Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Ángeles mostró en su rostro toda la angustia que sentía.
-
He de hacer una llamada.- susurró de forma débil.
De
nuevo salió de la estancia sin dejar de percibir la mirada incriminatoria en
los ojos de todos.
El
médico decidió acompañarla. La mochila permanecía caída junto al mostrador del
vestíbulo y la joven buscó en ella como si le fuese la vida hasta encontrar su
teléfono.
-
Llamaré a mi marido. Él lo aclarará todo – dijo de tal forma que la anciana y
su hijo pudiesen escucharla.
Con
las manos temblorosas marcó el teléfono de Raúl. Tardó varios tonos en
contestar, pero al fin, lo hizo.
-
¿Raúl?
-
¡Ángeles! ¿Qué te ocurre? ¡Llevo
horas esperándote!
-
Estoy en el hostal “El cruce”. No
podía continuar con esta tormenta.
-
¿Qué? ¡Eso está a pocos kilómetros de
aquí!
-
Raúl, nuestra pequeña ha
desaparecido.
-
Ya lo sé cariño. Tranquila.
-
¿Lo sabes?
-
Claro mi vida. Ahora mismo voy y te
ayudo a encontrarla. ¿Hay alguien contigo?
-
Sí. La dueña del hostal, su hijo y
otro inquilino que es médico.
-
Pásame con él, por favor, mi vida, y
no te preocupes por nada.
Ángeles
le pasó el teléfono al médico que la miró extrañada.
-
¿Diga?- preguntó al interlocutor.
-
Hola doctor. Disculpe... ¿cuál es su
nombre?
-
Armando.
-
Por favor, Armando, disimule. Mi
esposa y yo perdimos una hija hace un par de años y ella sigue pensando que la
acompaña. Ángeles conducía el vehículo. Nuestra pequeña Carolina murió y ella
no puede soportarlo. En su mente ha creado una fantasía donde teníamos dos
hijas. Así hace creer a su cerebro que a pesar del suceso, aún le queda una
hija. No es la primera vez que hace escala en un pequeño hostal y allí dice
haberla perdido.
-
Comprendo.
-
Está pendiente de ser ingresada en
una clínica. Pero no es fácil, pues ella no acepta ese ingreso. En una media
hora estaré ahí. Ese hostal está tan solo a diez kilómetros de casa.
-
No se preocupe, yo la cuidaré hasta
que usted llegué.
El
doctor, con toda la amabilidad del
mundo, pidió una infusión a la propietaria y se sentó junto a la joven,
mientras la propietaria y su hijo permanecían cerca de ambos y a la expectativa.
-
Tranquila. Su marido está en camino.
Todo se va a aclarar dentro de muy poco.
-
¡No estoy mintiendo! ¡No miento!
-
¿Se ha visto a sí misma en la cámara
de seguridad?
-
¡Sí! Sí…- añadió de nuevo abrumada y
rota de dolor y angustia.
Una
hora más tarde, un hombre joven entraba en el vestíbulo y se dirigía de forma
directa hacia la mesita donde estaban sentados Ángeles y Armando.
- Hola cariño – le dijo a Ángeles dándole un beso en la
frente.
- Doctor... disculpe la tardanza. He tenido un imprevisto
de última hora.
- No se preocupe – le dijo éste levantándose y estrechando
su mano.
El recién llegado se sentó junto a su esposa y tomó su
mano.
- ¿Qué voy a hacer contigo, querida?
Ella no articulaba palabra. Parecía haber quedado muda de
pronto al entrar su marido en escena.
El hombre suspiró y colocó sobre la mesa con sumo cuidado
un pequeño maletín que traía consigo. Lo abrió despacio y extrajo unos
documentos.
- Verá doctor, estos son varios documentos que he de
entregar para el ingreso de mi esposa. Necesito testigos de conducta. Ya que
usted es médico, ¿podría hacerme el favor de ayudarme con esto?
- Bueno, está claro que ella está trastornada, pero...
Viendo las dudas de él, Armando suspiró con fuerza.
- Necesito certificar que esto es real. No se imagina qué
tormento vivo. La historia se repite una y otra vez.
En ese instante, Ángeles le miró con tanto dolor reflejado
en su mirada, que Raúl decidió desviar la mirada.
- Al ser usted médico, esto será más fácil. Ya tengo el
testimonio de otras personas. No es la primera vez. Con su firma y la firma de
estas amables personas, tendré las suficientes conforme a las normas del
centro. Estará bien atendida. O es esto, o mucho me temo que cualquier día
realmente tome a alguna pequeña para después dejarla en algún lugar que no
recuerde. Por favor, doctor...
- Está bien. Los firmaré – dijo el médico al fin.
Tras la firma, Raúl
sonrió satisfecho y colocó su mano sobre la pequeña mano fría y delgada de Ángeles.
- Todo irá bien querida.
- Lo sé... - susurró ella de pronto extrañamente serena al
fin.
Una historia terrible. Un beso.
ResponderEliminarAsí es Susana. Pero ya sabes, te queda un capítulo. Muchos besos:D
EliminarSos genial bello dame más....Me gustan tus escritos perfectos para mi cortos cotidianos buenos
EliminarDale avisame cuando pongas el cap 4
No quiero que a ella la internen
prefiero que el marido sea el criminal de la mente
mil besos
Muchas gracias Mucha. Lo cierto es que da penita que la ingresen ¿verdad? Ay... ¿Qué pasará?
EliminarPor cierto, ¡yo adoro tus cortos cotidianos! :D
Holaaa
ResponderEliminarComo siempre un gran escrito, a pesar de tal horrible realidad plasmada
Espero leer el final pronto
Un besazo!
Muy prontito Naya. Aunque antes te espera otra sorpresita, que se desvelará hoy o mañana en mi siguiente entrada. ¡Un beso preciosa! :D
EliminarMuy interesante, algo me huele mal en ese esposo apurado por la firma del médico.
ResponderEliminarmariarosa