sábado, 10 de diciembre de 2016

CICATRICES. Capítulo 6




Capítulo 6

El día siguiente amaneció con un sol cálido y espléndido. Esta vez sí, pensó Rebeca. Tomó sus zapatillas de deporte y decidió andar.  Quería ir recuperando poco a poco esa costumbre que le habían dicho que tenía de correr.

¿A quién quería engañar? Quería quitarse de en medio porque se sentía abrumada por la pregunta que le había hecho el día anterior a Andrés. ¿Cómo pudo preguntarle aquello? ¡Se moría de vergüenza!

Enfiló el sendero que iba hacia el llano de detrás de la casa y aceleró el paso. Era domingo, y bastante temprano. Todo estaba desierto y hermoso tras el día de lluvia, aunque ligeramente embarrado. Maldita sea, se iba a poner perdida. Así que al final, optó por seguir el camino asfaltado en lugar de internarse en el llano.

Tras casi una hora de camino, lo que parecía una mansión victoriana apareció ante sus ojos. El bullicio de unos niños jugando en la entrada captó su atención de inmediato. Si continuaba por aquél sendero tendría que pasar justo por delante de aquella zona improvisada de juegos, o quizás fuese mejor dar la vuelta y regresar. Al fin y al cabo no estaba muy segura de donde se encontraba o hacia donde podría llegar si continuaba.

Ya había empezado a girarse cuando escuchó el llanto de una niña y no pudo evitar mirar hacia ella para ver qué había pasado. Una niña pequeña, de unos cinco años, se había caído y lloraba abrazada a sus rodillas. Darse ahora la vuelta no le pareció lo más correcto y decidió acercarse a ella por si podía ayudarla.

- ¿Qué te ha pasado pequeña?

La niña levantó su rostro repleto de lágrimas y al verla se quedó observándola como quien ve una aparición. Su llanto fue sustituido por la sonrisa más hermosa que Rebeca había visto hacía mucho...

- ¿Debeca? ¿Debeca, edes tú?

Rebeca observó la carita de pecas y la mella que la pequeña lucía con orgullo y sintió una ternura inmensa. Antes de contestar, una mujer se acercó hasta ellas rompiendo en cierta forma el hechizo.

- ¿Rebeca?

Fue entonces cuando recordó las palabras de Andrés, cuando él le refirió que antes ella acudía al centro de menores y pasaba mucho tiempo con los niños. Observó a su alrededor y tuvo la sensación de haber estado antes en aquél lugar.

- Disculpe – se dirigió a la recién llegada – Sufrí un accidente y padezco amnesia. No recuerdo nada.

El rostro de la mujer asintió.

- Lo sé. Todos aquí lo sabemos, pero al verte aquí, junto a la pequeña Ana, tuve la esperanza de que hubieses recobrado la memoria. Permíteme presentarme. Soy Carmen, trabajadora social del centro y ésta muñeca de aquí es Ana.
- Debeca, Debeca, donde has estado. Yo quedía hacedte tenzas como antes...
- Ana, no molestes a Rebeca. Está malita, le duele la cabeza y no se acuerda de nosotros.

El llanto de la niña fue un auténtico vendaval.

- ¿No te acueddas de mi? - hipó entre sollozo y sollozo

Rebeca miró angustiada a Carmen.

- De tí si me acuerdo, pero solo cachitos – le mintió - ¿Me puedes ayudar a recordar a los demás?


Ana sonrió de oreja a oreja y le cogió la mano con solemnidad. Ahora, Rebeca era suya. Se sintió importante y con la fluidez de una niña de cinco años, llevó a Rebeca consigo ajena a la expresión de la muchacha.

En cuestión de unos minutos, un grupo de niños corría hacia ella y la abrazaban, mientras otros la miraban interrogantes. Sintió un ligero tirón en el pelo, y se percató de que la pequeña Ana le estaba haciendo una trenza, o algo parecido a eso.

Durante mucho rato permaneció allí, sin ser consciente del paso del tiempo, hasta que Carmen y otros trabajadores del centro la invitaron a pasar y tomar un café. Fue entonces cuando entró y empezó a ver el edificio.

Preocupada por la hora, la primera decisión que tomó fue la de regresar a casa. Pero se encontraba tan bien, tan relajada, tan a gusto por primera vez entre extraños, y a la vez, sintiéndolos amigos... que pidió permiso a la otra mujer para llamar a casa, que no se preocuparan y quedarse un poco más.

- Por supuesto. Pasa a mi despacho. Es por aquí. Al final de este pasillo. Siéntete en casa, pasa. El teléfono está sobre mi mesa. Voy a ayudar a los demás para que todos entren. Ahora te acompaño.
- Gracias.

Un poco después, Carmen entró en el despacho. No esperaba lo que vio.

Rebeca temblaba, sentada en el suelo, con una fotografía en sus manos. ¿Cómo pudo ser tan estúpida? ¿Cómo olvidó que había fotografías de ellos? Habían ido tantas y tantas veces al Centro, que aparecían en las fotografías de Navidad, en las actividades de acampada, en algunos días de cine…

Las lágrimas corrían por el rostro de Rebeca cuando levantó la mano y le señaló con su dedo tembloroso la fotografía.

- ¿Quién es él?
- No sé si puedo…
- ¡Quién es él! ¡Por favor!
- Tomás.
- ¿Puedo llevarme la fotografía, por favor?
- Claro que sí.

Rebeca se levantó del suelo. Estaba pálida…

- Por favor Rebeca, no te vayas. No te vayas así. Yo te llevaré…
- ¡No! No, gracias, necesito pasear, necesito pensar…

Carmen pensó en qué hacer, y finalmente, tomó el teléfono y marcó el número que tan bien recordaba.

- ¿Andrés? Andrés, lo siento, se presentó esta mañana aquí, sin avisar, y… parecía estar tan bien, lo estaba pasando bien con los niños y me pidió llamar por teléfono… no recordé que en la pared estaba la fotografía… Sí. La de aquella Navidad. Me ha preguntado por él Andrés, me ha preguntado por Tomás.

Rebeca corrió y corrió hasta que no pudo más.

Respirando con dificultad, se apoyó en el tronco del árbol y volvió a observar la fotografía. Ella aparecía en el centro, risueña, con el cabello suelto y las mejillas arreboladas. A su lado derecho, Andrés, sin esa cicatriz en su cara tomaba en sus brazos a Ana, y miraba con cierta burla a Rebeca. Estaba imponente en esa foto, se le veía… vivo, con fuerza. A su izquierda, un hombre la tenía cogida de la cintura y la miraba con una sonrisa pícara. Sintió una extraña sensación en el estómago. ¿Quién era ese hombre?

Un breve recuerdo cruzó por su mente. De nuevo aquél día en el que se columpiaba. Ahora recordaba aquél día. El hombre de la fotografía la empujaba mientras le susurraba… "Cásate conmigo Rebeca"



2 comentarios:

  1. ohh Margarita nos tienes comiendonos las uñas de la curiosisad, de la ansiedad de saber el final de esta engachadora mini-novela ! :O
    AAuuu no quiero que termine.. :( me gusta mucho la historia..
    Y Ana.. tan tierna.. Debeca :3 aww me encanto...

    Saludos desde Mexico! ;)
    Un abrazo Margarita HP! ;)

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    Respuestas
    1. ¡¡Gracias!! Pues ya le queda muy poquito amiga, pero tranquila... habrá más. No quise hacerla muy larga, ya solo falta un capítulo aunque quizás éste se divida en dos, porque si no, va a ser muy largo, ja ja.
      Muchos besos preciosa :D

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