sábado, 24 de junio de 2017

Villa Clara. Capítulo 1



Capítulo 1

El camino hasta hace poco empolvado, se vestía ahora con el color de aquellas hojas caídas que lo convertían en una alfombra incitadora. La cantidad de arboleda que rodeaba aquella antigua vía de paso de cabras, le daban al lugar una apariencia de paz y sosiego que Nacho necesitaba y buscaba. Los auriculares y la música siempre iban con él, alternándose con aquellos días en los que le silencio era primordial. Escuchar el trino de los pájaros o cruzarse con algún que otro huésped del bosque, formaban parte del paseo. Nacho lo asimilaba bien siempre y cuando fuesen “animales” y no “personas” quienes se cruzaran en su camino.

         No siempre fue así. Durante una época, hacía aquél recorrido, día tras día, junto a Irene, su esposa. Pero cada atardecer, desde hacía ya casi tres años, iba solo. La inminente llegada del otoño no dejaba de recordarle aquella tarde, ya casi noche, en la que ella perdió la vida.

         Como si fuese un exorcismo, cada vez que puede, corre y corre por este lugar, intentando que al pisar el suelo y avanzar en ese camino, quede atrás algo del dolor que no mengua. Esperando quizás un milagro, o uno de esos hechizos de los que la gente del pueblo dicen que pueden hacer las más antiguas magas blancas.

Una punzada en el costado le avisa de que quizás ha corrido demasiado, o a demasiada velocidad y termina deteniéndose, respirando con dificultad, apoyando las manos en sus rodillas e intentando enfocar el camino que de pronto se vuelve borroso por la fatiga y el dolor.

         Tres metros más adelante ve sujeta la cinta color lavanda al viejo pino de la ladera... Un instante, tan solo un instante y toda su vida se derrumbó. Esa cinta no debía estar ahí por ella, sino por él.

         Pocas lágrimas le quedan ya que derramar, pero a veces, ocurre y al menos, nota algo de alivio y esa mano que le estruja el corazón, suelta un poco la presión. Había días, en los que aquél momento exacto donde su vida acabó junto a la de Irene, insistía una y otra vez en volverse obsesivo. Otros días, tan solo corre acompañado de la sensación de dolor, angustia, rabia, siempre esa sensación de vacío y de querer despertar de una pesadilla, que por desgracia, es demasiado real.

         Aquél día, ella que era corredora compulsiva, le hizo caso por una vez a él, y solo se dedicó a pasear a su lado. Nacho gustaba de pasear, pero Irene insistía una y otra vez en correr. Que sí quería perder peso, que si era saludable para las piernas y el corazón..., que si sus caderas estaban ensanchándose... Pero aquél día no. Aquél día pasearon como a él le gustaba, cogidos de la mano, y sintiendo la brisa que empieza a acompañar a algunas tardes con la llegada del otoño.

         Aquél camino era un lugar solitario que pocos conocían, y por tanto, pocos disfrutaban. El destino o la mala suerte quiso que aquél extranjero, desconocedor de la abrupta travesía, se adentrase en el camino con su moto, haciéndola rugir con fuerza y a una velocidad de vértigo en un lugar que se presumía vacío. Cuando ambos se dieron cuenta y escucharon el motor, casi no tuvieron tiempo de apartarse. La sorpresa inicial y el desconcierto los llenó cuando aquél individuo, y su máquina rugiente, se dirigieron voraces y directos a Nacho.

Sin pensarlo dos veces, Irene le empujó con fuerza, cogiendo a su marido totalmente desprevenido y haciéndolo caer al suelo, mientras ella era empujada con fuerza y un fatal desenlace.

         Murió. Murió por salvarle a él. No lo dudó un instante, y lo último que hizo antes de cerrar sus ojos, fue mirar con todo el amor del mundo en ellos a Nacho.

         Los recuerdos duelen demasiado y hoy, él, decide continuar, esta vez, andando, como aquél día. No siente prisa alguna. Al llegar a casa, solo le espera un recinto sin más, sin espíritu ni alegría, un lugar muerto… como ella.

         Dos días se mantuvo su querida Irene entre la vida y la muerte. Dos días en los que rezó, suplicó, tuvo pequeños hilos de esperanza que fueron cortados.

         Le costó meses volver a ese camino, pero decidió hacerlo por ella. Igual que decidió que había que seguir tomando alimentos, e intentar dormir, e incluso regresar al trabajo. Actuaba de forma mecánica, salvo cuando pasaba frente a aquél árbol y acariciaba con dulzura la cinta lavanda que se ceñía a su tronco y que debía cambiar cada cierto tiempo.

         Le pareció escuchar ruido, pasos, alguien que pisaba con cierta duda sobre aquél terreno inestable.

