cuando escuchó las sirenas y oyó la alerta, seguidas
del ruido del teléfono. La casa de Ernesto estaba en llamas. No lo pensó ni
durante una fracción de segundo. Todo el miedo que había estado atenazado en su
pecho se esfumó de golpe y un nuevo y renovado valor entró en él. Estaba
aterrorizado y a la vez, una fuerza interior le impulsaba.
El
tiempo voló hacia atrás, hacia aquél fatídico día en que Carmen murió. Su
primer trabajo como bombero. Recordó a a su compañero… pero no podía detenerse.
Llegó al parque de bomberos y se colocó uno de los monos y un casco, y se unió
a sus asombrados compañeros. Y después, entró en aquel infierno.
Todo
se complicó. La casa comenzó a ceder. Demasiadas vigas de madera. Demasiados
años. Pero él no cesaría en el empeño. Lo salvaría como fuese.
-¡Ernesto!
¿Dónde está?
-¡Ernesto, por favor! ¡No me iré de aquí
sin usted! ¡Ernesto!
Entonces
lo vio. Y comprendió. ¡Viejo cabezota! Lo tomó en brazos, prácticamente no
pesaba. Jamás estuvo seguro de qué paso. Juraría que la cosa se puso
relativamente fácil una vez que encontró a Ernesto. Juraría que alguien le
había ayudado. El caso, es que salió a aquel frío hermoso, salió a la noche
abierta con Ernesto en sus brazos, abrazado a un retrato, y vivo.
-
Gracias Ernesto. Me ha salvado usted la
vida.
-
Creo que ha sido al revés. Tú y Sonia me la
habéis salvado a mí. Y no me refiero a esta noche. Eres un buen hombre, y un
buen bombero. Tu profesión es muy noble hijo, no lo olvides. No todos sirven
para ello.
Marcos
le tomó la mano y subió con él a la ambulancia que acababa de llegar.
-
¿Y si yo hubiese llegado tarde?
-
Carmen no te lo hubiese permitido muchacho. Ella quiere que yo viva.
En vilo hasta el final, ¡artista!Un abrazo :D
ResponderEliminarMuchísimas gracias cariño. Ja ja, me alegra que te haya gustado, un beso enorme, enorme. Muaaaaakkkk
Eliminarperder la fe en lo que haces es lo peor que puede pasar
ResponderEliminarAsi es Abbie, pero a veces pasa, y hay que intentar continuar. Un beso preciosa :)
EliminarHOLAAA
ResponderEliminarwo que historiaa! me encanto, la comparto
Ja ja, ¡¡¡muchísimas gracias Génesis!!!! Eres un sol. Un beso muy fuerte :)
EliminarQue preciosa historia, que giros del destino, es increíble lo curiosa que es la vida, y muchas veces nuestros dolor no nos deja ver, más allá de lo que representa una profesión y lo que implica, me ha encantado el desenlace ^.^
ResponderEliminarMuchisimas gracias chicas. Los bomberos son personas que enfrentan situaciones muy complicadas y quería hacerles un pequeño homenaje. Un beso :)
EliminarEmotiva historia, las vueltas del destino, dentro de tanta tragedia un final feliz.
ResponderEliminarMuchas gracias Amparo. Un beso :)
EliminarHay que ver, tantas y tantas historias como ésta ocurren en realidad (lo de viejos cabezotas mucho, mucho ;) ). Al menos tú has sido amable con el final, a veces la vida no lo es tanto :)
ResponderEliminar¡Gracias! He querido ser amable con ellos, porque es cierto que a veces, sobre todo con el tema de los abuelos, se sienten solos y entran en un bucle que no veas. Un beso:)
EliminarCuando pierdes la confianza en ti, estas perdida.
ResponderEliminarMuy lindo.
Gracias Jen. Asi es, aunque a veces la vida nos empuje para bajo, hay que volver a subir a la primera oportunidad. :)
EliminarBonita historia, La mentalidad de un bombero es de continua superación, porque son mentes muy fuertes para superar todas las adversidades.
ResponderEliminarY que lo digas. Tienen que tener una fuerza mental increible. Ven cosas... en fin, que no todos somos capaces de ver, menos intervenir. Este cuento es un humilde homenaje a ellos :)
EliminarUn narración muy bonita, sin duda los bomberos son personas que arriesgan su vida y pueden superar adversidades porque tienen fe en lo que hacen.
ResponderEliminarGracias por compartir esta historia.
Saludos!
