Imagen de Pixabay
-
¿Has sido hoy bueno?
- Sí
mamá.
- Sabes
que no me gustan las mentiras.
- He
sido muy, pero que muy bueno. Por favor mamá, lo prometiste, por fi.
Su
madre le miró y cruzó los brazos bajo el pecho. Su pie derecho comenzó a dar
pequeños golpecitos en el suelo.
- Te
leeré el cuento.
El
pequeño corrió a meterse entre las sábanas decoradas con pequeños duendes,
acomodando su espalda impaciente contra el almohadón gigante que presidía su
cabecera, mirando de reojo la jaula dorada al lado de su mesita de noche. Rafa
aún no se había dormido, y el niño pidió permiso con la mirada a su madre. Deseaba
colocar a la mascota sobre su pecho.
-
Hoy no, Alejandro. No hemos terminado de domesticarlo. Recuerda lo que ocurrió
ayer. Son una raza escasa, casi extinta, tuve que pagar una pequeña fortuna por
ambos.
El
pequeño puso cara de tristeza. Cómo para no recordarlo. Junto a Rafa, el macho,
también compraron una hembra, Sara. Era muy bonita, algo más pequeñita que su
compañero. La noche anterior, la sacó de su jaula para acariciar su pelaje
rubio. Pero la hembra no dejaba de moverse, hasta que al fin, saltó y empezó a
corretear de un lado a otro. Tío Adolfo la pisó sin querer.
-
Erase una vez, hace mucho tiempo, una tierra donde la mayoría de los árboles
eran de hoja verde. En ella, vivía una raza animal muy peculiar y de la que hoy
en día, casi no quedan más que algunos
especímenes.
-
¿Cómo Rafa, mami?
- Sí
hijo, como Rafa. – Añadió tras un leve suspiro - Desde lo que el hombre creía
que era el principio de los tiempos, se consideraban la especie dueña del
mundo. Para ellos, nuestra especie, no era más que una fantasía que contaban a
sus cachorros a la hora de dormir. Incluso, llegaron a tener la absurda idea de que, si negaban la
existencia de las hadas, éstas morirían. Tan chiquititos para nosotros los
gigantes, tan grandes para nuestros vecinos los duendes. No aceptan lo que no
pueden ver. Seres anodinos sin poder de adivinación, ni alas para surcar el
viento, desconocedores de hechizos y ensalmos, sin poder sobre los mares. Seres
aburridos, que inventaban juegos igual de absurdos que ellos y que se
consideraban poderosos y racionales.
-
Son tan pequeñitos y tan indefensos... ¿a qué jugaban mami?
- A
destruir el planeta. A atacar lo que no
entendían, y también lo que envidiaban. Cuando se cansaron de destruir lo que
los alimentaba, empezaron a destruirse entre ellos.
- Pero
son divertidos.
- Lo
son para ti que eres un niño. Pero son inconscientes, orgullosos, vanidosos, egoístas.
Si pudieran, nos apresarían y extinguirían. Nosotros hemos evolucionado, ellos
no.
-
Pero tienen sentimientos. Rafa lleva todo el día llorando por la muerte de
Sara.
- Le
compraremos una nueva hembra y se le pasará. Son tontos. La próxima mascota
será un dinosaurio, de ésos que reservamos tras el glaciar. Cuentan unas
historias muy divertidas. Ellos sí han evolucionado ¿Te gustaría?
- Me
gustan mis humanos – dijo mirando atento a su mascota humana, que se abrazaba a
sí mismo.
Mientras,
en la jaula, Daniel levantaba su rostro hacia aquél ser odioso. Odiaba ese
ruido que emitían, al igual que odiaba no entender lo que decían. Su lenguaje
incoherente y sus cuerpos deformes le daban asco. Igual que le habían dado asco
y auténtico pavor a su hermana. Ella se había asustado tanto cuando aquél
monstruo la colocó sobre su pecho, que empezó a gritar y corrió y corrió, hasta
que… Sintió una nueva arcada al recordar la escena. Por muy grandes que fuesen
en tamaño, eran una especie carente de inteligencia, que tan solo imitaban lo
que habían visto en casas humanas. Los humanos encontrarían la forma, los aniquilarían
o esperarían su extinción, al igual que se habían extinguido los dinosaurios, los
linces o las abejas.