- Disculpa, ¿puedes ayudarme? No te lo vas a creer, pero no soy de por aquí y me he perdido. ¡Qué vergüenza! ¡No sé volver a casa!

         Él se detuvo en seco. El cansancio le estaba jugando una mala pasada. Una joven de cabellos dorados, más bien, color miel, dulce sonrisa y ojos color avellana, le miraban con esperanza y unos hermosos hoyuelos en la comisura de sus labios. Como ella. Como su Irene.

- Es que pensarás que soy tonta, pues no, al menos, no demasiado – continuó ella hablando alegre – Me llamo Paloma y solo llevo unos días por aquí. ¿Tienes nombre? Oh, perdona, ya me lo dicen mis amigos que hablo demasiado, sobre todo cuando estoy nerviosa… ¿Te ocurre algo?

         “Como ella”, no pudo él dejar de pensar, realmente sorprendido del gran parecido físico de aquella muchacha con Irene, mientras a la vez, ella observaba las distintas reacciones que cruzaban por el rostro de él, pero aun así, no perdía la sonrisa. Algo más delgada, el cabello ligeramente más ondulado, pero...

-         Disculpa, soy Nacho. Por un momento, pensé que eras otra persona. - habló él por fin.
-         Pues permíteme decirte que parece que has visto un fantasma. Estás pálido.

Por fin Nacho reaccionó y con normalidad se acercó a ella.

-         ¿De dónde vienes? O mejor dicho, ¿qué lugar buscas?
-         Iba para el pueblo, pero me dejé llevar por la belleza del lugar y me interné en el bosque. Cuando me he dado cuenta estaba en este sendero y no tengo ni idea de cómo llegar a Villa Clara.
-         ¿Bromeas? ¿Villa Clara? Pensé que estaba deshabitada. A mi mujer le fascinaba esa casa… La gente del pueblo incluso habla de que esté encantada. Imagina cuándo sepan que no es así. Vas a desmontarles un montón de supersticiones y habladurías populares- comentó él, quizás por intentar tapar esa sensación extraña que ella le provocaba.

Paloma sonrió y Nacho quedó fascinado una vez más por el gran parecido físico que ella tenía con Irene.

-         ¿Has dicho que a tu mujer le fascinaba? ¿Ya no? - le preguntó Paloma con interés.
-         No. Ya no. No te has perdido demasiado, sólo te has despistado. Mira ¿ves? Aquí, un poco más adelante verás la señalización.

En efecto, tan solo unos metros más adelante,  el camino se bifurcaba y al fondo, se veía recortada la silueta de la villa mencionada.

-         ¡Pero si estamos al lado! 
-         Aún no te has acostumbrado al lugar. Eso es todo.
-         ¿Vienes por aquí a diario?
-         Sí.
-         Tal vez nos veamos más veces. Quizás pueda conocer a tu mujer.

A ella no le pasó por alto la tensión de pronto en el rostro de él.

-         Mi esposa falleció.
-         ¡Oh, lo siento!
-         No pasa nada. No podías saberlo. Ahora si me disculpas, he de continuar mi camino.
-         Claro, lo siento otra vez. Gracias por indicarme. Adiós...

Para Paloma fue más que evidente que él no tenía intención alguna de volver a verla. Se le veía molesto y con necesidad de soledad. Pero eso debía cambiar. Por supuesto, él desconocía que aquél encuentro no había sido fortuito. Había seguido las instrucciones al pie de la letra. “Allí” se lo habían dejado muy claro, incluso le habían detallado con pelos y señales donde podía localizarlo y a qué hora del día.



7 comentarios:

  1. Margarita, la introducción motiva a seguir la lectura, eso considero importante en todo relato, corto o largo. Espero con placer la continuación.
    Saludos.

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    1. Muchisimas gracias Navegante. Y a mí eso es lo que me alegra, porque enganchar al lector es fundamental. Es una historia, como tú vas a ir viendo, algo más lenta que la anterior por capítulos, pero espero conseguir que se mantenga hasta el final .
      Muchisimas gracias por tu comentario. Besos :D

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  2. Quę bien transmiten los sentimientos. Un beso.

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    1. ¡Muchisimas gracias Susana! ¡Muchisimas gracias de corazón! Transmitir bien los sentimientos es muy importante para mí. ¡Muchos besos! :D

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  3. ...Esperando espectante. Atrapa desde el principio, no tardes en seguir, niña...
    Enhorabuena.
    Un abrazete.

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    1. ¡Hola Mª Carmen! ¡Muchas gracias! El próximo finde más, ja ja. Muchos besos :D

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  4. He llegado casi justo cuando la historia va a terminar, pero me voy a dar el gusto de leerla seguidas las entradas.

    parece que viene algo romantico.

    mariarosa

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