Ramas que se estiran, como dedos que buscan alcanzar las estrellas, sorteando brumas y sombras. Ramas que absorben las historias que flotan en una bruma de palabras silenciosas.
Luces que parpadean al igual que las miradas, testigos de confidencias y secretos en la noche.
Bancos pacientes, y piedra que se arquea como una ola suave, a la espera del paso del caminante.
De cada hilo del que se tejen las hojas que brotarán en primavera, pende una historia, un beso o una quimera. Solo queda ser pacientes, como el propio tiempo que las riega, y después, cruzar los dedos para desenvolver la hoja correcta.
Nadie sabe lo que el viento esconde, pero sí lo que quiere llevarse con él. Por eso, le temen, al igual que a ese extraño que acaba de llegar a la pequeña aldea de Near, donde los restos insepultos de una bruja de antaño, no descansan, como debieran...
La imagino sentada entre pliegues de seda azul y letras de tinta oscura, enfrentando una época y una condición ambiguas.
Al menos, así la encontré mientras buscaba información sobre mujeres que, no solo habían destacado por su valor o peculiar acción, como puedan ser tantas de nuestras amigas, compañeras, madres... sino aquellas que dada su condición de mujer en una época, en la que ello las relegaba a la categoría de esposa, madre o hija, consiguieron de alguna forma romper la bruma de una sociedad que les vetaba su lugar.
No hace muchos días, escribí unas líneas en mi página de facebook. Recuerdo que era una tarde de estas, en las que gustan quedarse en casa con una manta, un buen libro, y un café.
Te propongo un libro especial para ello. "Letras con aroma de café", de Esperanza Benayas Caño.
Una tarde de sábado. La noche está próxima. Su humedad empieza a acariciar la piel de los árboles. Humedece el cabello, y hace sentir un ligero escalofrío, pero a pesar de ello, el paseo no se detiene, sino que avanza sigiloso y ávido de descubrir nuevos rincones, allí, en el bosque donde los sueños habitan.
Palabras y canciones de lunas y sombras acarician la mañana de un nuevo día. Como susurros entonados por un juglar que comprende, a la perfección, los sentimientos que florecen dentro de mí. Hojas que intentan volver a la vida, raíces profundas y demasiado hirientes aun.
Se acerca la noche de Reyes. Hoy no sonarán tambores que alegren los pasos de aquellos que corren a vitorear a sus Majestades. No habrá desfile mágico que llene nuestras calles de serpentinas, caramelos y guirnaldas.
Pero...
¡Hola amigos míos! Quería empezar el año con una entrada mágica, y qué mejor, que con mis "Amigos de la mano genial".
El pasado 2020 fue un año amargo, pero también trajo cosas buenas, aunque no lo parezca. Entre ellas, me dio la oportunidad de participar, junto a otros amigos, de antologías de relatos y cuentos. Todos ellos, han sido destinados a buenas causas, y a dejar volar un poco de polvo de hadas.