Un día más en el curro, igual de “aburrio”. Por lo menos hoy,
Don Hilario se ha “olvidao” la presentación ésa en su casa y la ha “montao”
gorda. Cómo chillaba el “condenao”. Menudas voces daba. Rosa y yo nos reímos con ganas de las buenas. Mucha
chaqueta, mucha corbata, y “pá” mí, que lleva peluquín… pero de lo que sí
estamos seguras las dos, es que tiene “mu” mala leche cuando quiere.
La pobre Engracia corría como una loca, con esos tacones del
diablo. Y Don Hilario chillaba por aquí, y también por allí el “exagerao”. Nos
hemos reído la Rosa y yo. Engracia no dejaba de decirle que ella podía ir a su
casa si hacía falta, pero él le decía que no. Menudo es Don Hilario. Se
presenta la guapetona de la Engracia en su casa y su mujer le corta “la corbata”.
- Pásame la fregona del palo rojo, Rosa. Que tiene más pelos
y friega mejor.- le digo a mi colega.
- Qué pelos ni pelos, lo que pasa es que el palo es más largo
y te duele menos la espalda, listilla, que eres una listilla. Y me la quieres
colar.
La Rosa y yo nos entendemos bien. Por eso, cada semana, nos
jugamos entre las dos un cupón de esos. Voy a empezar yo con los aseos éstos,
que cada semana le toca a una ir a comprar el cupón. Y hoy, le ha tocado a ella
el viajecito, y a mí, los retretes.
Qué asco, de verdad. Que no entiendo cómo pueden dejar las
tías esto así. Porque todavía, los tíos, son guarros, pero las tías, que están
“acostumbrás” a fregar, podrían tener más “cuidao” las puñeteras. Aunque mi
Manolo es limpio, limpio, pero limpio.
- ¡Macu! ¡Macu!-me chilla la Rosa.
- ¿Pero qué te pasa alma de Dios? ¡Que parece que te ha “dao”
un calambre!- le digo con ganas de pitorreo.
- ¡Que nos ha “tocao”!
- ¿Quién nos ha “tocao” Rosa? Que una es “mu” decente.- le
digo guiñando el ojo.
- Sí, tú con cachondeo, pero ¡nos ha tocao el cupón!
¡La ostia! ¿Me lo está diciendo de verdad? Porque la muy
condenada suda como en pleno agosto.
Me llevo la mano al pecho, porque tengo un tambor dentro. La
de cosas que voy a comprar. Va a limpiar los bates quién yo me sé. ¡Ja!
- ¿Es de verdad Rosa?
- ¡Yo nunca te engañaría con una cosa de éstas! Que el dinero
es “sagrao” Macu. Que mi Mario ha vuelto a dejar cortos los pantalones.
Me siento. Porque las piernas están flojas, pero flojas,
flojas.
- ¿Y cuánto nos ha tocado?- le pregunto con el tambor dale
que te pego. Ya me veo con las pieles y unos tacones como la Engracia. ¿Qué voy
a hacer yo de rica?
- ¡Treinta euros!
Y me lo dice tan contenta la “jodía”. Lo mismo que antes no
podía respirar por la emoción, ahora no puedo respirar del coraje.
- ¿Treinta euros? ¿Y por treinta euros has “montao” este pitote?
¡Joder Rosa, que creí que nos había “tocao” el gordo, el cuponazo ése!
Y Rosa me mira con cabreo.
- Mírala ella que listilla. Si llego a saber que te ibas a enfadar
tanto, me quedo yo con “tó”, so borde. Que con quince euros no me llega “pá”
los pantalones del Mario. Que una es pobre, pero “honrá”.
Sea la leche que mamó. “Pos” no lleva razón la “jodía”. Uf.
Si es que soy una desagradecía, que el mundo está lleno de cuentos de ésos de
la lechera. Mejor quince eurillos que ná.
- Anda Rosa, coge tú la fregona del palo rojo. Que a mí la
espalda ya no me duele hoy, que hoy me pica la cartera, y ésa, sí que la
tenemos igual tú que yo.
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