sábado, 3 de marzo de 2018

La pluma dorada. Capítulo 5 y último


Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4

Capítulo 5


Todo ocurrió muy deprisa. Igual que empezó de pronto, de repente se avalanzó hasta el final.

Antonio escribía y escribía con una fluidez imparable, absorto en su tarea, ajeno a todo. Sus padres no sabían si alegrarse o preocuparse, pues su hijo no dejaba de garabatear cada vez con más entusiasmo y veían como hojas y hojas de papel iban acumulándose en el viejo cajón de la cómoda.

La pluma empezó a perder su piel dorada y leves estrías de color marrón como si de madera se tratase empezaron a invadirla.

Saúl le decía al pequeño que no se preocupase. Que estuviese tranquilo, que todo estaba bien.

Un día… el niño vio que la historia que escribía llegaba a su fin y se entristeció.

Corrió rápido con todas las hojas que Saúl le había ido dando desde aquél primer día unas semanas atrás y entró con las mejillas rojas y el brillo en los ojos.

Pero al igual que aquél otro día unas semanas atrás se detuvo en seco ante sus padres, ahora se detuvo en seco ante el anciano. Parecía mucho mayor, más bajito incluso, con la espalda más arqueada y el cabello más escaso.

Sus ojos brillaban con la misma o más intensidad, pero el hombre parecía haber envejecido de pronto muchos años.

Saúl miró aquél fardo que había bajo el brazo del pequeño y la pluma sin vestido dorado para cubrirse.

- Antonio, tengo que pedirte un último favor.
- Dígame señor…
- Quiero que me leas todo lo que has escrito. Sé que casi has terminado.
- Sí señor. Solo me falta poner FIN. Pero quería hacerlo aquí, con usted. La pluma ha empezado a escribir muy poquito – le dijo haciendo pequeños movimientos con su muñeca, y agitando la pluma como si así, la escasa tinta que pudiera quedar prendada de sus paredes consiguiera escapar y dejarle colocar aquellas últimas letras.

El anciano sonrió.

- Ven. Siéntate a mi lado y escribe lo que te falta.

Antonio dibujó con trabajo la letra “F”, casi no se percibía la letra “I” y la letra “N” era un trazo marcado en el papel sin estar cubierto apenas de color.

La pluma ya no tenía tinta en su interior.

Ya podía dejar de escribir como le había prometido a Saúl. ¿Por qué se sentía entonces tan vacío y con tantos deseos de llorar?

- Léeme tu historia Antonio. Pero… lee sin detenerte. No tengo mucho tiempo.
- ¿Tiene que ir a algún sitio? Si lo desea puedo acompañarlo.
- No… lee.

El niño se sintió extraño, como mareado, pero no quiso negar a aquél hombre el leerle después de tanto tiempo en el que no lo había hecho.

Empezó la lectura y durante toda la semana, nada más salir del colegio, corría y le leía un trocito. Siempre llevaba consigo la vieja y maltrecha pluma a pesar de que ya no pintase y hubiese tenido que volver a sus lápices.

Saúl disfrutaba de aquella lectura más que si de cualquier clásico se tratase. Sabía que había hecho lo correcto. Aquél niño sabía lo que hacía, aunque todavía no lo hubiese averiguado.

Conforme la semana pasaba, el anciano se sentía más y más débil, hasta el punto de que Roxana y Pablo le invitaron a ir a casa con ellos y no dejarlo solo por la noche.

Pero el anciano les dijo que no. Que tenía cosas que hacer, que al día siguiente quizás aceptase la oferta. 

Aquella noche fue extraña y estuvo llena de sucesos anormales.

Primero, Antonio no quiso dejar solo al hombre. Solo le faltaba por leer la última página de su manuscrito, pero el anciano le detuvo y le dijo que le gustaría ser él quién leyese aquél final. Como ya era de noche y no veía bien, le pidió el favor de que le dejase el manuscrito allí. Y el niño, así lo hizo.

Pero cuando llegó a casa con sus padres, se sintió mal y pidió permiso para pasar la noche con el anciano. Pablo le dijo que mejor convencían a Saúl para que pasase la noche con ellos y ambos emprendieron el camino. Al llegar, observaron sorprendidos que en la casa del anciano no había nadie… ni nada, salvo unos escasos muebles en un comedor que olía a cerrado.

