¿Acaso el valor se esconde
en el interior de una botella? Me aterra pensar que así sea, pero no puedo
dejar de sentir en mi pecho la congoja,
el desconcierto, la vergüenza. ¿Cómo pude dejarme llevar a tal punto de embriaguez
como para desvelar lo que mi corazón encierra desde hace tanto?
Una carrera universitaria,
cursos y máster continuos acrecentando mi formación, mi verborrea lingüística
de profesor, que intenta mostrar a jóvenes alocados el mundo a través de los
ojos de los poetas y literatos. Serio, respetuoso, acorde con mi tiempo, pero
inmerso en una fantasía de tiempos pasados y romanticismo clásico. Siempre
correcto, y en un par de sorbos de aquél líquido burdeos y caliente mi corazón
se disparó.
Recuerdo con vago recuerdo
como de pronto el campus se tornó inestable. Tan solo una copa me sugirió mi colega,
el inestimable doctor Ramirez, para mí, solo Carlos.
Él sabe de mi amor
incondicional y oculto por una de mis alumnas, Rebeca. Una joven descarada y
vivaz que vuelve loco mi pensamiento con su sentido de la crítica y el movimiento
de sus caderas.
A la primera copa siguió
la segunda, y sin darme cuenta, la
tercera. El siempre estable y elegante campus universitario, se convirtió en un
campo de batalla donde me era difícil mantener el equilibrio, mientras borracho
por primera vez en mi vida, Carlos intentaba llevarme a mi habitación.
De pronto se me antojó que
el edificio asustaba con tantos picos y ventanas burlones, luces y sombras que
parecían tragarme.
El vino volvió osado mi
pensamiento y terminé pensando en ella tras una de esas ventanas, empezando a
bailar para mí los destellos molestos de la luz de las farolas.
Pero a veces, el destino
puede ser tu aliado o un auténtico hijo de puta. Como una aparición, envuelta
en un halo resplandeciente, Rebeca, sentada bajo uno de los árboles,
esperándome según interpretó mi mente bebida, incitadora, con la vaga excusa de
leer en ese artilugio moderno de libro electrónico.
- Carlos, déjame solo, ¡hip!
Necesito hablar con Réebeca.
- No estás en condiciones tío.
Vaya pedo llevas.
- Chsss, qué forma de
hablar es ésa en un profesor. Estoy
bien. Déjame con ella.
- Ni loco.
- Hip. Pues a la mierda si
no te quieres ir.
Recuerdo cómo me acerqué a
ella tambaleante. La que hoy supongo una mirada de sorpresa, ayer para mí, fue
una invitación. Verla allí, con esa melena en la que me muero por hundir mis
dedos y probar su suavidad, esos grandes ojos como la noche, y esa boca que me
pierde, todo mezclado con una buena dosis de alcohol, me dio alas.
- No deberías estar sola,
hip. Me quedo contigo.
- Profesor, has bebido –
me dijo con sorpresa.
- Sí. Porque soy humano, y
tengo vicios humanos. Todoooos los vicios humanos. ¿Te he dicho que eres
guapísima?
Ella miró a Carlos
sorprendida.
- Gracias, creo. Debería descansar.
- ¡Y un cuerno! He bebido
hasta quedar hecho una pil, una pil, una piltrafa para tener valor y decirte
que me gustas mucho, hip
- Profesor…
- Marcos. Es mi nombre.
- Lo sé, profesor.
- Me muero por darte un
beso, hip.
- Menuda cogorza profe.
Venga, debe dormir la mona.
Y dicho eso, se levantó y
me dejó allí, intentando seguirla, estampándome de bruces contra el suelo y
vomitando lo que mi estómago no admitía.
¿Cómo miro yo hoy a Rebeca a los ojos?
¿Cómo imparto hoy las clases? Y sobre todo, ¿Cómo le doy las gracias por la
nota que esta mañana descansaba bajo mi puerta?
“Mi querido Marcos, yo
también me muero por darle un beso”
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLos besos que se mueren en los labios de uno mismo, saben a esa cobardía que nos engarrota y a la posterior angustia de la autoderrota.
ResponderEliminarElla no necesitó alcohol sino un trozo papel. Ella, valiente, usó su pequeño pergamino con un sueño. Y envolvió su regalo. Su beso.
¡Buenos días Miguel! Sí, ella utilizó esa nota, tal vez le daba vergÜenza dar ese beso sin más, y decidió ese juego previo.
Eliminar¡Muchos besos Miguel! :D
no sé por qué no me deja firmar como alzandopalabras... :( pero soy Miguel. Muak. Gracias por este texto tan hermoso!
ResponderEliminar¡Gracias a tí Miguel! Muuuaakk :D
EliminarMuy interesante tu post !!Feliz fin de semana precios@!❤💛💙
ResponderEliminarMuchisimas gracias Carolina. ¡Buena semana! :D
EliminarMe encantan los finales felices. Un beso.
ResponderEliminarY a mi, no puedo evitarlo. Muchos besos Susana :D
EliminarEse beso deseado por morir en los labios, ese beso que quisiera atrapar para dejar la huella indeleble en su alma.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Besos enormes y feliz tarde.
Para dejar la huella indeleble en su alma... Precioso. Gracias María. ¡Buena semana! :D
EliminarMuy interesante, feliz semana!ª!
ResponderEliminarBss
¡Muchas gracias! ¡Feliz semana también! Besos :D
EliminarInteresante como siempre
ResponderEliminarBss
¡Gracias María! Besos :D
Eliminarhola! que lindo y tierno, Margarita! gracias y bella semana!
ResponderEliminar¡Igualmente chicas! Muaakkk :D
EliminarMuchas gracias por pasarte por mi blog!!!Feliz lunes!!!
ResponderEliminarIgualmente Carolina. Muchos besos y feliz semana:D
EliminarA veces la osadía y la picarda hacen migas y todo es posible. Un abrazo Margarita, buena semana.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Ainhoa! ¡Muchos besos! :D
EliminarMe da que pensar Margarita. Menudo profe, bueno en el fondo todos necesitamos de esos momentos extremos. Aunque luego nos arrepintamos, humanos más que humanos.
ResponderEliminarBesos Margarita.
Quédemonos con lo bueno Ricardo. Al hombre le faltaba valor y mira tú por dónde... ainsss, esta vida, ja ja.
Eliminar¡Besos! :D
A por el miércoles guapa!!
ResponderEliminarBss
¡Besos María! Muaakkkk :D
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