Capítulo 1
El murmullo de las olas le devolvió a la
realidad. El silencio se rompió con la risa de unos niños que correteaban por
la arena. Uno de ellos tropezó y miró a su madre con cara de angustia, pero la
mujer le dio un beso en la frente y le mostró la inmensidad del mar. El
chiquillo, volvió a reir encantado y siguió a los demás hasta la orilla dando
pequeños saltitos y emitiendo chillidos de auténtico placer a pesar de la
frialdad del agua.
La playa no tardó en llenarse. Las
sombrillas devoraron la arena y el olor a protector solar se mezcló con el
perfume marino. Las toallas esparcidas, los paseantes de la orilla, aquellos
valientes que retaban al frío entrando en el agua, poco a poco, tiritando y con
los labios morados, para algo después, dejarse al fín abrazar por su
frescura.
Paz. Aquello era paz. Pero no era su paz,
sino la de otros, prestada en pequeños fragmentos diarios y algún que otro
fragmento nocturno.
Con el peso en el cuerpo de quien no quiere
moverse de un lugar, se levantó y empezó a caminar despacio hacia la pequeña
travesía donde la madera había cubierto la arena permitiendo un mejor acceso.
La camiseta en la mano, los pantalones con el bajo remangado hasta por debajo
de las rodillas y la ya habitual mancha de arena en ellos.
El bolsillo derecho de su pantalón vibró de
forma no adecuada en aquél entorno. El número de la pantalla indicaba que debía
regresar. Es lo que tenía ser un importante ejecutivo en una de las empresas
más prestigiosas del país.
El suspiro de impaciencia de él se mezcló
con los suspiros de admiración de unas jóvenes con las que se cruzó. Estaba
acostumbrado a causar ese efecto. De complexión fuerte, delgado, cabello negro
y ojos océano, que en días como aquél, a plena luz del sol y con el mar de
fondo, eran de un hermoso verde. Ni siquiera les sonríó. Al principio era
divertido observar las reacciones de las mujeres cuando les sonreía mostrando
aquella dentadura blanca y perfecta... pero ya se había cansado también de
eso.
Su vida era trabajo, trabajo, y trabajo. A
duras penas conseguía escapar un momento para observar el oleaje. Tan solo unos
minutos de paz para volver al ajetreo, al ruido, a las prisas, y a hacer
dinero, porque eso sí, eso se le daba mejor que a nadie. Era una máquina
hacedora de dinero.
¿Por qué entonces ese verde apagado en sus
ojos? ¿Por qué ese lento caminar?
Bajó los perniles de su pantalón y enjuagó
sus pies llenos de arena para pasar después a calzarlos en aquellos elegantes
zapatos negros de directivo. La chaqueta le aguardaba en el coche, junto a la
corbata y una impecable camisa colgada de la percha interior, esperando su
llegada.
Un cochazo de lujo que no tendría que
aparcar cuando llegase porque José, el aparcacoches, se encargaría de ello.
Igual que su secretario se encargaba de sus citas o Vanesa, su última ex, se
encargaba de recordarle porque no había vuelto a salir con ninguna otra mujer
en el último año.
El aroma intenso del mar volvió a llamarle
con urgencia. El fin de semana llegaría pronto, y ahí, desataría sus ganas y se
iría a pasar el fin de semana a su casita de la playa. Este fin de semana no
dejaría que su agenda le impidiese respirar... porque se estaba ahogando.
A pocos metros de allí, un hombre gritaba a
pleno pulmón...
- ¡Botellas! ¡Hermosas botellas de cristal
para regalar! ¡Compre usted un obsequio para regalar a su novia, a su esposa, a
su vecino! ¡A euro la botella! ¡De todos los colores!
Miguel se detuvo y observó a aquél hombre.
Su corazón empezó a latir con fuerza por algo absurdo que acababa de invadir su
mente. ¿Y por qué no? Una sonrisa iluminó su bronceado rostro mientras tomaba
su cartera del interior del salpicadero y hacía señas a aquél hombre,
desgarbado y medio desdentado, que caminaba por la arena con un fardo repleto
de botellas vacías. La gente vendía cualquier cosa. Un ejecutivo hastiado de la
vida compraba cualquier cosa...
- Se las compro todas.
El señor le miró con cara de asombro y algo
parecido a la ilusión en sus pequeños ojillos desconfiados.
- ¿Ha dicho usted todas, señor?
- Todas.
Con sumo cuidado, el hombrecillo iba a
proceder a contarlas, cuando aquél joven que vestía pantalones de gran calidad
y una simple camiseta roja con un “Aloha” en el pecho le ofrecía un billete de
doscientos euros.
- No... no tengo cambio señor... -
tartamudeó sin más, fastidiado, porque aquello debía ser sin lugar a dudas una
broma.
