sábado, 8 de abril de 2017

El viejo ciruelo. Capítulo 1



Capítulo 1

Escuchar el canto del viejo ruiseñor, es uno de mis placeres favoritos. Cuando la tarde cae sobre la pradera, gusto de sentarme en la vieja mecedora, heredada de mi abuela, y balancear el ir y venir de mi serena vida, dejando que el impulso de la noche adormezca mis desvelos.

No es fácil vivir sabiendo que la muerte está cerca, o... sí. Todo depende a veces de si tienes prisa por iniciar un viaje desconocido y recóndito, o por el contrario, prefieres esperar para esa gran barcaza que atracará en puerto desconocido. 


A mis ochenta y cinco años mantengo mi mente lo más despierta posible, dentro de los límites razonables. Pero no todas mis aptitudes siguen en igual forma. Disfruto de un buen libro, aunque mis ojos ya casi no me permiten leer un párrafo del tirón, ante el incesante baile de los letras, convertidas en aguerridos danzarines por la página. Aun así, la lectura sigue siendo uno  de mis vicios más conocidos, y aun, por mi cuerpo  permitido. Sumergirme en las páginas de una buena historia me relaja y conforta. 

Disfruto de una buena comida, a pesar de las insistencias de mi doctora para que deje de tomar todo aquello que me gusta. El atardecer se ha convertido en un deleite para mi cansada vista, y el amanecer, un lujo que saboreo despacio.

Acepto lo que la vida me ha dado, y doy a la vida lo que ella acepta de mí. No tengo ya tiempo para perderlo en enfados innecesarios, y desde luego, no necesito quebrantos imposibles.

Ha llegado la hora de cumplir con lo prometido hace sesenta años, aquella tarde de lluvia enfadada, en la loma  del viejo monte. Mi bastón me espera junto a la vieja mecedora. Crujiendo el entarimado, y sosteniendo el doblado trozo de madera el peso de mi cuerpo, como apoyo necesario, mientras desciendo la improvisada rampa que preparé cuando mis rodillas se declararon débiles.

Enfilar el sendero al monte es un paseo que tomo con calma, sin prisa, pero sí, con la ilusión, de que al fín, hoy pueda ser el día en que cumpla mi promesa. Una vez liberado de ella, podré descansar al fin sereno, en cuerpo y alma, los días que siga bajo este sol y esta luna, mientras algo perverso no me lo impida.

Ah, anhelada juventud que se marchó hace ya el tiempo debido...

William Shakespeare, Cervantes, Góngora... me acompañan en mi espera bajo el viejo ciruelo, a la espera de la llegada incierta del joven que habrá de relevarme en ésta tarea, que ya me empieza a resultar algo agotadora.

Pero desvarío. Desvaríos de viejo que se toma su tiempo, que para algunas cosas de la vida poco me queda, pero para otras, tengo todo el del mundo.

Todo comenzó hace sesenta años... sin saber cómo, ni por qué, quizás causa del destino, del desconcierto, del amor no correspondido, o de la suerte...

Y en esa misma suerte casi no puedo creer, cuando ahora, enfilando el sendero, veo una figura sentada bajo el viejo ciruelo. Una joven cuyo rostro muestra la huella de las lágrimas. ¿Será ella la elegida para sustituirme?

Sí, es ella. Lo presiento. La determinación de su mirada, la luz que emite, la desesperación de su llanto. Viene buscando la vieja magia del ciruelo, y yo, se la daré, la ayudaré en lo que pueda, y ella, al fin, tomará el relevo en esta tarea que ya se me hace algo larga...

- Buenas tardes, jovencita.
- Buenas tardes, señor.
- ¿Llego en mal momento? ¿O tal vez, en el mejor posible?
- ¿Disculpe?

Lo entenderá.

- Deja que te ayude muchacha. Pero primero, tienes que cederme ese sitio. Mis piernas no están ya para sentarse en el suelo, ni en la hierba, que a estas horas, está fría y húmeda.

La muchacha se levanta de golpe, avergonzada, y me mira, pensando si estoy loco, perdido, o vete tú a saber qué.

- La verdad es que alguien me contó que usted venía aquí a diario, bajo el viejo ciruelo.
- Así es jovencita.
- Y dígame...  ¿de veras puede ayudarme?
- Eso espero. ¿Has escuchado la leyenda de este lugar?
- La de que es mágico. Y cada cierto tiempo ayuda a alguien en algo muy importante para él. Y a cambio, esa persona ha de cuidarlo hasta que otra le sustituya. ¿Esa leyenda?

Suena ridículo escuchado de esos labios que no quieren creer lo que están diciendo, pero que en el fondo, sí espera que esa leyenda sea cierta, o de lo contrario no estaría aquí. Muchos jóvenes han venido a lo largo de los años a burlarse, pero esta vez, presiento que ella es la elegida.

- La leyenda es cierta... Nuria.
- ¿Cómo sabe mi nombre?
- Me lo ha susurrado el viento, y al viento, se lo ha dicho el ciruelo.

La joven se levanta asustada y me mira como si yo fuese el mismísimo Dios o mucho peor, el demonio en persona.

- ¿Tienes tiempo para escuchar una historia?
Creo que se ha percatado de que no soy un peligro para ella, y asiente.

Se sienta en el suelo, a mi lado en el viejo tronco. Para ella, y sus jóvenes piernas, no es un problema.

- Deja que te cuenta una historia, tan cierta, como que tú y yo estamos ahora aquí. Te hablo de hace sesenta años, pero en mi mente sigue estando tan presente como si fuese ayer.

Ella asiente, y yo comienzo mi relato.


11 comentarios:

  1. Qué interesante. Espero impaciente. Un beso.

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  2. Hola Margarita, estaba esperando el final de "Primogenitos" y me encuentro con un nuevo cuento. ¿Qué paso o qué no entendí del cuento de Aldonza?

    mariarosa

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Maria Rosa cariño, que hice espoiler en el anterior comentario. Espero que no lo hubieses leido todavía, ja ja. El final de Primogénitos es el capitulo 7. Imagino que no lo habrás leído aun. :D Puedes verlo de una forma rápida. Entra en la pestaña de mini-novelas, y de ahí, le pulsas a Primogénitos y tienes toda la mini novela completa. Un beso muy fuerte :D

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  3. ¡Ay Margarita! Aquí ando espectante. Interesante.
    Un besote

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    1. Éste es más cortito, solo 5 capitulos, pero creo que te va a resultar "simpático". Un beso muy fuerte :D

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  4. Bueno Margarita, parece que la historia que se viene es interesante....

    mariarosa

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    1. Ja ja ja, muchisimas gracias María Rosa. ESo espero :D

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