Ver prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
El hombre de la fotografía la empujaba mientras le susurraba... "Cásate conmigo
Rebeca”
Volvió a mirar la imagen que tenía en sus manos, su propio rostro reflejado en el
cristal, y durante un breve momento,
tuvo un pequeño recuerdo. Esta vez, de ella dentro del coche.
Recordaba que reía,
con fuerzas. Se sentía bien, muy bien. El sol entraba por la ventana y ella
bajó la visera para evitar el sol, observando por el espejito a la figura
sentada detrás. Figura que le habló con una voz profunda que escuchaba
distorsionada. Miró a su lado... el conductor del coche le tomaba la mano y
ella le decía algo entre risas.
- Deja a mi mujer
tranquila... le pareció escuchar. La voz iba y venía en su cabeza...
mientras el rostro que estaba a su izquierda aparecía nítido. Era el hombre de
la fotografía. “Deja a mi mujer tranquila”... No eran palabras de enfado, sino
más bien, confidencias en broma. Nuevas risas y de pronto, un grito, un golpe,
unas vueltas, todo a cámara lenta...
- ¡Rebeca! ¡Rebeca!
Andrés la zarandeó
con suavidad haciéndola regresar de donde quiera que estuviese. Ella, absorta
en su recuerdo, no lo había escuchado acercarse.
Cuando salió del
hogar para niños dio muchas vueltas, sin rumbo fijo, hasta que sus pies la
llevaron de nuevo de regreso a la casa. Vio el columpio y sintió algo dentro de
ella. Caminó despacio, como si sostuviese un gran peso sobre sí, y se dejó caer
en aquél asiento, como si al hacerlo, pudiera borrar esa sensación extraña que
llevaba por dentro. Qué irónica puede llegar a ser la vida. Llevaba tantísimo
tiempo queriendo recordar... y ahora que comenzaba a hacerlo, quería olvidar.
Olvidar casi todo... Algo la inquietaba aún más si era posible. Entre esos
recuerdos pasados, había una breve imagen de sí misma, en ese mismo columpio, ataviada
con un vestido largo de seda blanco...
De nuevo Andrés le
habló, preocupado del extraño silencio de ella...
- Me tenías
preocupado. ¿Sabes cuánto tiempo llevo buscándote?
Ella le miró. Le
gustaba Andrés. ¿Para qué mentirse a sí misma? Poco a poco y sin saber cómo, se
había ido enamorando de aquél huraño hombre en apariencia. Pero ella había
visto dentro de él otra persona bien distinta. Un hombre sensible y cariñoso,
que cuando pensaba que ella no le veía, la observaba con una ternura infinita.
Y se había enamorado
de él. Aunque jamás se atrevería a decírselo. Y ahora menos. Cuando justo
acababa de recordar que en el coche iban tres. Él, ella… y su marido.
Empezó a temblar.
Escuchó claramente la voz del hombre que conducía, y conforme a la fotografía
que sostenía en sus temblorosas manos, se llamaba Tomás. Tomás... el hombre que
fue su marido.
- ¿Dónde está Tomás?
- preguntó con lágrimas en los ojos.
Andrés sintió un
golpe en el pecho.
- ¿Le recuerdas?
- ¿Dónde está? Por
favor, Andrés, dime la verdad. Necesito la verdad.
Andrés decidió ser
prudente.
- ¿No lo recuerdas?
- Tomás murió.
¿Verdad Andrés? Por favor, no me mientas en esto.
Él se acercó a ella.
Tomó la fotografía de su mano, la miró y sus ojos se humedecieron. Después,
acarició el pelo de ella con suavidad. Había una hoja enganchada en sus rizos a
medio peinar. Ana le había hecho aquella media trenza y ella, aun no se la
había quitado. Y después asintió. Ya no tenía sentido seguir negándole la
verdad.
Ella comenzó a llorar
y él ya no aguantó más. La tomó en sus brazos y la abrazó con fuerza mientras
ella lloraba con furia y pena, y él se sentía roto por el dolor de ella y por
la impotencia.
La aguantó contra su
cuerpo y le acarició la espalda hasta que ella se tranquilizó un poco. Y
después... siguió abrazándola. No quería soltarla. Por primera vez en mucho
tiempo la tenía entre sus brazos y se negaba a soltarla.
- Cuéntame qué
recuerdas Rebeca.
Ella se despegó un
poco de él y le miró.
- Te pregunté si había algún hombre en mi vida y
no me contestaste. Tomás era mi marido y venía en el coche ¿verdad? - pronunció
rompiendo a llorar otra vez con fuerza.
Andrés tensó la
mandíbula. Decidió que lo mejor era contarle la verdad.
