La niña que vivía bajo un nenúfar

Siempre soñaba que un día sería nenúfar. Cada noche, se asomaba a la ventana de su habitación y veía el reflejo plateado de los nenúfares en la laguna. Suspiraba y soñaba que un día, podría extender sus brazos y volar, como si fuese una libélula, para después posarse sobre las carnosas hojas.

 

Una noche, sin saber cómo ni por qué, se despertó sintiéndose extraña y diminuta. Algo le hacía cosquillas en la espalda, algo delgado pero fuerte. Sorprendida pudo comprobar, que no era otra cosa que dos hermosas alas iridiscentes y plateadas. ¿Estaba soñando? ¡Seguro que sí! Pero los sueños están para vivirlos, así que desplegó esas alas y se elevó dejando atrás su cama, pareciendo de pronto esta inmensa y dándose cuenta la muchacha de que su cuerpo era muy, pero que muy pequeño. 

 

No lo dudó un instante. Voló hacia la ventana y desde allí, surcó la noche, sintiendo que el jardín de casa ahora era inmenso. El brillo plateado de la luna reflejándose sobre el agua de la laguna no tardó en llamar su atención. Sentía el cansancio por el tiempo que llevaba batiendo las alas sin práctica alguna, sentía que de un momento a otro, caería al suelo, cuando al fin... las vio.

 

Fue tanta su alegría que ello le dio fuerzas para batir de nuevo las alas, hasta finalmente, posarse no sin cierto esfuerzo, sobre la base de uno de los nenúfares que tanto admiraba desde su ventana. Y allí, simplemente, se quedó sentada, admirando el color y el tacto de aquellas hojas que de pronto eran inmensas, cobijándola del frío que comenzaba a arreciar en la noche. 

 

Qué hermoso sueño...

 

De esta guisa despertó, acurrucada y envuelta en pétalos que resultaron ser de algodón. Las alas eran ahora plumas de almohada; como hoja de nenúfar, su propia cama. 

 

Sí. Todo había sido un sueño.

 

Se levantó con una sonrisa en el rostro. Hacía tiempo que no tenía un sueño tan vívido y hermoso. 

Al bajar de su cama, quedó sorprendida. Desde la ventana hasta los pies de su cama, unas huellas de barro marcaban la forma de unos pies descalzos, que coincidían a la perfección con su propia pisada...