sábado, 12 de agosto de 2017

El mensajero de las olas. Capítulo 1



Capítulo 1


El murmullo de las olas le devolvió a la realidad. El silencio se rompió con la risa de unos niños que correteaban por la arena. Uno de ellos tropezó y miró a su madre con cara de angustia, pero la mujer le dio un beso en la frente y le mostró la inmensidad del mar. El chiquillo, volvió a reir encantado y siguió a los demás hasta la orilla dando pequeños saltitos y emitiendo chillidos de auténtico placer a pesar de la frialdad del agua.


La playa no tardó en llenarse. Las sombrillas devoraron la arena y el olor a protector solar se mezcló con el perfume marino. Las toallas esparcidas, los paseantes de la orilla, aquellos valientes que retaban al frío entrando en el agua, poco a poco, tiritando y con los labios morados, para algo después, dejarse al fín abrazar por su frescura. 

Paz. Aquello era paz. Pero no era su paz, sino la de otros, prestada en pequeños fragmentos diarios y algún que otro fragmento nocturno.

Con el peso en el cuerpo de quien no quiere moverse de un lugar, se levantó y empezó a caminar despacio hacia la pequeña travesía donde la madera había cubierto la arena permitiendo un mejor acceso. La camiseta en la mano, los pantalones con el bajo remangado hasta por debajo de las rodillas y la ya habitual mancha de arena en ellos.

El bolsillo derecho de su pantalón vibró de forma no adecuada en aquél entorno. El número de la pantalla indicaba que debía regresar. Es lo que tenía ser un importante ejecutivo en una de las empresas más prestigiosas del país.

El suspiro de impaciencia de él se mezcló con los suspiros de admiración de unas jóvenes con las que se cruzó. Estaba acostumbrado a causar ese efecto. De complexión fuerte, delgado, cabello negro y ojos océano, que en días como aquél, a plena luz del sol y con el mar de fondo, eran de un hermoso verde. Ni siquiera les sonríó. Al principio era divertido observar las reacciones de las mujeres cuando les sonreía mostrando aquella dentadura blanca y perfecta... pero ya se había cansado también de eso. 

Su vida era trabajo, trabajo, y trabajo. A duras penas conseguía escapar un momento para observar el oleaje. Tan solo unos minutos de paz para volver al ajetreo, al ruido, a las prisas, y a hacer dinero, porque eso sí, eso se le daba mejor que a nadie. Era una máquina hacedora de dinero.

¿Por qué entonces ese verde apagado en sus ojos? ¿Por qué ese lento caminar?

Bajó los perniles de su pantalón y enjuagó sus pies llenos de arena para pasar después a calzarlos en aquellos elegantes zapatos negros de directivo. La chaqueta le aguardaba en el coche, junto a la corbata y una impecable camisa colgada de la percha interior, esperando su llegada.

Un cochazo de lujo que no tendría que aparcar cuando llegase porque José, el aparcacoches, se encargaría de ello. Igual que su secretario se encargaba de sus citas o Vanesa, su última ex, se encargaba de recordarle porque no había vuelto a salir con ninguna otra mujer en el último año.

El aroma intenso del mar volvió a llamarle con urgencia. El fin de semana llegaría pronto, y ahí, desataría sus ganas y se iría a pasar el fin de semana a su casita de la playa. Este fin de semana no dejaría que su agenda le impidiese respirar... porque se estaba ahogando. 

A pocos metros de allí, un hombre gritaba a pleno pulmón...

- ¡Botellas! ¡Hermosas botellas de cristal para regalar! ¡Compre usted un obsequio para regalar a su novia, a su esposa, a su vecino! ¡A euro la botella! ¡De todos los colores!

Miguel se detuvo y observó a aquél hombre. Su corazón empezó a latir con fuerza por algo absurdo que acababa de invadir su mente. ¿Y por qué no? Una sonrisa iluminó su bronceado rostro mientras tomaba su cartera del interior del salpicadero y hacía señas a aquél hombre, desgarbado y medio desdentado, que caminaba por la arena con un fardo repleto de botellas vacías. La gente vendía cualquier cosa. Un ejecutivo hastiado de la vida compraba cualquier cosa...

- Se las compro todas.

El señor le miró con cara de asombro y algo parecido a la ilusión en sus pequeños ojillos desconfiados.

- ¿Ha dicho usted todas, señor?
- Todas.

Con sumo cuidado, el hombrecillo iba a proceder a contarlas, cuando aquél joven que vestía pantalones de gran calidad y una simple camiseta roja con un “Aloha” en el pecho le ofrecía un billete de doscientos euros.