Aturdidos volvieron a casa.

- Papá, no entiendo nada.
- Yo tampoco hijo, yo tampoco.
- Papá, se llevó mi manuscrito – dijo el niño llorando de pronto.
- Mañana volveremos de nuevo. Intentaremos averiguar a donde ha ido. Le encontraremos.

No hubo cena aquél día. Nadie estaba de ánimos. Roxana y Pablo regresaron algo más tarde de nuevo a la casa. La casa estaba vacía. Solo quedaba la mesa, el sillón donde él se sentaba, y la vieja vitrina.

- Deberíamos llamar a la policía, a los hospitales, a alguien.
- Roxana, cariño, no tenemos ni idea de dónde podrá estar.

Ambos volvieron abatidos y convencidos de que al día siguiente movilizarían lo necesario para intentar averiguar qué había pasado. El anciano no tenía familia que ellos supiesen y era imposible que se marchara tan rápido en su estado.

Antonio se sentía cansado en extremo. No podía mantener los ojos abiertos. Hasta que finalmente, el sueño le venció.

Soñó con un tiempo anterior.

Soñó con una tierra extraña llena de artilugios inverosímiles.

En su sueño vio a un niño. Esos ojos… reconoció al instante en ese niño a Saúl.  

Observó las extrañas ropas del muchacho y vio cómo junto a alguien a quién llamaba “Maestro” aprendía lo que parecían pócimas y juegos de manos que emitían luz. Observó, como un día a solas, el niño creaba una bola grande y brillante de color dorado y la guardaba en una probeta. Vio como el Maestro llegaba y enfurecía. El aprendiz había superado al Maestro. Vio como la bola salía de la probeta y se adueñaba de una vieja pluma de madera que yacía olvidada entre polvo y restos de productos.

El niño fue expulsado, y enfadado, el pequeño regresó a escondidas a aquél extraño lugar y buscó y buscó hasta encontrar una bella pluma dorada. Pero el Maestro llegó y le descubrió, castigándole a no poder hacer jamás magia alguna y solo poder utilizar una vez la magia de aquella pluma. Una sola vez en su vida tendría para hacer con aquella pluma lo que quisiese. Podría firmar el mejor pacto del mundo con ella. Podría firmar…

Pero no firmó nada.

Antonio en su sueño vio como aquél niño guardaba la pluma en una vitrina reluciente y vivía su vida como un simple mortal normal y corriente. Cada vez que iba a usarla, pensaba que no era el momento apropiado y lo dejaba pasar. Hasta un día… en que el anciano sabía que su fin se acercaba y la pluma seguía dormida. Entonces, tomó un papel liado de mala forma y tirado en una papelera y con suavidad, escribió a escondidas de un niño que era testigo sin saberlo, su propio nombre, en aquél papel que había sido desahuciado, con una pluma que llevaba mucho tiempo abandonada.
El chiquillo se levantó y a gritos llamó a sus padres.

- Sé dónde está el señor Saúl. Lo sé. – le gritó a sus padres desesperado. 

Salió a prisa. Todo lo aprisa que pudo, no sin antes observar que la pluma que estaba sobre la mesa, era madera carcomida.

Corrió tanto que sus padres no le daban alcance y empezó a golpear la puerta de la casa del anciano con fuerza, gritando su nombre y llorando con fuerza.

Roxana abrió la puerta y asombrados, vieron al anciano Saúl, en su sillón favorito, con una hermosa sonrisa en el rostro y las manos enlazadas sobre el regazo.

Roxana se cubrió la boca, mientras Pablo se acercaba con sigilo.
Antonio lo abrazó sin más.
El anciano había muerto al mismo tiempo que la pluma había perdido su esencia dorada.
No había rastro alguno del manuscrito.

Dos semanas después, un señor muy agradable llamó a la puerta de aquella familia. Traía bajo el brazo un paquete con un lazo dorado y en su interior, ante el asombro de todos, incluido el propio Antonio, se encontraba el manuscrito.

Aquella noche, de una forma que nadie lograría comprender, Saúl lo envió a una importante editorial por el sistema tradicional, en un sobre, junto a las instrucciones claras de dónde localizar a quién había escrito aquellas páginas.

Querían publicarlo.

Y lo publicaron.

