Hija del fuego

 Vivía escondida entre las grietas de los árboles más antiguos. Decía que para ella era recordar las arrugas de los más ancianos de aquel lugar que la vio nacer y del que tuvo que huir. 

Supo que era distinta el primer día que de sus dedos delgados y helados, brotó una pequeña llama que con el tiempo se hizo fuego intenso. Sus ojos apreciaban el movimiento del bosque al tiempo que su piel lo sentía. Sus labios besaban el cielo y entonaban la canción de aquellos que habían partido. Jamás se sintió una con la gente de la aldea, y a pesar de que lo intentó con fervor, nunca fue aceptada. 

Un día fue acusada de ser una bruja y tuvo que escapar en mitad de la noche. Corrió sin descanso, entre llantos y angustia, hasta caer al suelo rendida. Fue ahí que el bosque le habló con la voz profunda de quién sabe lo que dice. 

"No dejes que el hombre te descubra. Gusta de cazar lo que no es igual a él".

En una soleada mañana de otoño, se sintió extraña. su cabello se volvió azul, sus orejas se hicieron puntiagudas, y el fuego ya no salía solo de sus dedos, sino también de su pensamiento. A lo lejos divisó la figura de un humano que ante su atónita mirada se transformaba en un ser inmenso, terrorífico y magnífico a partes iguales. Un ser que sin articular palabra las dejaba en el viento para que llegaran hasta ella, con olfato a humo y calor agradable...

"Al fin te encontré, hija mía. Tus hermanos, los dragones, aguardan tu llegada..."