Gracias a ti, quería escribir un poquito sobre ellos. Conozco a varios y la verdad, tenía ganas de hacerles un pequeño cuento. Muchos besos :)
EliminarMaravillosa historia que atrae desde que se comienza a leer, lo que no me esperaba era el final... y la frase: Que curiosa es la vida, nos muestra caminos y a veces, nos empuja a ellos, genial, me encanta tanto que la compartí, pues la comparto 100%... Gracias por compartir, un abrazo!
ResponderEliminarGracias a ti preciosa. La verdad es que ultimamente veo mucho de eso, de como la vida nos muestra caminos y te da la oportunidad de tomarlos, y si no te atreves... te ayuda un poquito con un empujoncillo, ja ja :)
EliminarPrecioso relato, me encanta. El destino es caprichoso, la vida da mil vueltas, bien que al final se perdonaran a si mismos como al otro. Lo comparto.
ResponderEliminarMuchas gracias Sandra. El perdon hacia los demás es importante, importantisimo, pero el perdón a uno mismo... es primordial. Un beso muy fuerte :)
EliminarQué bonita historia, me ha encantado te tiene todo el tiempo ahí esperando a ver qué pasa. Genial, precioso final, qué bello :)
ResponderEliminarMuchísimas gracias Diana. Muchas gracias de corazón. Tengo algunos cuentos con finales menos felices, pero éste, necesitaba un final feliz :)
EliminarPues a mi me ha hecho chocolatera, me ha tenido con lágrimas en los ojos un buen rato. Impresionante como relatas. Me ha encantado, gracias :)
ResponderEliminar¡No me digas! Uf Victor, pues entonces no te cuento si leyeses otros que tengo por ahí... pero me das una alegría, fíjate lo que son las cosas, ja ja ja, porque eso quiere decir que te he llegado. Muchísimas gracias de corazón :)
EliminarQue buen relato, conmovedor, pero lo mejor de todo es que al final ambos recuperan la alegría por la vida, la vida esta hecha de caminos cruzados.
ResponderEliminarMuchisimas gracias Rebeca. Estoy contigo, la vida está repleta de caminos cruzados, y eso forma parte de la magia que posee. Un beso muy fuerte :)
EliminarBellísima historia y un homenaje siempre a los incomprendidos bomberos que en mi país son voluntarios sin sueldo ni nada. El mundo es un pañuelo como se dice y de alguna manera llegan personas valiosas a nuestras vidas , muchas nos roban el corazón y están ligados a situaciones o personas que conocíamos antes.
ResponderEliminarSi William, la vida es un misterio que nunca sabemos qué cartas lleva en sus propósitos, pero sí es cierto que ahí estamos nosotros, formando parte de ese juego. Me dejas anonadada con lo de que en tu pais los bomberos no tienen ni siquiera sueldo. Madre mía, que injusticia. Pues son unos trabajadores no solo valientes, sino salvadores de vidas en multitud de ocasiones. Un beso William :)
EliminarPreciosa historia que enseña muchas cosas y a pensar que todo en la vida pasa por algo...Quizá se ponga feo pero cuando pasa algo malo siempre hay algo bueno que lo soluciona y cuando todo parece que va muy bien algo malo ocurre y se estropea. Es como si el universo buscara encontrar el termino medio a todo. Al final lo malo no es tan malo y lo bueno nunca es perfecto.
ResponderEliminarSupongo que por eso en el equilibrio está la respuesta. Un beso Zoraida. Gracias por visitarme :)
EliminarQue bonita narración! aunque yo le hubiera dado una "colleja" al abuelo por imprudente, que casi se queda en el intento. Un relato acerca de las casualidades que la vida precioso.
ResponderEliminarGracias Maria. Ja ja, si, tal vez el abuelo mereciese una collejilla, pero pobre hombre, quería hacer reaccionar a nuestro amigo. Un beso :)
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarLos giros del destino a veces son sorprendentes. Una muy bonita historia, te animo a que sigas escribiendo :)
Sigue así ^^
Besos
Muchisimas gracias Sonia. Seguiré mientras siga teniendo lectores que me quieran tanto, ja ja. Un beso y gracias de nuevo :)
EliminarNo esperé esto, tienes algo que me obligó a seguir leyendo sin darme cuenta. Me encanto el relato, no dejes de escribir!!
ResponderEliminarBesos.
Muchisimas gracias Anna. Me alegro muchísimo que siguieses leyendo intrigada. Un beso muy fuerte y ya sabes donde encontrarme :)
EliminarHola,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. No esperaba para nada el final!!Espero que sigas escribiendo mucho tiempo lo haces muy bien, haces que el lector se meta en la historia.
Enhorabuena.
Un saludo
Muchisimas gracias Guadalupe. Un beso muy fuerte:)
ResponderEliminar