El valle sin nombre, de Ibon Martín

 

Hola amigos, hoy vengo a hablaros de un libro que he saboreado despacio, así lo ha decidido el destino regalándome una hermosísima contractura muscular. Pero... aunque haya sido despacio, sin lugar a dudas, ha sido disfrutado. 

Me gusta muchísimo la forma de escribir de Ibon Martín. Es de esos autores que consiguen atraparme desde la primera página en sus historias. Me encanta como enfoca el misterio, el thriller, como presenta los personajes y narra el vértigo maravilloso de sus novelas. Y es que así es la pluma que yo conocía de este autor, que ha dado vida a obras como "El Faro", "La fábrica de las sombras", "El último akelarre", "La jaula de sal", "La danza de los tulipanes"...

Sin embargo, hoy os voy a comentar lo que he sentido al leer una historia muy distinta. Nos estamos situando en la primera novela del autor, "El valle sin nombre", una novela de corte histórico, donde como bien se define en su contraportada, nos sumergimos en una época fascinante en la que los valles vascos olían a hierro fundido y a deseos de libertad. 

Quiero añadir, que el libro ha sido un regalo del propio autor, a través de un sorteo que se realizó en facebook gracias al Club de lectura QBV Cultural. Un grupo súper activo, donde es todo un lujo estar, a pesar de la poca participación que suelo compartir con ellos por falta de tiempo. Cuando me dijeron que había resultado ganadora de un ejemplar de este autor, me emocioné. Recibirlo en casa, con una hermosa dedicatoria, ha sido todo un lujo. 

Así que ¡Gracias Ibon! 

Y ¡Gracias QBV!

 

Pero no quiero irme por las ramas, aunque de valles y bosques hablemos. Quiero contaros un poquito sobre esta historia, que personalmente, me ha fascinado. 

Nos situamos en el siglo XV y en el seno de una familia que vive bajo el yugo opresor de un cacique, el "Señor de Oialde", que impone de forma injusta su supremacía, ahogando a sus gentes, imponiendo sus deseos, cobrando impuestos sin medida, arrebatando hijos a las familias para su propio servicio... Un feudalismo medieval donde además, el sujeto en cuestión es un auténtico... depravado. (Por decirlo con suavidad). Sin lugar a dudas, una época en la que la palabra "libertad" era un privilegio escaso.

 

 

Leer "El valle sin nombre" ha sido para mí un recordatorio de cuando leí "Los Pilares de la Tierra", o "La Catedral del mar". Cuando digo un recordatorio me refiero a adentrarte en la historia de un lugar, en los sucesos que marcaron una época por muchos olvidada, pero que sin duda conforman la base de la sociedad de hoy en día.

En este caso, nos encontramos con una familia humilde cuyos dos hijos ven sus vidas separadas, al llevarse el señor de Oialde al mayor de ellos para servir como soldado. Un joven cuya aspiración era la de ser pastor, como su tío. Pero nadie puede contradecir los deseos del señor. 

El hijo menor, Aitor, se agota de luchar contra tanta injusticia. Se agota de buscar recursos para ayudar a su familia y sin embargo, verse privado de todo. El ver a su hermano, un joven que quería ser pastor y ser feliz en la paz de la montaña, convertido en un soldado que se ha visto obligado a matar para salvar la vida de un hombre que solo hace daño, prende la mecha. El resto de acontecimientos fatídicos que le siguen, hace que esa mecha prenda fuego.

En resumen, pues no es mi intención hacer spoiler, un tiempo donde el feudalismo es una figura necesaria de erradicar, y donde la batalla entre oñacinos y gamboínos vierte la sangre de sus gentes.

La dureza de algunos de sus fragmentos, compite con la belleza del resto. Saqueos, violaciones, guerra... pero también amor, lealtad, fortaleza. 

La manera de retratar a los personajes también me ha parecido fascinante, pero no me ha sorprendido en absoluto. Conozco a Ibon como escritor, y qué queréis que os diga... es un excelente escritor. 

También me ha enamorado la manera de describir los lugares. Hace unos años estuve en San Sebastián. Tuve el lujo de dormir en un hotel cuyos balcones daban a la playa de La Concha. Pasear por sus calles, saborear su gastronomía... Fue un fin de semana tan solo, pero una parte de mi corazón se quedó prendada del lugar. 

En un futuro, quiero visitar más toda aquella zona del Norte. Ni qué decir tiene que me gustará visitar todos los extraordinarios escenarios que dieron vida al "Valle sin nombre".