Del crema al blanco. Capítulo 4

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3

Capítulo 4

Siempre pensé que salir del armario era otra cosa, pero ahora solo se que salgo de este armario como si un monstruo de dos cabezas me persiguiera. Un beso a Raúl y otro a Ricardo antes de dar un abrazo a Antonia. Ella me pregunta…

— ¿Quién eres? Eres bonita…

— Soy tu hada madrina… —  susurro a su oído y después le doy un beso en la mejilla.

He visto su sonrisa. He visto su sonrisa de reina maga poderosa que todo lo puede, y que ha de utilizar el disfraz de enferma para proteger su poderoso libro de hechizos de la experiencia de la vida.

Miro mis zapatos Dorothy-suertudos y me doy cuenta de que ahora brillan como los auténticos, y les han crecido alas. Veo como un gran ser con escamas y plumas se acerca en forma de autobús camuflado, y se detiene justo ante mí, invitándome a entrar en su mundo. Me siento en un pequeño trono mágico y observo como tras uno de sus grandes ojos se puede ver el mundo de un color, mientras que por el de frente se puede ver de otro.

Todo este ser va repleto de seres de todo tipo, algunos con pequeños tics nerviosos, ojos saltones y otros con varitas y libros de pociones metidos en mochilas de instituto. Un bebé emite un sonido hermoso que bien parece un canto mágico. De sus pequeños labios rosados salen notas de colores que se van extendiendo por todo el supuesto autobús envolviendo a todos los presentes en una hermosa letanía.

El autobús con escamas y plumas se detiene. Un enorme bosque con forma de seto hace de frontera con un enorme castillo que porta una bandera multicolor que dice “Colegio”.  Y es ahí donde llega volando una pequeña florecilla que ante mí se transforma en Adela, la profesora de mis hijos. Su aspecto parece normal, pero observo con una sonrisilla como va dando pequeños saltitos y caminando de puntillas. Bajo su viejo abrigo de tweet, sobresale un bonito tutú violeta impregnado de estrellas plateadas. Sus pestañas son del color del arco iris y sonríe entonando canciones.

El profesor de química se cruza en nuestro camino y me mira insolente y aterrador. ¿Cómo no vi antes que su espalda encorvada escondía un mal oculto? En su rostro una vena late sin control y tiñe de azul su acerada mirada. Intenta herirme con las garras que siempre ha ocultado bajo la vieja gabardina que le oculta. Casi consigue tomar mi mano, pero yo soy más rápida. El entrenamiento con mis soldados gemelos me ha servido de mucho.

Y es entonces que un lago dispuesto en vertical y ribeteado de mazapán, me hace observar mi propio reflejo. Y es entonces que observo que mi cabello no es crespo, sino ondulado como un océano, y de pronto siento que todo encaja…

Tal vez tenga un tumor cerebral o esto ya es definitivo y he perdido la poca cordura que me quedaba. Pero hay otra explicación que me parece mucho más apetitosa. Y es que igual ella ha vuelto, y cuando digo ella, me refiero a mi inspiración.

Lo que si puedo confirmar es que mis dedos no son capaces de escribir tan aprisa desde hace mucho. Que la hoja en blanco vuelve a ser del mejor crema, tostada con café, y virutas de chocolate. Que la vida vuelve a mostrarme su otro rostro, el simpático. 

“Fantasías de crema sobre blanco merengue en el país del Merenguele”. Título largo seguido tan solo de mi nombre. Jazmín. Una historia que ha nacido de una madre loca como yo y un padre llamado circunstancia. Y ahora a enviar correos electrónicos, que son gratuitos. A una, dos, tres editoriales. Las horas de limpieza en la vieja fabrica de aviación se tornan inspiradores,  y los artículos de la revista “consejo-ayuda” fluyen solos.

Al fin, todo empieza a encajar.

Los consejos se vuelven cuentos, y los cuentos vida. ¿Qué hay en la mente de alguien que dejó su vida en blanco? ¿Qué hay a nuestro alrededor que es real, y qué parte es solo producto de nuestra imaginación?

No lo sé.

Pero me han contestado dos editoriales. Ambas quieren mi libro de fantasía loca y absurda. Solo hay algo que no les cuadra, y es mi nombre. Una de ellas, la que más me gusta y cuyo correo electrónico huele a los macarrones con tomate que hace mi madre; me dice que lo único que no les convence es mi nombre. Me plantean la posibilidad de que como autora, en lugar de llamarme “Jazmín”, tome el nombre de “Jasmine”, suena más exótico, más a cuento de las mil y una noches.

¿Qué puedo decir?

Lo comenté con Rodrigo y él se carcajeó con ganas. En sus ojos solo vi lo mismo de siempre. Todo un universo de promesas hermosas. Ambos decidimos que sería Jazmín, porque los jazmines son blancos y no siempre el blanco es malo. A veces pueden ser pequeñas estrellitas que crecen entre verdes esperanzas y que huelen a sueños posibles. No, no os equivoquéis. Sigo prefiriendo el crema, pero confieso que al fin he encontrado algo blanco que me encanta. Y son las nubes de algodón que toman formas en el cielo y acrecientan la imaginación de las personas un poco locas como yo.

¡¡Feliz día de Reyes!!