5842 días
— ¡Pepe, una cerveza!
Ya
está. Ya lo he hecho.
— ¿Has dicho una cerveza? —me
pregunta dejando de secar la copa que tenía en sus manos.
— ¿Te has quedado sordo con
tanto jaleo?— siento que mi corazón late desbocado.
— Ahora mismo te pongo una sin.
— Como tengas cojones de
ponerme una sin, me voy a otro puto bar
— ¡No seas imbécil! ¿Cuánto tiempo llevas sin beber?
Y
me mira como el que mira a un puto yonqui. Eso me pasa por venir al bar de un amigo por
cerca que esté del hospital. Además, siempre hace frío aquí. No como antes,
cuando podía calentarme con unas cuantas
birras o algún cubata.
— ¿Qué importa eso ahora tío?
¡Si te he pedido una cerveza, me la pones! — termino gritándole y despertando la
curiosidad de los que nos rodean.
— ¡No!
Puto
amigo de los cojones. Tendría que partirle la cara y salir cagando leches,
pero… tiene razón.
Cinco
mil ochocientos cuarenta y dos días sin beber. Cinco mil ochocientos cuarenta y
dos putos días de infierno. Y aquí estoy. En un bar lleno de gente a rabiar por
un partido de fútbol que ni siquiera sé quién juega, pero aquí están todos, como
si el fútbol fuera lo único que puede mover a este país.
— Perdona Pepe. Perdona de
verdad… Estoy muy presionado.
— No me des esos sustos tío.
Que nos conocemos de hace mucho. ¿Cómo está tu hija?
— Mal.
Otra
vez este pellizco en el estómago. No puedo respirar con tanta gente, tanto
ruido y tanta bebida alrededor mío.
— ¿Sabes que solo tiene
quince años? — termino susurrándole.
— Se pondrá bien. Ya verás
hombre, se pondrá bien.
Qué
fácil es decirle a otro que todo va a ir bien… pero cuando se vive en primera
persona… A mí no me quita nadie el frío de los huesos.
— ¿Por qué crees tú que hace
tanto frío en un hospital Pepe?
— No lo sé, la verdad,
supongo que por las bacterias y eso, para matarlas ¿no? Venga, que te pongo algo de comer, invita la
casa. Termino en un par de horas y te acompaño a la tuya.
— En un hospital hace frío
porque el dolor y el miedo de los que entran allí se quedan pegados a la pared.
— Joder tío, hoy estás
fatal.
— ¿Sabes? Empecé a beber
porque era divertido. Era guay a mi edad beber. Hasta que un día desperté en un
puto callejón, sin nada encima, nada de nada, casi en bolas. Me habían pegado hasta una paliza. Perdí el
trabajo, lo perdí todo. Y mi viejo se dejó hasta el último céntimo de lo que
tenía ahorrado de su pensión para que yo entrase en un centro de
desintoxicación. Y después… alcohólicos anónimos. Allí conocí a mi mujer.
— ¿Ella también es
alcohólica?
A
todos les pasa igual. Ven a mi mujer tan delicada… Nadie piensa que fue tan borracha como yo.
¡Mierda!
¡Menudo empujón me acaba de pegar un tío! Se disculpa pero a mí se me enciende
por dentro una furia… Necesito calmar esto. El ruido me está volviendo loco. Y
yo tengo que contenerme para no pegarle un puñetazo.
— Me voy Pepe. Mi mujer está
sola.
— Todo saldrá bien.
Y
me mira como diciendo que yo tengo la culpa. Por haber sido alcohólico. Y lleva
razón, aunque lleve cinco mil ochocientos cuarenta y dos días sin probar una
puta gota de alcohol.
Quince
años y mi niña está ingresada con un coma etílico. Todo iba bien. Mi mujer y yo
lo habíamos conseguido. Una buena relación, un buen trabajo, nunca le hablamos
de nuestro secreto a ella. ¿Para qué? La mierda mejor enterrada para que huela
menos. Íbamos a las reuniones por separado y uno cubría al otro. Cubríamos
nuestra vida perfecta. Pura vergüenza de
contar la verdad.
Mientras
entro otra vez en el hospital vuelvo a sentir el frío. ¿Por qué hará tanto frío
en los hospitales? Escucho el tintineo de los vasos de la cafetería… La
cafetería…
Mis
pantalones se mueven. Olvidé que puse el móvil en vibrador en la sala de
espera. ¡Mi mujer! La mano me tiembla tanto mientras intento responder que no
se si lo conseguiré.
— ¿Cariño? ¿Sí? Ya voy.
