miércoles, 12 de julio de 2017

Cáscara de nuez



Ya hacía tiempo que no dedicaba algún cuento a los más pequeños de la casa, así que aquí os dejo este "Cáscara de nuez". Espero que os guste :D 

Cáscara de nuez

Cáscara de nuez le llamaban, y… ¿sabéis por qué? Pues porque siempre usaba como casco, una diminuta cáscara de nuez, y es que era tan pequeño, tan pequeño, que se vestía con muy poquito, y utilizaba cáscara de pistachos como zapatos.

Así era “Cáscara de nuez”. Pero su nombre real no era ése. Su nombre real era nada más, y nada menos, que Juan Ángel Rivero de Gómez y Tejada Paredes de Robledo. ¡Toma ya!


Sí, sí. No habéis escuchado mal amiguitos. Juan tenía todos estos nombres y sin embargo, tan chiquitito. Parecía una ironía de la vida que aquello ocurriese de esa forma. Pobre Juan, tan pequeñín y con tanto cargo de nombramiento a sus espaldas.

Lo cierto es que por mucho que el tiempo pasaba, Juan seguía siendo diminuto. Cuando nació, su mamá se asustó, pues era poco mayor que su mano. Nació muy pronto, muy pronto, y los médicos dijeron que en la incubadora crecería y maduraría. Que ellos le cuidarían. Pero el tiempo pasaba, Juan estaba sano, pero de tamaño no aumentaba.

Desconcertados, sus padres tuvieron que admitir que su hijo no era mayor que un pequeño ratón, y eso, los desconcertó aún más. ¿Qué sería de su vida con semejante tamaño? Pero le protegieron como pudieron. Solo querían que su hijo viviese como uno más. Llevaban tanto tiempo esperando poder tener un hijo, que solo querían disfrutar de él, sin importarles su tamaño.

Así pasó el tiempo, y el pequeño, al que le gustaba jugar y jugar, disfrutaba de todo y consiguió hacerse amigos muy pronto. Es cierto que al principio, se burlaban de él, y después, hubo quién incluso casi lo pisa, por supuesto sin querer. Pero también es verdad, que al ser tan pequeño, podía entrar en sitios donde los demás no podían, y de esa forma, empezó a ganarse la confianza de los niños que vivían cerca de él, y poco a poco, empezó a ser uno más.

Era tan aventurero, que sus amigos decidieron hacerle un sombrero, y para ello no se les ocurrió nada mejor que la cáscara de una nuez. Un pequeño monopatín le fabricaron con un palito de helado y unos botones, y de esa guisa, Juan Ángel Rivero de Gómez y Tejada Paredes de Robledo, se convirtió sin más, en “Cáscara de nuez, el pequeño gran aventurero”.

Pero no todos los niños eran amigos de nuestro pequeño héroe. Había un chico, uno muy alto para su edad, que vivía muy cerca de él y que se llamaba Julián. Este niño era muy travieso, y se divertía burlándose  de los que eran más pequeños que él. Así que imaginad lo que hacía cada vez que veía a Juan. Más de una vez, el pequeño se marchó a casa llorando, de pura rabia y puro dolor, por no poder hacer frente a aquél niño tan grande y abusón. ¿Verdad que no está bien reírse de los demás? Podemos hacer daño a otro niño si nos reímos de él, sobre todo, si es alguien pequeñito, o si quizás está un poco gordito, o si le cuesta trabajo leer. La verdad es que no debemos reírnos de los demás, y los demás, tampoco deben reírse de nosotros. Así es como debía ser.

Pero como Julián no era así y no dejaba en paz a Juan, un día, ocurrió algo extraordinario. El pequeño Cáscara de nuez se enfadó tanto, tanto, tanto, que se enfadó de verdad, de esas veces que te cabreas y sientes que tienes piedrecitas golpeando tu cuerpecito, te pones furioso y notas como tus puños se cierran y tus venas quieren salir de tu cuerpo. No es justo que nadie se ría de tu tamaño. El mundo es de todos, y no solo de los altos. Así que nuestro pequeñín, enfadado y furioso con aquél abusón… señaló con su pequeño dedito al más alto de ellos y dijo…

- ¡Sí tú te burlas de los que somos más bajitos, tendrás tu castigo, y de ahora en adelante, serás un ser pequeñito, pequeñito!

Un pequeño rayo de color azul salió del dedito de Juan, que asombrado y asustado vio como aquél niño grandote y cabreado se hacía pequeñito, pequeñito, como él. Todos los niños empezaron a llorar y se asustaron y el pequeño Cáscara de Nuez también se asustó. No veáis como lloraba el niño que se burlaba a diario de él cuando se vio del mismo tamaño. Tan pequeño como un ratón.

Todos los chiquillos chillaron y salieron corriendo despavoridos, y el pequeño Juan llegó a casa llorando, eso sí, se llevó consigo a Julián, que no sabía dónde ir, con ese tamaño tan pequeñito, y que no podía dejar de llorar y pedirle perdón.  

