Como un reloj flojo

Cuarenta grados un 23 de mayo. Y un pimiento, allí hacía por lo menos sesenta, que lo sabré yo. Seis de la tarde, aparcada a bastante distancia de la Plaza Nueva donde tenía yo la firma de mis novelas a las siete de la tarde. Una inmensa cuesta que me mira retadora y con burla. ¿A qué no hay lo que tiene que haber? ¡Qué graciosa! Si la cuesta fuese humana se iba a enterar...

Como un reloj flojo me siento, que no puedo ni con mi alma. Y no es por nada, pero esto acaba de empezar, que vivir en Andalucía es bello, pero también caluroso. Ofú, ofú, ofú... dejaré de pensarlo y empezaré a gatear a ver si llego a tiempo. Y sobre todo, intentaré vencer mi deseo de arrojarme al Guadalquivir para refrescar esta calor, que más que firmar, me veo formando con los libros una barrera protectora ante el sol. ¡Qué bien entiendo ahora a Dalí y sus relojes flojos! ¡Cuánta verdad en su arte!  

La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí

Como en tantas otras ocasiones, este pequeño texto no es más que una broma. Una broma bien cierta, que ayer por la tarde era así como me sentía cuando la empinada calle se me plantó delante. Fue un momento fugaz, pero recordé este cuadro que siempre me llamó la atención. 

"La persistencia de la memoria", una obra de Salvador Dalí realizada en el 1931. 

Óleo sobre lienzo, estilo surrealista, 24 x 33 cm.

Esta obra fue exhibida en la primera exposición individual de este pintor en la Galerie Pierre Colle de París, del 3 al 15 de junio de 1931. 

Actualmente se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde llegó en 1934.

Dalí, pintor, escultor, grabador escenógrafo, escritor y hasta marqués. Todo un personaje, dirían algunos. A mi siempre me intrigó su porte y su mirada. La expresión de su rostro, ese gesto de sorpresa como quien siempre se siente inspirado, y por supuesto ese bigote de agujas de reloj. De él se ha escuchado mucho e intenso, pero no voy a entrar yo ahora en esos detalles. Baste decir que fue un genio.