¿Cómo está? ¿Te han dicho algo más? No, no tardo. Me tomo un café y subo. Claro
que todo va a salir bien. Había mucho ruido en la cafetería de Pepe. Ya sabes,
está muy cerca de aquí y estaba lleno de gente viendo el partido, como aquí no
se puede… Ya voy, ya voy… Un café y voy...
Un
respiro. Necesito un respiro…
— ¿Qué le pongo señor?
En cada rincón de nuestra vida hay una historia que contar. Gracias por compartir tus historias Margarita son únicas. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Ainhoa, éste fue un relato que escribí para el taller de escritura, aunque lo he retocado un poquito. En esos días conocimos la trágica noticia de una chica que estaba en coma por culpa de una noche de juerga. Me dio mucha pena, tengo un hijo adolescente y algo se me partió por dentro. Y salió este extraño relato.
EliminarUn beso enorme cariño :D
Una historia terrible y real. Un beso
ResponderEliminarPor desgracia sí. Cada vez hay más jóvenes que toman la bebida como algo... "chulo".
EliminarBesos Susana :)
¡Ay, Margarita! Estás muy dotada para escribir interesantes historias y es un lujo muy gratificante pasearme por tu blog.
ResponderEliminar¡Olé tu menda!
Un saco de besos.
¡Muchisimas gracias! Muchas gracias de verdad amiga. Besitos :D
Eliminarestupenda historia!!!!!Que tengas feliz año!!! 🎄🎄🎄
ResponderEliminar¡Hola CArolina! Muchisimas gracias y ¡feliz año para tí también! :D
EliminarMadre mía cariño, en un puño me tienes el corazón, dios mío, es increíble como juegas con mi sentimientos con tus palabras, como los moldeas, ojalá algún día escriba tan bien como tu
ResponderEliminarUn besazo ♡
Gracias Naya, es una historia triste ¿verdad? Por desgracia además, está basado en algo muy real.
EliminarUn beso preciosa :D
una gran entrada, muy bien contada.
ResponderEliminarsiempre está tan cerca la tentación.
siempre es tan fácil encontrar excusas.
Ojala pida ese café.
¡Hola Guille! Ojalá, porque si no va a tirar por tierra lo conseguido. Una prueba dificil.
EliminarBesos Guille :D
Me has dejado tocado, me he visto a mí mismo, aunque afortunadamente no he pasado por ese trance. La desesperación, el no encontrarse, buscar una salida aunque sea rápida... necesito un respiro, necesito un respiro...
ResponderEliminarBesos, Ricardo.
Gracias Ricardo. Este relato lo escribí después de escuchar en las noticias sobre una adolescente muy grave por coma etílico. Supongo que como madre de adolescente se me clavó un puñal en el pecho. Y salieron estos 5842 dias.
EliminarBesos : D
Me gustan tus textos dejan una sonrisa placentera en mi cara de hoy
ResponderEliminarEscribes muy bien querida
Muchisimas gracias Mucha. Este es un poco más serio que los que yo suelo poner, pero también necesario. Es un tema muy preocupante el de nuestros jóvenes.
EliminarMuchos besos preciosa y gracias de nuevo. Tú también dejas siempre en mi una sonrisa con tus relatos vivos. :D
Un relato que se da de mamera cotidiana más de lo que puede pensarse...
ResponderEliminarFuerte abrazo Margarita.
Así es amigo Ernesto, lo cierto es que los jóvenes caen en esta terrible tentación cada vez más pronto.
EliminarUn beso : D
La historia es terrible por lo real, es la vida, así, simple y por eso duele más.
ResponderEliminarTambién en mi país(Argentina) el problema de los jóvenes y el alcohol es tan terrible como el de las drogas.
Muy buen trabajo Margarita, parece mentira que la vida sea tan cruel. Los niños pobres, porque la miseria los empuja, los niños ricos porque la abundancia los aburre; todos buscan salida en el alcohol.
mariarosa
mariarosa
Hola María Rosa, así es. Que pena tan jóvenes, pero es una realidad que se vive cada día. Y como tú dices, unos por unos motivos y otros por otros, pero ahí está el problema, un grave problema que puede acabar incluso con sus vidas.
EliminarUn beso María Rosa :D
Margarita, con esta historia me corroboras que te defiendes en muchos registros. Me ha gustado muchísimo. Muy dura pero muy real.
ResponderEliminarUn besin
Hola Anuca, lo intento al menos. Es duro, pero veía necesario compartirlo. Es un problema que me da mucho miedo, supongo que porque soy madre de un adolescente.
EliminarMuchos besos cariño :D