El regalo de un buen libro

 

Una vez imaginé un lugar. 

Lo soñé, lo sentí, aspiré su aroma, le hice un hueco en mi corazón. 

Pero estaba tan lejos...

Ese lugar debía existir, pero... ¿Cómo llegar hasta él? Inicié mi búsqueda sin sentido, a través de rocas que retaban mi equilibrio, y en lugar de persona, me sentí escalador, a fin de poder trepar por las escarpadas piedras que la vida ponía en mi camino...

Quería tanto llegar a ese lugar, que pensé... ¿por qué no? Levantaré mi casa y la llevaré hasta allá, hasta ese mundo que soñé...

Plantaré un hermoso jardín, donde la luz riegue las flores que conformen mis esperanzas, y tiña de éxito mis mañanas...

Y bajo ella, haré una escalinata que me deje refrescar mis tardes de fiero verano, en la frescura de sus aguas subterráneas... 

Dejaré un atrapasueños sobre las frescas hojas, que darán descanso a mi cuerpo, en los atardeceres de poemas...

Me sumergiré en las noches con las mil y unas historias de moradores inquietos, que acechan las aventuras de misterio y magia... cual los amantes que dejan rastro de su paso bajo la luna de plata...

Y acariciaré con mi pluma y su tallo, esos detalles que tan solo las letras pueden formar entre lazos. Seguiré la estela del cuento que los envuelva. Sentiré versos que dejaré sobrevolar los campos, prosa que asiente las ganas de conocer los entresijos trazados...

Lagunas insondables de la imaginación, que brota en mitad de ninguna, y de todas partes...

Encenderé una luz en el camino...

Bañaré de frescura el objetivo...

Disfrutar de la aventura de un buen libro...

Que decore de fantasía, como el mejor de los amigos, incitando a seguir el camino, que al fin, me llevará al sitio elegido.

Sí.

Disfrutar de un buen libro...