Hubo que elegir un título, y el pequeño decidió llamarlo “El anciano y la pluma”. En cuestión de pocos meses, se habían vendido tantos ejemplares que Roxana y Pablo decidieron abrir una cuenta para ingresar los beneficios y poder enviar a Antonio a la Universidad cuando llegase el momento. Pero pensaron que quizás el chiquillo quisiese hacer algún viaje o comprar todas aquellas cosas que los demás niños tenían y él no.

- ¿Qué nos dices Antonio? ¿Qué deseas?

El niño extrajo de su bolsillo un papel que llevaba largo tiempo doblado.

- Quiero ir al Campamento de Escritura.
- Que así sea pues – le dijo su padre.

Hoy en día, Antonio es un célebre escritor conocido internacionalmente. Sus obras se han traducido a multitud de idiomas. Posee una fortuna. Sin embargo, vive con su esposa y sus tres hijos, en una vieja casa que compró cuando tuvo oportunidad para ello, justo al lado de la que fue su casa de la infancia.  En aquella vieja casa vivía un anciano. Saúl. Cuando le entregaron la llave, tuvo que reformarla por completo. En su interior quedaban algunas pertenencias. Entre ellas, una vieja vitrina que contenía muchos objetos extraños. Entre ellos, y de forma totalmente inesperada… una pluma dorada.



FIN

20 comentarios:

  1. Ay que bonito final
    Me ha encantado *.*
    Nunca dejes de crear!
    Un besazo ^^

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    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias Naya! ¡¡BEsitos!! :D

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    2. me he devorado tus letras.te felicito quizas algun dia pueda escribir como vos

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    3. ¡Hola Mucha! ¡Tú ya escribes mejor que yo cielo! Escribes vida y calor.
      Muchos besos :D

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  2. Tu pluma es de oro, enhorabuena.
    Son relatos que enganchan, no te canses de escribir ¡Por favor!
    Besos.

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  3. Mi querida Margarita, escritora donde las halla... Siempre tan ocurrente.

    Fuerte abrazo.

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  4. Respuestas
    1. Ja ja ja, ¡¡gracias Ernesto!! Una hace lo que puede, ja ja. ¡Besos! :D

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  5. Bonito final!!!Feliz domingo!!!💚💚💚

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  6. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias María! Éste era el último capítulo, ja ja. Como me extienda mucho me tiran de las orejas ;D

      Muchos besos :D

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  7. Hola Margarita: que buena historia, sería tema para una novela. Sabes darle al lector el misterio y la emoción en el momento justo.

    ¡¡Te felicito!!

    mariarosa

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    Respuestas
    1. ¡Muchisimas gracias María Rosa! Me lo han comentado alguna vez lo de que me base en estas pequeñas historias para algo mayor. Pero la verdad es que como ya desvelo el final, ja ja, pues no sé. Podría modificarlas... o cambiarle el final, así, de forma picaruela, ja ja.
      Muchos besos amiga :D

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  8. Muy bien escrito. Deseando leer más. Un abrazo Margarita. :)

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  9. Indudablemente el hecho de atrapar al lector en una ágil lectura es una virtud. Y vos la poseés.
    Esta es una historia con magia, pero no sólo en su contenido, sino también en su manera de escribirla. Pero es de esa clase de magia que emociona suavemente, que es la mejor manera de emocionar.
    Sospecho que vos tenés esa pluma bien guardada y la usas para nuestro deleite.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Gracias Navegante, como siempre has hecho que la sonrisa me acompañe mientras leo tu bellísimo comentario.Tengo una pluma guardada, no sé si decirte que es dorada o quizás sería mejor decir que es del color que corresponda a la historia que quiero contar. Es una pluma que me acompaña durante el día y a veces, incluso durante la noche, mientras intento dormir pero no dejo de soñar. No sé si escribirá mejor o peor, pero sí se que para mí es un disfrute enorme dejarme llevar con ella en un baile rítmico, aunque todavía no he sido capaz de contar una historia como la cuentas tú amigo mío.
      ¡Muchos besos! :D

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    2. Me develaste tu secreto: una pluma que cambia de color según la historia. Bellísimo.
      Cada uno cuenta las historias a su manera, eso es lo grandioso, lo mágico. La tuya me encanta.
      Besos (suelo leer tus respuestas aunque ya no responda).

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