Feliz cumpleaños, papá

 

A algunas personas se le quedan las fechas adheridas a la piel, como si fuesen pecas que el sol les ha regalado, o brillo de polvo de luna. Cuando alguien parte, nos quedamos con la fecha de su marcha. Pero tú me conoces, a mí siempre me gustó quedarme con esa otra tan distinta, la del día en que tu vida comenzó, la del día en que el mundo te abrió los brazos. 

Mamá dice que naciste un uno de noviembre, pero que siempre se celebró el día dos. Yo solo sé que a lo largo de toda mi vida, era el dos de noviembre cuando te cantábamos ese feliz cumpleaños y te comprábamos esos regalos a los que tú le hacías tanta fiesta.  

Tus ojos brillaban con esa fuerza que brillan las estrellas cuando nos veías entrar por la puerta, y fingías que no sabías que oculto en la cocina, bien tapadito entre tomates y lechugas, estaba esperando ese bizcocho casero del que tanto disfrutabas. Y es que la vida te enseñó desde el primer momento que las cosas no son fáciles de conseguir, que en la vida hay que luchar siempre, y que un buen bizcocho tradicional hecho en casa, era para ti mucho más atractivo que cualquier hermosa tarta de confitería. 

Siempre fuiste sencillo. Viviste con humildad, regalaste sonrisas y alegrías, y a mi me diste un cielo entero que contemplar. Me enseñaste que allí arriba hay muchos brillos atractivos, pero que es en el corazón donde realmente debe existir un sol. 

 

Feliz cumpleaños papá. 

 

Jamás podré agradecer suficiente a la vida el haberte tenido. Ahora, tú eres ese sol en mi corazón.