EL ACANTILADO
Capítulo 2.
Una niña de unos siete años tiraba de su
camisa con una fuerza sobrecogedora…
- ¡Señor, señor!...
La venda ya lo asfixiaba. Esa niña era su
objetivo…
- Hola pequeña. ¿Puedo ayudarte en algo?
- Necesito ayuda.
Jeremías miró a su alrededor y sintió
aprensión. La gente comenzaba a mirarlos de forma extraña. Él mismo pensó en la
imagen que daría, un hombre maduro vestido de forma tan andrajosa, junto a una
niña pequeña y bien vestida.
- ¿Estás sola? – le preguntó.
- Mi mamá se ha perdido. No sé dónde está –
empezó a gimotear la niña.
Jeremías hizo lo que casi siempre solía
darle resultado. Apoyó su mano en la de ella y esperó un poco. El contacto
humano era de lo más reconfortante, y él, a pesar de los pesares, seguía
echando en falta ese calor que tanto bien le proporcionaba.
Ése había sido el trato. Calor humano.
Con suavidad, acarició la mano de la
pequeña y ésta, poco a poco, comenzó a tranquilizarse. Fue entonces cuando el
hombre la observó con un poco más de detenimiento. Era evidente que había
llorado bastante, el rastro de las lágrimas y la nariz roja, los ojos
ligeramente hinchados… No. Eso no estaba bien. Los niños no deberían llorar.
Sintió un pinchazo dentro de su pecho. Los
ojos de la niña eran… familiares. Esos hermosos ojos marrones, grandes e
intensos, le suplicaban ayuda y le miraban a la vez de forma descarada, fijos,
queriendo leer sus secretos. Pero debía ser al revés, debía ser él quién leyera
los secretos de ella.
- La encontraremos pequeña. Créeme, tengo
un radar especial para las mamás que desaparecen. Pero tendrás que explicarme
como es ella.
La niña se detuvo un instante y le miró muy
seria.
- Es como todas las mamás. Es muy guapa, y
amable, y solo me riñe cuando derramo el chocolate de las mañanas, o cuando he
hecho mal los deberes. A veces, se enfada si no recojo los juguetes, y pone
caras raras, pero luego, cuando cree que no la veo, sonríe y empieza a recoger ella
también. Siempre se ríe mucho. Bueno se reía. Antes se reía mucho.
- Está bien pequeña. Necesito que me hables
un poco de cómo es su pelo, si es alta o baja, cómo va vestida y esas cosas, y
desde luego, necesito que me digas donde la viste la última vez, aunque imagino
que habrá sido aquí mismo. Dime, ¿en qué parte de la playa estabais cuando ella
desapareció? ¿Aquí mismo? ¿A unos metros?
La niña se detuvo y le miró muy seria.
- No. Desapareció allí – dijo señalando con
su pequeño dedo el alto risco del acantilado que aparecía tras ellos.
Jeremías tragó saliva. El acantilado…
La historia se pone interesante Margarita, espero con impaciencia el capitulo tercero.
ResponderEliminarBesos.
¡Gracias Conchi! Esta es una historia cortita. Solo seis capítulos. Ya me contarás. Muchos besos :D
ResponderEliminarUn acantilado? Veremos cuál es el misterio de ese lugar.
ResponderEliminarmariarosa
Te espera una historia cortita, pero espero... que intensa y de final inesperado. Muuuaaakkk :D
Eliminaruy no... que nervios, yo tambien trague saliva e incluso senti la brisa demasiado fuerte arrasando a la mama de la niña al fin...
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