- No... no tengo cambio señor... - tartamudeó sin más, fastidiado, porque aquello debía ser sin lugar a dudas una broma.
- Ni yo se lo he pedido. Se las compra todas. Cómprese algo de comer y quizás algo de ropa si le apetece.

El hombrecillo no podía creer en su buena suerte.

- Gracias señor.

Miguel introdujo aquél fardo repleto de botellas en el maletero. La primera sonrisa de pura satisfacción que emitía desde hacía mucho tiempo.

- Señor, permítame una pregunta... ¿Para qué quiere tantas botellas? Debe haber unas veinte ahí dentro... ¿Necesita más?

El joven sonrió de nuevo y le miró levemente. Una imagen de hacía mucho tiempo regresó a su cabeza...

- Por ahora está bien así. Si necesito más, se lo haré saber.
- Casi siempre estoy allí, en aquél chiringuito – dijo señalando un pequeño quiosco llamado  “La sirena verde”.
- Lo tendré en cuenta.

Sustituyó la camiseta por la camisa y se volvió a convertir en D Miguel Mérida. Una junta directiva le esperaba. Tomó su teléfono de última generación y marcó...

- Manuel, por favor, díga a la Junta que estoy de camino. ¿Anuló mis citas para el fin de semana como le pedí? Anula también las de la próxima semana... sí, voy a tomarme unos días libres. Lo sé, sé que no es fácil, pero para eso te pago lo que te pago... haz bien tu trabajo y despeja toda la próxima semana. No olvides llamar a la empresa Coenma y pedirles el presupuesto de las piezas y envía una presentación formal a Mariesa Sociedad Limitada. Nos vemos en treinta minutos.

Acto seguido colgó. Antes de subirse de nuevo al flamante vehículo volvió a tomar en sus manos aquella nota arrugada que casi no podía ya leerse y que solía acompañarle en sus paseos a la playa.  Una nota ya desgastada de tanto leerla y sin embargo fortalecida de tanto sentirla...

Lamentamos informale del fallecimiento de D. Luís Mérida. Su muerte ha sido repentina, mientras dormía. Rogamos se persone lo antes posible en esta Residencia a fin de concretar la documentación necesaria. Nuestro más sincero pésame por su pérdida.

Residencia de ancianos “El camino”


- Cumpliré tu sueño abuelo. Esta vez, no te fallaré.




18 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias Suaana, espero que te vaya gustando. ¡Besos! :D

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  2. Que bien que comienza, me obliga a imaginar cosas.... pero voy a esperar lo que sigue.

    Un abrazo.

    mariarosa

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    1. Ja ja, muy bien María Rosa, igual vas bien encaminada, pero... pronto lo sabremos. ¡Muchos besos! :D

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  3. ¡Fantástico, se viene otro relato para disfrutar...!

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  4. Es estupendo pasear los ojos por tus páginas.
    Gracias Magarita, ya lo echaba de menos y mucho.
    Besos.

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  5. Qué bonito ha sido el relato, querida Margarita, me ha encantado, y estaré pendiente de los demás.

    Besos y feliz tarde.

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    1. Ains que bien, ahora solo espero que te vaya gustando como se desenvuelve. ¡Muchos besos! :D

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  6. Dios mío que interesante, ya estoy deseando saber como continua
    Me he imaginado la cara del hombre cuando le dijo que quería todas las botellas JAJAJA
    un besazo!

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    1. Ja ja, gracias Naya, pues sí, imagina, ja ja. Muchos besos :D

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  7. Hola, pues me has enganchado con tan pocas palabras y estoy deseando ver que es lo que hace con esas botellas.
    estare pendiente de los siguientes capitulos.
    un saludo

    sara de El desvan de las mil y un

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    1. ¡Muchisimas gracias Sara! Me alegro que te haya enganchado, eso es muy buena señal, ja ja. Espero que los demás también te vayan gustando. Muchos besos y de nuevo... ¡¡Bienvenida!! :D

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  8. hola! pues aqui vamos con otro magnifico relato, abrochense los cinturones! saludosbuhos.

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    1. Ja ja, ¡¡muchisimas gracias!! Me encantan los saludos buhos, espero que la historia os siga gustando. ¡¡Muchos besos!! :D

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  9. ¡Me ha encantado Margarita!
    Has conseguido que me meta en la historia con muy pocas palabras. Voy a por el segundo capítulo.

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    1. ¡Hola Nuria! ¡Muchisimas gracias! Me alegro un montón y bienvenida a mi mundo. Un beso muy fuerte :D

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