Hola. ¿Estás ahí? Sí. Lo estás. Siempre estás ahí.
Tengo algo que decirte, pero no estoy segura de por dónde empezar. Bueno, sí,
sí lo sé. Quiero empezar por pedirte que esta vez me escuches. Lo sé. Por
favor, no te enfades. Sé que siempre me dices que sí, que me escuchas, pero
ambas sabemos que eso no es del todo cierto.
Hace tiempo que te
acompaño. Te observo. A veces me dirijo a ti, y otras, prefiero que seas tú
quien me hable. Llevo un tiempo intentando que te detengas. Que te sientes un
momento en el banco que la vida sitúa en tu camino para que, durante unos
instantes, tomes asiento y descanses. Pienses, recapacites, y después, con
nuevas fuerzas, continúes tu camino.
Te pasas el día intentando
hacer más fácil la vida de aquellos a los que quieres, a veces, te olvidas de
ti misma, te dejas ir, no quieres o no sabes cómo detenerte ante ese banco que
te he mencionado.
Tienes miedo, te muestras
ausente cuando algo te causa angustia, porque te cuesta trabajo expresarlo en
voz alta, te hace sentir culpable, sí, sí, eso de pedir ayuda te hace sentir
fatal.
Cuando eras niña te dije
que algún día tendrías que seguir el ejemplo de tus padres, que algún día
debías tomar las riendas de tu vida. Te lo advertí, y tú, me miraste,
sonreíste, y me guiñaste un ojo.
Te he visto pasar por
situaciones muy complicadas. Te he escuchado reír con fuerza y te he sentido
llorar con el corazón roto, con el alma desgajada y el sentimiento a flor de
piel. Te he visto actuar de forma
impulsiva, y también, detenerte contra la corriente y soportar el flujo marino
con tan sólo el escudo de tu cuerpo. He visto como la vida te iba dando una de
cal y otra de arena, pero también sé… que siempre te has sentido una persona
con suerte.
Ahora, te sientes en una
encrucijada, en un camino, donde te brindan una oportunidad y tienes miedo,
estás aterrada. Sientes como el corazón golpetea contra tu pecho y tus pulmones
no son capaces de administrar la entrada y salida de aire porque esto ocurre a
borbotones, como tus ideas y tus razonamientos, y te cuesta trabajo coordinar
la respiración con la realidad.
Tienes miedo. Tienes miedo
porque yo he abierto la puerta de tu zona de confort y te he invitado a salir
al exterior. Te he invitado a explorar
nuevos caminos, a dejar un poco de tu coraza atrás, a desatornillar una parte
de las bisagras que la sostienen, y permitir que ese aire de fuera entre en
ella y termine oxidada y dejándola caer, porque ya no la necesitas.
Tienes miedo. Pero una vez
más, yo estoy aquí para ayudarte en tu camino.
Y lo haré.
Lo haré, porque formo
parte de ti. Porque tú y yo somos la
misma persona. Si tú caes, yo caigo. Si tú te levantas, yo me levanto. Así que
escúchame y pierde el miedo a vivir. Escúchame, hazme ese favor, que para algo,
yo, soy tu voz interior.
Una magnifica entrada Margarita, cuando he comenzado a leer, pensaba que era una madre dirigiéndose a su hija. La voz interior le daba sabios consejos.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Gracias Conchi! En este caso, es la propia voz interior... ésa que a veces mandamos callar, ja ja.
EliminarMuchos besos :D
Esa voz interior que siempre nos ayuda a tomar decisiones siendo o no las adecuadas pero nuestra al fin y al cabo
ResponderEliminar¡Hola Abbie! Ésa voz. Que está ahí, y a veces nos habla y le decimos que se calle, pero deberíamos escucharla ¿verdad?
EliminarMuchos besos preciosa :D
simplemente sin palabras... :3 he sentido este escrito tan cercano a mi, algo tan de dentro de mis rincones enpolvados.. aquellos que no me animo a veces a escuchar.. a esa pequeña que siempre parece hacer las cosas, la que parece saberlo todo pero que ignoro... mi voz interior..
ResponderEliminarpd: Precioso escrito.. y me encanto la parte de la puerta y las bizagras que se oxidaran y caeeran!! :D wow me encanto!
un abrazo infinito para ti, mi amiga Margarita HP
Hola cariño, muchisimas gracias, fíjate me puse un poco melancólica y reflexiva, ja ja.
EliminarEsa vocecita interior que me gusta escuchar todo lo que puedo.
Un beso enorme :D