- Tomás conducía
aquél día. Iba a hacerlo yo, pero él insistió en que quería hacerlo. Tú te
mareas en los coches y siempre dejamos que te sientes delante. Él dijo que
quería ir a tu lado. Se marchaba fuera unos meses de ayuda humanitaria. Era
médico ¿sabes?
Ella le miró,
animándolo a continuar.
- No dejaba de decir
que ir a tu lado era lo mejor que podía pasarle. Y aquél día iba feliz y
bromeaba, no dejaba de bromear con que te ibas a arrepentir de dejarle marchar.
Que iba a encontrar una novia por ahí y te ibas a dar cuenta de lo que sentías
por él. ¿Quién iba a saber que iba a darle un ataque al corazón? Fue
fulminante. Y casi nos mata a los tres.
Una ligera brisa se
levantó, y depositó en el pelo de Rebeca algunas hojas más. Andŕes las fue
quitando despacio, con parsimonia, casi con deleite, mientras ella se separaba
un poco de él, y él, aunque reacio, la dejó.
Un pequeño grillo
saltó de algún lugar, y se posó sobre el hombro de Rebeca, y ella dio un
pequeño salto...
- Solo es un grillo,
uno pequeño, además...
- Sé que es absurdo,
pero por alguna razón, esos animalillos me dan escalofríos.
- Menos mal que estoy
yo aquí para rescatarte de sus temidas fauces.
Fue entonces cuando
ella se le quedó mirando fijamente y de pronto, un recuerdo similar, en una
hermosa puesta de sol, en aquél mismo
lugar... pero con aquél vestido de satén blanco, de novia... ella, y vestido de
novio...
- ¡¿Andrés?!
Y él terminó su
frase...
- Debe ser porque te
amo que soy capaz de domar grillos...
Y a continuación la
besó. La besó con toda la pasión que había reprimido durante tanto tiempo, con
todo el anhelo que pensó no recuperar jamás, y a la vez, con la dulzura más
inmensa y el ímpetu más desbordado.
- Eres tú Andrés. Has
sido tú todo el tiempo... - susurró ella cuando al fin pudo hablar – Pero... yo
recordé que Tomás me pedía matrimonio...
- Sí. Y así fue. Él
llego primero a tu vida, y se enamoró de tí. Pero tú, te enamoraste de mí. Lo
nuestro fue un amor a primera vista Rebeca. Creo que te quiero desde el primer
instante en que vi. Y tú, bueno, nos lo pusiste algo difícil a los dos, pero
ambos éramos amigos desde hacía mucho tiempo, y supimos vencer la adversidad.
Me elegiste a mí.
- Pero entonces, no
entiendo, ¿por qué no me has dicho nada en este tiempo?
- El doctor nos dijo
que no debíamos hacerte recordar, que debías recordar por ti misma. No queríamos
bloquear tus recuerdos. Y ha sido duro. Creí volverme loco cuando me
preguntaste si había algún hombre en tu vida. Cuando mencionaste a Tomás temí
morirme de celos porque le recordabas a él.
- Andrés, pero yo...
ya estaba de nuevo enamorada de ti, gruñón cabezota... pero no sabía, no me
atrevía...
- Te amo Rebeca.
Jamás, ni por un solo instante he dejado de amarte.
- Creo que yo a ti
tampoco. Aunque por un tiempo lo olvidase...
El sol empezó a
esconderse en el horizonte, mientras ambos se fundían en un nuevo beso. Pasaron
mucho tiempo allí, al lado de aquél columpio, casi sin hablar, solo apoyados el
uno en el otro, haciéndose nuevas promesas de amor eterno... mientras de forma
pausada, pero, al fin segura, los recuerdos volvían a ella para quedarse por
siempre.
Que bonito!!!!! 😍😍😍
ResponderEliminar¡¡Gracias!! Muuuaaakkkk
EliminarHe sentido un par de lagrimas al leer este capitulo, el amor a primera vista, ese amor que a pesar de borrar nuestros recuerdos, aun vuelve a surgir, un amor que aunque se elimine, vuelve a crecer, como una rosa, vuelve y vuelve.. por que es un amor eterno...
ResponderEliminarMe ha encantado el desenlace y me he identificado en Rebecca...
Gracias por esta maravillosa historia que me ha hecho recordar para siempre.. ;)
Saludos Margarita!
un abrazo infinito!
Gracias a tí amiga, por seguir la historia, por vivirla cada semana, por compartir estas cicatrices que al principio parecían del cuerpo, y resultaron ser del alma.
EliminarMuchisimos besos Muuuuuaaaaakkkkk :D
sos un placer cuando te leo y me encanta como comentas besos bella amiga
ResponderEliminar¡¡Muchisimas gracias!! Recomenzar si que es un placer, te lleva y te transporta. Muchos besos Mucha :D
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