Alejandro
leyó su mente. Sintió la rabia estúpida de aquella insignificante mascota.
- Mami,
no compres una humana. Mejor un cachorro de spinosaurus. Lo pondremos al ladito
de Rafa y así, no se sentirá solito. – dijo con la sonrisa traviesa de una raza
que se sabía poderosa y racional.
Wawww... que imaginación, me haz sorprendido con tu historia.
ResponderEliminarMe gustó.
mariarosa
Muchisimas gracias María Rosa.¡Besitos! :D
EliminarMuy buena tú historia y la fina ironía de la reflexión y la crítica que conlleva.
ResponderEliminarMuchas gracias Nuria. Muchos besitos :D
EliminarTremendo, muy bueno y sorpresivo, claro.
ResponderEliminarEl mensaje es contundente y el desarrollo muy logrado. Me impactó como animalista que soy. Ojalá se tomara conciencia del sufrimiento de los animales, seres sin voz, que son encerrados o maltratados.
Finalmente un slogan que se está haciendo conocido: "No compres, adopta", gatos o perros, claro, lo demás debe ser libre.
Besos desde el sur.
¡Hola Navegante! Pues sí, muchas veces veo como las mascotas son como peluches, y no debería ser así. Tú ya me entiendes. Como los peluches para quererlos y abrazarlos, pero hay que cuidarlos de otra forma. Y lo de la evolución también iba con segundas, ja ja.
Eliminar¡Muchos besos desde otro sur cercano! :D
Gracias a tí Jesús. ¡Qué ganas de que llegue el otoño, tú ya me entiendes! :D
ResponderEliminarMe encanta!!
ResponderEliminarBss
¡Hola Margarita!
ResponderEliminarSabes, he pasado un rato muy agradable leyendo este interesante relato-cuento que no es tan cuento, pues tiene mucho que ver con lo real y da para reflexionar.
Una mascota se mima se cuida como se cuida un ser humano, yo tengo un perrito que solo le falta hablar, el entiende todo lo que le digo, y créeme que no miento, si me ve triste, él está triste, si ve que canturreo el baila como un loco a mi alrededor.
Me ha gustado mucho leerte, gracias por compartir tus bellas letras.
Te dejo mi inmensa gratitud y mi estima.
Se muy, muy feliz.
Muchisimas gracias Marina, eres un encanto. Ahora voya ponerme un poco al día que llevo unos días sin poder entrar apenas en el blog. ¡Muchos besos! :D
EliminarInteresante relato, aporta muchas inquietudes y miedos en el trasfondo. Hay cosas que no entiendo en el mensaje, aunque me lleva a cierto film apocalíptico. El trato con la palabra exquisito como siempre en ti. Nos sumerge en un mundo de algodones de colores, aunque la historia sea desgarradora y por desgracia; demasiado humana. Margarita el relato guarda tela.
ResponderEliminarMil besos, Ricardo.
¡Gracias Ricardo!. Hay mucho detrás, sí. Esas mascotas que son humanas encierran tanto el miedo a lo que un hombre desevolucionado pueda llegar a hacer, como la "comparación" con las mascotas que hoy tenemos y como las cuidamos o no. También el miedo quizás a la soledad, o a estar encerrado. Para el hombre, somos la especie mejor, la racional, la poderosa... pero no sabemos lo que puede ocurrir o qué especies pueden llegar. Es un poco complicadillo, ja ja. Tú sabes, una tarde nublada de sábado arrastrando el cansancio de la semana, ja ja.
EliminarBesos Ricardo:D
hola! que fantasiosa eres, gracias y m e encanta el trasfondo que mencionas en el comentario a Ricardo, pensaba que por ahi iban los tiros, como ves leemos todo! abrachobecho de las buhas!
ResponderEliminar¡Hola Margarita! Me encantó, eres una genia..¡Besitos!
ResponderEliminarHola Margarita,
ResponderEliminarDesde luego no te equivocas al decir que algunos tratan a las personas como mascotas y a las mascotas como peluches de usar y tirar. Muy buena historia. Gracias.
Que arte tienes para pintar con palabras : )
ResponderEliminar