Capítulo 2
Conseguir que de nuevo aquél encuentro pareciese casual
era todo un reto. Paloma miró su reloj de pulsera y decidió que era el momento
exacto para interceptar a Nacho. Como conseguir que entrase a tiempo en Villa
Clara… era otra cuestión.
Ella era muy consciente del tono evasivo de él. No iba a
ser fácil, eso estaba claro, pero una vez más, ella no decidía, y en aquella
misión, su propia vida estaba en juego.
Durante dos días, ella decidió no dejarse ver. Sin
embargo, ya no podía seguir posponiendo lo inevitable. Por ello, al tercer día, justo en el mismo
punto de la primera vez, Paloma salió de entre los árboles al encuentro de un
sorprendido Nacho.
-
Hola de nuevo- le saludó alegre.
-
¡Ah! Hola.
A Nacho no le alegró verla. Decidió saludarla, jamás había
sido maleducado, pero no necesitaba, ni
quería, la compañía de nadie en sus escapadas diarias buscando soledad. Después
de saludarla, siguió corriendo sin más, sin detenerse, y aun a sabiendas que
había sido descortés, no le importó. Cuánto antes ella entendiera el mensaje
mejor.
Pero ella ya lo esperaba, así que simplemente, empezó a
correr tras él hasta alcanzarle. No pensaba darse por vencida tan pronto.
-
Tengo la sensación de que quieres
estar solo. ¿Me equivoco?
Durante un momento, pareció que Nacho no sabía que
responder. En verdad, ella lo estaba colocando en un aprieto. No quería tener
compañía, y menos de aquella muchacha cuyo parecido con Irene era escalofriante.
Después de haberla visto hacía tres días, las pesadillas con el momento de
aquél accidente y de la muerte de su esposa volvieron a él con fuerza. No podía
permitirse el lujo de dormir tan poco y sobre todo, revivir una y otra vez lo
que pasó.
-
Lo siento...eh...
-
Paloma.
-
Lo siento Paloma. No me gusta correr
y hablar. Me falta el aliento. Además, soy un hombre solitario.
-
Ya veo. Bueno, estaré en silencio.
Así corrieron durante varios kilómetros más, hasta que Nacho
se detuvo jadeante y ella casi se da de bruces con él. Ella ya se había dado
cuenta de que él intentaba dejarla atrás, pero eso iba a ser difícil, pues se había
preparado a conciencia antes de iniciar esta misión.
Cuando pudo hablar con facilidad, dejó caer el primer
anzuelo.
-
Bueno Nacho. Entiendo que quieras
estar solo, pero no tienes que pegar un reventón. Además, es lógico, por lo que
he escuchado por ahí, supongo que no traigo buenos recuerdos a tu vida.
Él la miró entre sorprendido y enfadado.
-
¿Perdona?
-
Bueno, la gente del pueblo habla
mucho. Ya te comenté que vivo en Villa Clara. Tú mismo me hablaste de que
existían rumores de que era una casa encantada.
Imagina el resto. Cuando llegué, algunos me miraban con cara de miedo.
Hasta que por fin, alguien me explicó que me parezco mucho a la que fue tu
mujer.
-
Se llamaba Irene. Y no os parecéis
tanto.
-
Entonces no tendrás ningún problema
en que te acompañe ¿no? No me gusta pasear sola.
-
Y a mí no me gusta pasear acompañado.
Ya no. Lo siento, quiero dejar las cosas claras.
Nacho comenzó a correr de nuevo dejando a Paloma en el
sitio. Con aquella contestación no veía apropiado seguirle. Tendría que
intentarlo de otra forma. ¿Pero cómo? Durante un instante se quedó quieta en el
sitio, intentando reaccionar de una forma lógica para que él no se percatase de
nada extraño. Pero no fue necesario esperar mucho. Complacida, vio como él se
detenía y se volvía hacia ella con gesto abatido.
-
Perdona, he sido muy brusco.
-
No importa. Lo comprendo.
-
Sí importa. No soy así de brusco,
pero necesito que lo entiendes. Es verdad que te pareces a ella. Mucho.
Muchísimo. Tanto que tenerte cerca es reabrir heridas muy dolorosas.
-
La amabas mucho, ¿verdad?
-
Muchísimo, tanto que duele, duele su
ausencia, duele tu presencia porque me la recuerda aunque jamás la he olvidado.
No quiero compañía Paloma, no la necesito. Por favor, compréndelo.
Ella asintió, pero no tiró la toalla.
No podía permitirse ese lujo.
-
Lo entiendo, y lo respeto. Pero deja
que te diga algo. No busco una relación amorosa si es lo que crees. Yo también
sufrí una pérdida muy dolorosa y puedo comprenderte. A veces, caminar por aquí
a solas es lo que me ayuda, pero otras... me hunde en mi propia miseria. Cuando
te vi corriendo por aquí pensé que podíamos ir juntos. Sin hablar si no
quieres. Solo un poco de compañía durante una hora. Sólo una forma de romper la
gran soledad de esa casa inmensa. Sólo eso. Pero no te molestaré más...
Despacio, empezó a girarse rezando para
sí misma. Que aquello funcionase, que aquello funcionase, que aquello
funcionase...
-
¿De veras está encantada? La casa,
digo.
Holaaa
ResponderEliminarme encanta leer tus relatos, son muy interesantes, y los narras de una manera muy entretenida
Gracias por compartir ^^
Gracias a ti Naya. Me ha encantado verte en tu último post. Alucino con la cantidad de cosas que eres capaz de hacer, guau. Muchos besos :D
EliminarHola Margarita, he leído los dos capítulos primeros y me gusta tu relato, espero con expectación los siguientes.
ResponderEliminarBesos
Pícara la niña, esta Paloma se trae algo en manos y no logro descubrir qué es.
ResponderEliminarEstá muy interesante.
mariarosa