- Ni yo se lo he pedido. Se las compra
todas. Cómprese algo de comer y quizás algo de ropa si le apetece.
El hombrecillo no podía creer en su buena
suerte.
- Gracias señor.
Miguel introdujo aquél fardo repleto de
botellas en el maletero. La primera sonrisa de pura satisfacción que emitía
desde hacía mucho tiempo.
- Señor, permítame una pregunta... ¿Para
qué quiere tantas botellas? Debe haber unas veinte ahí dentro... ¿Necesita más?
El joven sonrió de nuevo y le miró
levemente. Una imagen de hacía mucho tiempo regresó a su cabeza...
- Por ahora está bien así. Si necesito más,
se lo haré saber.
- Casi siempre estoy allí, en aquél
chiringuito – dijo señalando un pequeño quiosco llamado “La sirena verde”.
- Lo tendré en cuenta.
Sustituyó la camiseta por la camisa y se
volvió a convertir en D Miguel Mérida. Una junta directiva le esperaba. Tomó su
teléfono de última generación y marcó...
- Manuel, por favor, díga a la Junta que
estoy de camino. ¿Anuló mis citas para el fin de semana como le pedí? Anula
también las de la próxima semana... sí, voy a tomarme unos días libres. Lo sé,
sé que no es fácil, pero para eso te pago lo que te pago... haz bien tu trabajo
y despeja toda la próxima semana. No olvides llamar a la empresa Coenma y
pedirles el presupuesto de las piezas y envía una presentación formal a Mariesa
Sociedad Limitada. Nos vemos en treinta minutos.
Acto seguido colgó. Antes de subirse de
nuevo al flamante vehículo volvió a tomar en sus manos aquella nota arrugada
que casi no podía ya leerse y que solía acompañarle en sus paseos a la
playa. Una nota ya desgastada de tanto
leerla y sin embargo fortalecida de tanto sentirla...
Lamentamos informale del fallecimiento de
D. Luís Mérida. Su muerte ha sido repentina, mientras dormía. Rogamos se
persone lo antes posible en esta Residencia a fin de concretar la documentación
necesaria. Nuestro más sincero pésame por su pérdida.
Residencia de ancianos “El camino”
- Cumpliré tu sueño abuelo. Esta vez, no te
fallaré.
Qué interesante. Un beso.
ResponderEliminarGracias Suaana, espero que te vaya gustando. ¡Besos! :D
EliminarQue bien que comienza, me obliga a imaginar cosas.... pero voy a esperar lo que sigue.
ResponderEliminarUn abrazo.
mariarosa
Ja ja, muy bien María Rosa, igual vas bien encaminada, pero... pronto lo sabremos. ¡Muchos besos! :D
Eliminar¡Fantástico, se viene otro relato para disfrutar...!
ResponderEliminarJa ja ja, ¡Gracias Navegante! Eso espero... :D
EliminarEs estupendo pasear los ojos por tus páginas.
ResponderEliminarGracias Magarita, ya lo echaba de menos y mucho.
Besos.
Gracias a tí Mari Carmen, un beso muy fuerte :D
EliminarQué bonito ha sido el relato, querida Margarita, me ha encantado, y estaré pendiente de los demás.
ResponderEliminarBesos y feliz tarde.
Ains que bien, ahora solo espero que te vaya gustando como se desenvuelve. ¡Muchos besos! :D
EliminarDios mío que interesante, ya estoy deseando saber como continua
ResponderEliminarMe he imaginado la cara del hombre cuando le dijo que quería todas las botellas JAJAJA
un besazo!
Ja ja, gracias Naya, pues sí, imagina, ja ja. Muchos besos :D
EliminarHola, pues me has enganchado con tan pocas palabras y estoy deseando ver que es lo que hace con esas botellas.
ResponderEliminarestare pendiente de los siguientes capitulos.
un saludo
sara de El desvan de las mil y un
¡Muchisimas gracias Sara! Me alegro que te haya enganchado, eso es muy buena señal, ja ja. Espero que los demás también te vayan gustando. Muchos besos y de nuevo... ¡¡Bienvenida!! :D
Eliminarhola! pues aqui vamos con otro magnifico relato, abrochense los cinturones! saludosbuhos.
ResponderEliminarJa ja, ¡¡muchisimas gracias!! Me encantan los saludos buhos, espero que la historia os siga gustando. ¡¡Muchos besos!! :D
Eliminar¡Me ha encantado Margarita!
ResponderEliminarHas conseguido que me meta en la historia con muy pocas palabras. Voy a por el segundo capítulo.
¡Hola Nuria! ¡Muchisimas gracias! Me alegro un montón y bienvenida a mi mundo. Un beso muy fuerte :D
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