El cetro. Capítulo 2

Capítulo 1

Capítulo 2

“El sol quemaba su piel. Pero a la vez… sus pies estaban frescos. Miró hacia abajo y los vio sumergidos en el agua de aquél enorme río. Sentía paz. Una alegría inmensa que no podía describir. Se dejó caer hacia atrás y apoyó ambas manos en el suelo haciendo equilibrio. Le pareció escuchar una voz que la llamaba…

Un ligero cosquilleo empezó a ascender por su piel y con suavidad levantó la mano.  Un pequeño escarabajo de un extraño color verdoso ascendía por su brazo contrastando con su piel y dejando una ligera estela plateada…

- Iiiiiris...”

- ¡¡Iris!!

Empezó a abrir los ojos con suavidad. Seguía sintiendo calor, pero no el frescor en los pies, sino más bien una extraña sensación en el estómago.

- Iris, cariño… te ha vuelto a ocurrir.

- No es nada mamá.

- No es nada, no es nada… pero acabas de desmayarte.

- Solo ha sido un segundo.

Su madre la miró con los ojos humedecidos, mientras la voz de su hermano llegaba alta y clara hasta ellas.

- ¿Tenemos topos? ¡Iris! ¿Qué ha pasado? ¿Otra vez?

Ernesto la ayudó a levantarse y le dio un beso en la frente.

- No entiendo porque no quieres ir al médico Iris.

- Porque estoy bien… Además, no te vas a escaquear. Estoy segura de que la caja está cerca. A no ser… que tú la hayas desenterrado, hermano traidorcillo…

- No hermana. No he desenterrado nada. Lo que pasa es que tú recuerdas mal. La íbamos a enterrar juntos, pero en el último momento tú empezaste a llorar  como una niña tonta y dijiste que te daba pena.

Iris se quedó un instante sin habla. Lo cierto es que recordaba algo de eso, pero entonces… ¿Por qué estaba tan segura de que estaba enterrada?

Como si alguien lo hubiese llamado, el escarabajo volvió a salir de su escondite.

- ¡Vaya! Ernesto tomó una hoja y la colocó delante del insecto.

- Es precioso ¿verdad? Precioso y raro. – susurró Iris.

- Es mucho más que eso hermana. Esta especie no es de España… sino de Egipto.

Iris le miró extrañada.

- No puede ser Ernesto. Este jardín está plagado de ellos… llevo días encontrándolos por aquí y por allí…

- Esta especie no puede vivir aquí Iris. Pero ahora no es el tema que me preocupa, al menos no del todo. No me gustan tus desmayos constantes. Mamá, ¿has pedido ya cita con su médico?

Fue entonces cuando ambos hermanos se dieron cuenta de que la madre había desaparecido sin decir nada más.

- ¡Mamá! – la llamó Ernesto.

- Está super rara Ernesto. Lleva unos días rarísima. Le dije que me iba a vivir con Raul y dejó caer la bandeja con la merienda al suelo. Y cuando le mencioné que en la ecografía te habían dicho que iba a ser una niña… se puso pálida.

- Sí. Sofía ya me contó que la había visto muy extraña.

Ambos hermanos se dirigieron a la casa despacio, con el pequeño escarabajo en la mano de Ernesto. Iris no podía dejar de mirar al coleóptero. Era como si necesitase acariciarlo… ¡A un escarabajo! Tanta calor la estaba afectando, pensó. Volvía a hacer mucho calor… y el viento parecía susurrar sonidos, sonidos inquietantes y extraños. 

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