Ser ave libre

 

Siempre he sentido escalofríos al tocar un pájaro. Notar el movimiento de ese pequeño cuerpo frágil bajo la suavidad de sus plumas.

Me inquietan los movimientos que se sacuden bajo los dedos al aprisionar a esas hermosas criaturas, o la forma en que se aferran con esas patitas delgadas y sumamente frágiles, a la piel.

Pero también hay algo que me fascina sin igual. Los ojos, redondos, pequeños, pero tan profundos que no ves el fin en ellos. Y, por supuesto, su capacidad para volar.

Esa apertura de alas que dibuja el mundo a sus pies. Esa hermosura que planea el cielo desde una posición que les hace inalcanzables... con las manos.

Os diría que en otra vida quiero ser pájaro, pero os mentiría. Tengo demasiado miedo a lo desconocido o a transmutar en, a saber qué clase de especie. Así que decidí hace tiempo, ser pájaro en esta vida.

Son muchas las jaulas que aprisionan la vida y la voluntad. Son muchos los cazadores que portan arma y buena puntería, pero como me gusta escribir fantasía, puedo permitirme el lujo de ser pájaro inalcanzable. Puedo permitirme el lujo de doblar el cañón de un arma con la mirada, puedo permitirme el lujo de esperar paciente, aunque parezca que estoy detenida o enjaulada... y en el momento más inesperado, arrancar el vuelo sin que nada, ni nadie, me detenga.

Solo me falta cantar.

En su defecto, escribo. 

Seamos ave libre.