Lo único que se le ocurrió a Juan fue abrazarlo. Había que pensar de qué forma se lo dirían a sus papás. ¡Cuánto miedo tenían ambos! Como no dejaban de llorar, se sintieron muy cansados, y el pequeño Cáscara de nuez, dejó la otra mitad de su cáscara de nuez a aquél niño,  que ahora que lo veía todo desde abajo, se sentía aterrorizado. ¿Cómo había podido burlarse de los que eran más pequeños? No era fácil ser tan chiquitín. Había sido malo, había sido cruel, y ahora estaba arrepentido y asustado.

El pequeño Juan le explicó que no sabía qué había pasado y le convenció para que junto a él se sentase en el pequeño sillón que su mamá le había preparado con una caja de zapatos de bebé.

Ambos se durmieron agotados por el llanto, y entonces, Juan tuvo un sueño muy extraño. Soñó que no era de este mundo. Soñó que cuando él nació, otro niño, un bebé grandote y sonrosado, nació en el mundo de los pequeños duendes mágicos. Soñó que aquél otro niño lo estaba pasando mal, porque era muy grandote y casi no podía moverse para no aplastar a sus amigos. Y además, no tenía magia, ni nada, y se sentía muy solito.

Y entonces comprendió que había pasado algo insólito. Sus nacimientos se habían cruzado. Él debió nacer en aquél otro mundo, y aquél niño en éste. ¿Cómo arreglar ese desaguisado? Además, ahora estaba Julián, que había empequeñecido tanto como él. ¿Cómo iba a arreglarlo?

Despertó sobresaltado, y se encontró ante sí una visita muy singular. Una pequeña luz llenó la estancia y ante él apareció un hombre y una mujer que se le parecían muchísimo y que eran tan pequeñitos como él.

- Hijo mío. ¡Estás aquí! Oh, mi pequeño, mi niñito, mi dulce Conce, qué mal lo hemos pasado hasta que te hemos encontrado.
- Pero… yo soy Juan, Cáscara de nuez, y  éste es mi hogar.
- Ay mi pequeño, hemos podido localizarte por tu rayo de luz. Has utilizado al fin tu magia y por ello te hemos encontrado. Has de venir con nosotros, te necesitamos, te queremos, eres nuestro hijo. Utilizaremos nuestra magia y en tu lugar, estará el auténtico Juan Ángel Rivero de Gómez y Tejada Paredes de Robledo. Con ese nombre tan largo, cómo no iba a ser largo él. Nadie recordará nada, y este niño que duerme a tu lado, volverá a su tamaño normal, pero habrá aprendido la lección y no volverá a burlarse de los más pequeños.  
- Pero… ¿Y mis amigos?
- Los podrás visitar, y hablar con ellos y hasta seguir ayudándoles. Pero lo harás de forma invisible y te llamaran su conciencia. Ellos creerán que no existes más que dentro de sus cabezas y su corazón, pero estarás ahí, como siempre. Seguirás siendo su cáscara de nuez.

Y fue de esa forma, que el pequeño regresó al que de verdad era su hogar. El mundo de la conciencia, un mundo donde tienes el poder de hacer, deshacer, decidir, o anular. Un mundo donde tienes la voluntad o la dejas marchar. Un lugar donde viene bien ser pequeñito en apariencia, pero luego, eres muy grande a la hora de actuar.

Julián volvió a casa sin recordar nada de lo que había pasado. Los chicos del barrio, tenían un recuerdo vago de un sueño hermoso donde un pequeño con  una cáscara de nuez en la cabeza correteaba de aquí para allá con un palito de helado y unos botones por ruedas, pero todos pensaron que no era más que un sueño. Un sueño extraño que habían tenido todos ellos a la vez.

Y en cuanto al auténtico Juan Ángel  Rivero de Gómez y Tejada Paredes de Robledo… pidió a sus padres que hiciesen el favor de no llamarle más que Juan. Era un niño muy querido, que siempre daba muy buenos consejos. Había quién decía, que dentro de él,  habitaba una conciencia gigante.






8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Un beso muy fuerte Susana, disfruta de este verano todo lo que puedas. Muchos besos :D

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  2. Bellísimo, sos una gran escritora de relatos y siempre dejando sorpresas en el final. Felicito.
    Abrazo.

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    1. Muchas gracias Navegante. La verdad es que me gusta eso de sorprender al final, aunque te confieso que no puedo hacerlo siempre, no solo por falta de finales, ja ja, sino porque se me va a ver el plumero como se suele decir por aquí por Andalucía, ja ja.
      Muchos besos Navegante, y muchas gracias por navegar por mi mundo :)

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  3. Hola Margarita, de nuevo en tu casa, disfrutando de estas maravillosas entradas. Ya poco a poco me oré poniendo al día con todos vosotros.
    Besos.

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    1. ¡¡Bienvenida de nuevo!! Tú tranquila, a veces hay que descansar un poco. Yo hasta ahora no lo he hecho, pero este año voy a tomarme una semanita también. ¡Voy a coger fuerzas! :D

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  4. Lo conozco y es precioso...me alegra saber que lo disfrutas tanto...
    Un abrazo grande!!

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    1. ¡Hola María! Lo escribí la otra tarde, hacia mucho que no escribía cuentos infantiles y me puse manos a la obra. Tú sabes, yo y mis impulsos. Después pensé que para ser para niños quizás me quedó con una moraleja algo compleja. En el próximo intentaré hacerlo mejor.
      ¡Muchos besos María! :D

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